El cine, como cualquier otro medio de masas, por ser precisamente un arte enfocado al gran público, es uno de los métodos más sencillos de hacer llegar cualquier idea al mayor número de personas posibles. Este hecho, ha convertido al cine en un arma a favor de todos aquellos que pretenden influir, de una manera u otra, en los espectadores. Uno de los que sacó mayor provecho del cine fue el movimiento nacionalsocialista que, bajo la mano del ministro de propaganda Joseph Goebbels, promovió la producción de una larga lista de películas cuyo principal objetivo era el propagandístico. Goebbels creía que el cine era un potente motor de propaganda, poniendo, a pesar de las diferencias ideológicas, como ejemplo de su teoría El acorazado Potemkim..

hasta el más indiferente se vuelve bolchevique después de verlo (Goebbels).

Durante el gobierno de Hitler y el partido nazi se produjeron decenas de películas, pero nos centraremos en la última: Kolberg (Veit Harlan, 1945).

Kolberg (1945)

Kolberg (1945)

Durante las Guerras napoleónicas, la confrontación del pueblo contra el ejército francés y el propio Napoleón, así como la lucha contra las diversas ocupaciones de éste en muchos territorios, se convirtieron en la semilla de numerosos nacionalismos a lo largo y ancho de Europa. Por lo que no es de extrañar que, en ciertas ocasiones, se recurra al cine ambientado en esta época para mostrar momentos de resistencia frente al opresor napoleónico, con el fin de hacer renacer un sentimiento que se había perdido… en este contexto se enmarca la película Kolberg. En ella, se narra la ferviente resistencia del pueblo alemán de Kolberg frente al ejército francés. Opiniones artísticas aparte, la principal intención de esta película es la de transmitir al público un mensaje directamente relacionado con la situación del país, ya que Goebbels pretendía levantar el ánimo del pueblo alemán con la intención de resistir una vez más al invasor extranjero. Es interesante ver como se recoge un hecho histórico y se adapta para que transmita el mensaje apropiado. Sin ir más lejos, los sucesos acontecidos en 1806 fueron ligeramente maquillados; por ejemplo, al final de la película los habitantes de Kolberg logran que el enemigo levante el asedio, sin embargo, los franceses llegaron a entrar en el pueblo, y solo se retiraron cuando el rey de Prussia firmó el armisticio con Napoleón.

Respecto al contexto de la producción, si bien se afirma que la película se estaba preparando desde 1942, no fue hasta junio de 1943 cuando Goebbels tuvo la idea de realizarla, un momento en que la guerra había dejado de ir bien para el III Reich y los bombarderos aliados empezaban a desmoralizar al pueblo alemán. Veit Harlan, un fiel cineasta del régimen nazi, se encargó de rodar una película destinada directamente a todo el espectro de la población de Alemania, no solo a los soldados, sino a todos sus habitantes, para que hincharan el pecho de nuevo con orgullo de pertenecer a la gran nación alemana. En ningún momento hubo una intención muy clara de narrar una historia concreta, sino un único objetivo: transmitir un mensaje relacionado directamente con la situación en la que se encontraba el país. Y Goebbels estaba convencido de que aquella película podría hacer más por el desarrollo de la guerra que cualquier arma. Incluso, para demostrar todavía más sus intenciones, el estreno mundial, celebrado a finales del mes de enero de 1945, fue en la fortaleza de La Rochelle, donde un destacamento alemán estaba asediado como lo estuvieron los habitantes de Kolberg. La respuesta fue positiva, a juzgar por un mensaje del jefe de la plaza, ya que las tropas que vieron la copia —lanzada en paracaídas sobre la fortaleza— demostraron un aumento de la moral y de su confianza. A pesar de la creencia del ministro de Propaganda, el film no salvó a la Alemania nazi.

Aunque la carrera comercial de Kolberg no fue muy fructífera, Goebbels nunca dejó de creer en ella. Así que el 17 de abril de 1945, con los rusos a las puertas de Berlín y con la derrota nazi sentenciada, invitó a los pocos fieles que le quedaban a una proyección de esta película. Sin embargo, a pesar del mensaje de resistencia, quince días después de verla Goebbels no dudaría en quitarse la vida junto a su esposa y sus hijos, como lo había hecho su querido Führer un día antes.

Colaboración de Francesc Marí Company