El Día de Andalucía se celebra para conmemorar el referéndum que tuvo lugar en 1980 sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía, que otorgó a la comunidad andaluza plena autonomía.

Una de las fechas más destacadas en la historia del pueblo andaluz es el 4 de diciembre de 1977, cuando cerca de un millón y medio de andaluces se congregaron en las capitales de cada provincia andaluza en una manifestación histórica. Esta manifestación multitudinaria fue convocada por la Asamblea de Parlamentarios para reclamar la autonomía para Andalucía. Ese día, la demanda culminó en tragedia con la muerte de un trabajador malagueño, Manuel José García Caparrós, quien recibió un disparo durante una de las concentraciones. Caparrós es considerado un símbolo de la lucha del pueblo andaluz por su autonomía. La tragedia del 4 de diciembre de 1977 condujo a la convocatoria del referéndum del 28 de febrero de 1980, que fue adelantado gracias a la manifestación y que finalmente llevó a la constitución de la Junta de Andalucía en junio de 1979. La Junta, respaldada por el pueblo y la mayoría de las instituciones políticas, se valió del artículo 151 de la Constitución Española, que establece un procedimiento expedito para que las nacionalidades históricas obtengan la autonomía prevista en dicho artículo. Por ello, el 28 de febrero de 1980, los andaluces acudieron a las urnas para decidir el futuro autonómico de la comunidad.

Y ahora que ya tenemos la fecha de hoy situada en el calendario, cabría preguntarse si tienen razón los que piensan que los andaluces descienden de los moros. Antes de entrar en la cuestión que nos ocupa, me gustaría precisar que el término moro viene del latín maurus, el gentilicio de los habitantes de la provincia romana de Mauritania o Mauretania, zona del norte de África que correspondía a la costa mediterránea de lo que hoy es Marruecos y que nada tiene que ver con el actual país de Mauritania. Como todos sabemos, las oleadas que atravesaron el estrecho de Gibraltar y llegaron a la península Ibérica desde 711 eran casi en su totalidad bereberes recientemente islamizados procedentes de esta zona -árabes, lo que se dice árabes, escasos-. Por extensión, el termino moro acabó por utilizarse para denominar al que profesaba la religión islámica y al musulmán que habitó en España desde el siglo VIII hasta el XV.

Dicho lo cual, ya os anticipo que estamos mucho más cerca del no (descienden de los moros) que del sí. No me atrevo a decir un NO (rotundo) porque casi ocho siglos dan para mucho, pero podemos decir que su legado genético y fisonómico es mínimo comparado con el de otros.

Y ahora vamos al lío…

La ley islámica permití­a que los moros «emparentasen carnalmente» con cristianas (emires, califas y reyezuelos tuvieron a cristianas como concubinas y favoritas), pero las moras no podí­an hacerlo con cristianos, bajo pena de muerte. Por tanto, el único caso posible de mestizaje en al-Andalus era el de padre musulmán y madre cristiana y, lógicamente, sus hijos fueron educados en el Islam. Más tarde, durante la llamada Reconquista, los reinos cristianos del norte fueron vaciando la península de población musulmana conforme se fueron ganando territorios. Tras la toma de Granada en 1492 por los Reyes Católicos, buscando la unificación religiosa, se expulsó a los judí­os y en 1502 se proclamó el decreto de conversión forzosa (obligando a los musulmanes a convertirse o abandonar la península). Los moriscos, que así se llamó a los musulmanes que se convirtieron al cristianismo y se quedaron, serían en este momento el único resto de mestizaje, pero la mayoría de ellos siguieron manteniendo en la intimidad sus costumbres, lengua e incluso religión. En 1570, Felipe II envió a su hermanastro Juan de Austria a las Alpujarras para sofocar una rebelión de los moriscos. Tras años ayudando a piratas berberiscos y turcos, Felipe III ordenó la expulsión definitiva de los moriscos en 1609. Así que, la «sangre» mora que quedó en el antiguo al-Andalus era mínima.

¿Entonces, de dónde procede la población actual de Andalucí­a? Pues, sencillamente, de los cristianos que repoblaron el sur: leoneses, castellanos, gallegos, aragoneses… Y para dejarlo más claro, en palabras de maestros:

  • Podréis vosotros, amigos andaluces, gozar de la autonomí­a polí­tica que ahora deseáis. Porque sois nietos de los conquistadores cristianos, podréis vivir autónomos dentro de España. Claudio Sánchez Albornoz (historiador y ministro de la Segunda República)
  • La ilusión de que los andaluces desciendan de los moros no se sostiene más que en la fantasí­a de algunos pseudohistoriadores y de ciertos conversos al Islam que repudian sus nombres de pila Sebastián, José, Paquita, por Abderramán, Mohamed o Aixa. Juan Eslava Galán (escritor y ganador del Premio Planeta)
  • Interesa que los musulmanes se mantengan por una básica motivación económica, al menos mientras no se repueblen las nuevas tierras con suficientes norteños, proceso iniciado a mediados del siglo XIII en el valle del Guadalquivir y culminado en las Alpujarras en 1570.  La población sometida (mudéjar, musulmán en territorio cristiano), en declive demográfico y económico constante, sobrevive por un tiempo en las áreas rurales y en menor proporción dedicados a la construcción, el servicio doméstico y pequeñas industrias artesanales. La emigración hacia el norte de África y el reino de Granada, espoleada tanto por los alfaquí­es, que no podí­an soportar la idea del mestizaje, como por los conquistadores, va despoblando las morerí­as, de suerte que en tiempos de Alfonso XI habí­an pasado a mejor vida las de Niebla, Carinona, Jerez, Moguer y Constantina, y las de Écija, y Sevilla se redujeron gravemente. Todo ello en paralelo a una afluencia masiva de norteños que castellaniza de forma profunda y radical el centro y oeste de la actual Andalucí­a, volviendo esta realidad histórica innegable ilusorias y de un folklorismo delirante las presentes pretensiones de quienes aseguran muy serios «descender de los moros». Sabemos que a la muerte de Fernando II ya repoblados los reinos de Jaén y Córdoba, el Rey Sabio concentró sus esfuerzos en poblaciones grandes o medianas y en el eje defensivo en torno a la frontera con Granada. Pero no sólo afluyen gallegos, asturianos o leoneses, en Camas se establecen 100 ballesteros catalanes y la toponimia urbana de Sevilla nos aviva la memoria con la denominación de sus viejas calles. Serafí­n Fanjul (catedrático de Literatura Árabe en la Universidad Autónoma de Madrid).

No hay más preguntas señoría.

 

Ya a la venta mi último libro «Malas y cabronas«, un homenaje a estas figuras extraordinarias que se alzaron contra la adversidad o siguieron su ambición, trascendiendo las limitaciones impuestas por la sociedad y la guerra, para demostrar que las mujeres han sido tanto arquitectas de la paz como combatientes incansables. Aquí las mujeres van a ser las protagonistas, principales y secundarias, para bien o para mal, porque aunque genéticamente seamos diferentes (cuestiones de cromosomas X e Y) o tengamos diferencias hormonales , la realidad es que, en situaciones extremas, tanto hombres como mujeres podemos ser responsables de las mayores gestas y de las peores traiciones, actuando por la mañana como hermanitas de la caridad, solidarias y altruistas, y por la noche siendo unas auténticas cabronas.