Aunque el titular de esta historia pueda parecer un acto de cobardía, más bien es una historia de supervivencia… y de valor. La historia de uno de los protagonistas, el soldado irlandés Patrick Fowler, comienza con el estallido de la Primera Guerra Mundial, una guerra que comenzó el 28 de julio de 1914 y en la que ninguna de las partes implicadas pensó que llegaría más allá de la Navidad de ese mismo año. Las oficinas de reclutamiento no daban abasto con las solicitudes de alistamiento, apenas fue necesario recurrir al patriotismo –honor y gloria fueron suficientes-, todos querían participar en aquella guerra… supuestamente corta, tradicional e incluso romántica («Si yo muriera, pensad solo esto de mi: que hay algún trozo de campo en un país extranjero que es Inglaterra para siempre» – «El soldado» de Rupert Brooke). La realidad pronto despertó a estos voluntarios: continuos bombardeos, gases venenosos, la vida en las trincheras y una guerra que parecía no tener fin.
eran como sonámbulos caminando junto al abismo, ciegos ante el horror hacia el que estaban a punto de conducir al mundo (Christopher Clark)
Patrick Fowler no era un joven alocado ansioso por participar en una guerra; en 1914, con 38 años, él ya llevaba 19 años en el ejército y había servido en la India y Egipto. El 15 de agosto de 1914 el 11º Regimiento de Húsares, del que formaba parte Fowler, atravesó el Canal de la Mancha para llegar a suelo francés. Apenas 10 días más tarde, su regimiento entró en batalla contra los alemanes en Le Cateau. El intenso fuego de artillería de los alemanes obligó a dispersarse al regimiento de Fowler. Cada uno se buscó la vida como pudo y Fowler se encontró perdido y solo tras las líneas enemigas… durante cinco meses vagó y malvivió en el bosque hasta que exhausto y casi muerto de hambre fue descubierto el 15 de enero de 1915 en las cercanías de la localidad francesa de Bertry por un agricultor, Louis Basquin. En lugar de entregarlo a los alemanes, Basquin le ofreció refugio en casa de su suegra, Marie Belmont-Gobert, que vivía con su hija Angele. Bertry estaba ocupada por las tropas alemanas, así que decidieron que el mejor lugar para esconder a Fowler en caso de un registro alemán era dentro de un armario de la cocina, de apenas un metro y medio de alto y 50 centímetros de profundidad. Fowler tendría que permanecer de cuclillas, con las rodillas pegadas al pecho.
Pero poco después de la llegada de Fowler a la casa de Madame Belmont, los alemanes requisaron por sorpresa la granja y alojaron allí a ocho oficiales. Era una casa de cuatro habitaciones dividida en dos plantas. Los soldados alemanes se instalaron en las dos habitaciones de arriba. En el piso abajo dormían Madame Belmont y su hija, y también se encontraba la cocina con el armario de Fowler y la mesa donde ahora comían los oficiales alemanes. Nuestro soldado se acurrucaba en el estrecho armario sin atreverse a hacer ningún ruido, inmóvil, permaneciendo así durante horas y horas mientras miraba por el ojo de la cerradura cómo los oficiales desayunaban, comían, cenaban, tomaban café, fumaban o, simplemente, charlaban a escasos tres metros de distancia del armario. Tan sólo salía por la noche, cuando los alemanes dormían, para estirar las piernas y tomar algo de comida. Madame Belmont a veces abría una puerta del armario (dejando la otra puerta cerrada para que se ocultase Fowler) y así hacer creer a los alemanes que el armario estaba en uso y no despertar su curiosidad por tenerlo cerrado permanentemente. Los alemanes sólo registraron y abrieron el armario una vez. Ocurrió tras el fusilamiento el 12 de octubre de 1915 de la enfermera británica Edith Cavell, acusada de ayudar a huir a soldados aliados, lo que provocó la búsqueda casa por casa de soldados fugados. Un día, un capitán alemán llamó a la puerta de Madame Belmont. Mientras él y sus hombres registraban la casa y proferían gritos y amenazas terribles, Madame Belmont permanecía serena, sentada en su sala de estar. Al cabo de unos minutos, el capitán se paró delante del armario, se acercó y de un solo golpe arrancó una de las puertas del armario… pero estaba vacío. Madame Belmont había tenido un presentimiento, y ese día había sacado a Fowler del armario y le ocultó debajo de un colchón. Y así fueron pasando días, meses, e incluso años.
Mientras tanto, en la Nochebuena de 1915 la esposa de Fowler, Edith, recibía una notificación del Ministerio de Defensa: «Viuda de guerra». Se daba por muerto a Patrick Fowler.
Justo antes de la derrota alemana corrió por el pueblo la noticia de que otro soldado escondido había sido encontrado y fusilado, por lo que madre e hija decidieron trasladar a Fowler a un lugar más seguro. Al amparo de la oscuridad, disfrazado de mujer, y con un chal que cubría su descuidada barba, fue llevado a un granero cercano donde iba a permanecer durante un mes, hasta que finalmente la población de Bertry fue liberada por las tropas británicas el 10 de octubre de 1918. Con los ojos hundidos, muy delgado, el pelo blanco y muy débil, tras casi cuatro años escondido en el armario de cocina, parecía que por fin su calvario había terminado. Sin embargo, Fowler también estuvo a punto de ser fusilado acusado de deserción, puesto que las fuerzas británicas inicialmente se negaron a creer su increíble historia. Finalmente fue capaz de explicar a su regimiento por qué estuvo ausente tanto tiempo y por qué le fue imposible tratar de escapar sin poner en riesgo la vida de aquellas mujeres que le ayudaron. El final feliz de esta historia de supervivencia, resistencia, miedo y sufrimiento por parte del soldado Fowler no hubiera sido posible sin la gran demostración de coraje, valentía y dedicación desinteresada de unas mujeres que pusieron en peligro sus vidas para proteger a un desconocido.
El 1 de noviembre de 1918 Fowler llegaba a la estación de tren de Devizes (Inglaterra) donde se reencontró con su esposa Edith y sus dos hijas. Tras 23 años de servicio abandonó el ejército y se retiró a una finca que le regaló el Mayor Robert Bruce. Aunque vivió hasta los 87 años, las secuelas físicas y mentales de todo los sufrido y la tristeza por la muerte de su esposa tras dar a luz a su tercera hija acompañaron a Patrick durante toda su vida.
En 1927 se tuvo conocimiento en Inglaterra de las penurias económicas de las mujeres de Bertry que habían arriesgado su vida por los soldados británicos. El propietario del Daily Telegraph publicó varios artículos para que el público conociese aquella historia y creó un fondo de ayuda. Se organizó un viaje a Londres para las heroínas de Berty, donde el Alcalde les entregó las 1.500 £ recaudadas, y fueron recibidas por los reyes en el castillo de Windsor. Además, Marie Belmont-Gobert fue distinguida como Oficial de la Más Excelsa Orden del Imperio Británico.
Fuentes: ¡Fuego a discreción!, Marlborough News
Información Bitacoras.com
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Uno que salió del armario por motivos muy diferentes a los usuales. El miedo es muy libre.Y la supervivencia es lo fundamental.
Un saludo.
[…] El soldado que pasó cuatro años escondido en un armario durante la I Guerra Mundial […]
Vaya, lo inaudito de la historia es tan vasto como interesante. Quién diría de lo que son capaces tantas personas de hacer por otros y por sí mismas, y por su nación…
Preciosa historia. La comparto.
El instinto de supervivencia es el seprimo sentido..
Tengo entendido que debe ser la Muy Excelsa Orden del Imperio Británico, y no como dice el texto «la Más Excelsa Orden del Imperio Británico», aunque puede que me equivoque, que a estos británicos no los entiende nadie
«Most Excellent Order of the British Empire»
[…] […]
Increíble historia algún leismo como aquí: «le ocultó debajo de un colchón»
Yo creo que fue un cobarde que mientras el encanecia guardado en su closet sus amigos murieron defendiendo lo que la patria les demandaba…que facil es vender la idea de su heroismo oculto….salia de la casa para descansar un rato porque no se fue y dejaba a esas dos mujeres en santa paz sin sobresaltos por tener a los alemanes ahi.
demasiado sorprendente la historia.
me parece muy gallina, pero muy rara la historia, no me imagino que le hubiera pasado donde lo cojan
esta historia me recuerda aquel video que fue muy popular donde dos niños tomaron tumbos diferentes y la vida los junto de grandes, una era juez y el otro ladron
la verdad es que por su forma de ser era mejor que permaneciera escondido a que sumara mas muertes a tan terrible guerra, es un poco cobarde pero no lo culpo seria realmente espantoso pasar por una guerra de tal magnitud. saludos
Me parece intersante la historia, sobre todo como pudo sobrevivir.
Y como hacía para comer y cagar sin que nadie lo viera
Si algún día te acercas al “War Museum” de Londres de la calle Lambeth, es muy posible que el objeto que más te llame la atención sea un viejo armario.
Lo primero que se nos pasa por la cabeza al verlo, es el claro deseo de abrirlo para tocar sus paredes y descubrir qué hay dentro. Como si de algún modo, pudiéramos cruzarlo y llegar a Narnia. No obstante, si esto fuera posible, el lugar a que nos transportaría sería a un periodo muy oscuro de nuestro pasado: a la Primera Guerra Mundial