El 22 de junio de 1941 las tropas de la Alemania nazi iniciaron la invasión por sorpresa de la Unión Soviética, fue la denominada Operación Barbarroja. A medida que fue avanzando el Ejército alemán hacia el este, se fueron incorporando más territorios a la nueva administración, y aunque en Ucrania hubo muchos que quisieron ver a los alemanes como los que los liberarían de las garras de Stalin y aplicaron aquello de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo» -recordemos que a comienzos de los años treinta el régimen estalinista, con su programa de colectivización, había provocado una terrible hambruna que acabó con la vida de más de 7 millones de ucranianos, el llamado Holodomor o Genocidio ucraniano-, el brutal régimen impuesto por los nazis en los territorios ocupados convirtió a sus inicialmente partidarios en víctimas. Para la gestión y la administración del territorio de Ucrania  se creó  Reichskommissariat Ukraine (Comisionado del Reich para Ucrania) y Adolf Hitler puso al frente a Erich Koch.

Erich Koch

La política alemana sobre Ucrania se basaba en los principios de la Herrenvolk (raza superior) y como tal los ucranianos debían ser tratados como simples elementos coloniales o incluso, Untermenschen (infrahumanos). En palabras del propio Koch…

Somos una raza superior, que debe recordar que el más humilde trabajador alemán es biológicamente mil veces más valioso que la población de aquí.

Para ver cómo estaban por allí las cosas, en 1942 Hitler envió a su secretario personal Martin Bormann a la región ucraniana de Vinnitsa y, la verdad, quedó encantado de la política de línea dura practicada por Erich Koch contra las  poblaciones eslavas. Eso sí, hubo un detalle que lo dejó un poco descolocado: los trabajadores ucranianos de las granjas gozaban de buena salud y su apariencia física distaba mucho de la de seres «infrahumanos» hasta el punto de que «podían confundirse con alemanes».

Los eslavos deberán trabajar para nosotros. En tanto que no los necesitemos, deberán morir. La fertilidad de los eslavos es del todo indeseable -Martin Bormann-

Había que hacer algo para que dejasen de «reproducirse como sabandijas», así que a los nazis se les ocurrió la brillante idea de repartir preservativos entre los ucranianos y con mentiras, milongas y amenazas (preocupación del Führer por la salud sexual de los campesinos, por ejemplo) convencerles para que los utilizasen.

Donde sí  se preocupó Hitler por la salud sexual, y decidió tomar cartas en el asunto  para evitar que las enfermedades sexuales diezmasen sus tropas, fue tras la toma de París en 1940. En palabras del jefe de las SS, Heinrich Himmler:

El mayor peligro de París es la presencia generalizada e incontrolada de las putas, que captan clientes en bares, salas de baile y otros lugares. Es nuestro deber evitar que los soldados pongan en peligro su salud…

Ante aquella situación, Hitler decidió que los soldados alemanes llevaran en sus mochilas… muñecas hinchables para satisfacer sus deseos carnales con seguridad. Inicialmente, el modelo para la fabricación de aquellas muñecas iba a ser la actriz húngara Kathy von Nagy, pero ante la negativa de ésta se optó por una modelo de raza aria para que los soldados se sintiesen más a gusto. Después de algunos problemillas en su fabricación, sobre todo por el espacio que ocupaba en las mochilas, se consiguió sacar adelante un lote de 50 muñecas. No mucho tiempo después, el proyecto se abandonó porque los soldados se negaron a llevarlas por la vergüenza y humillación que sufrirían si les capturaban y encontraban las muñecas entre sus pertenencias.

Los Aliados también tienen una historia «picante» con los preservativos. Si importantes son los soldados y las armas en cualquier guerra, la historia ha demostrado que no lo son menos las labores de espionaje, propaganda o sabotaje que, normalmente, se llevan a cabo tras las líneas enemigas, y el Special Operations Executive (SOE) en el Reino Unido fue el encargado de esos menesteres  durante la Segunda Guerra Mundial. Y, la verdad, resulta un tanto sorprendente que las mentes del SOE siguieran el ejemplo de aquellos niños bromistas que todos hemos tenido que soportar en el colegio y decidieran utilizar polvos “pica pica” contra los soldados nazis, en concreto contra la tripulación de los submarinos.

El “pica pica” se introdujo de contrabando en la Europa ocupada simulando ser polvos de talco y se distribuyó a los miembros de la resistencia que trabajaban en lavanderías y fábricas de uniformes del ejército alemán. Allí rociaban los uniformes con el polvo, que tenía un poderoso efecto irritante sobre la piel. En octubre de 1943 el SOE informó a Churchill que el “pica pica” había contaminado nada menos que 25.000 uniformes de marineros alemanes. Se desconoce el alcance y efecto final de esta nueva “arma”, aunque algunas fuentes indican que al menos un U-Boat alemán tuvo que regresar a puerto para someter a toda su tripulación a un tratamiento contra un brote espontáneo de dermatitis severa.

Sin embargo, fue la resistencia noruega la que tuvo una idea aún más “creativa”: rociar con polvos “pica pica” varias partidas de preservativos destinados a las tropas alemanas. El hospital de Trondheim pronto se llenó de desafortunados soldados alemanes que se quejaban de una gran irritación dolorosa que les atormentaba en la entrepierna.