Aunque bien podría ser el de matrona, eufemísticamente siempre se ha considerado la prostitución como el oficio más antiguo del mundo. Así que, siguiendo la tradición, vamos a dar una vuelta por Sumer y Roma a ver qué nos encontramos.

En Sumeria el sexo se vivía y practicaba con mucha desinhibición. La diosa que llegó a ser la más grande del panteón sumerio fue Inanna (más tarde Ishtar), diosa del amor, del sexo y de la guerra, así como protectora de la corona… y de las prostitutas. ¿Cómo era posible que una gran diosa protegiese a las prostitutas? Cuando hoy en día pronunciamos la palabra «prostitución», nos vienen a la cabeza imágenes de esclavitud sexual, de trata de blancas y de vejación a la mujer. Un mundo sórdido. Nada que ver con el mundo de los sumerios, donde las prostitutas gozaban de prestigio y posición social. Era un oficio más, con el añadido de considerarse importantísimo, ya que la diosa Inanna era, a su vez, la cortesana de los dioses. Debemos tener en cuenta que los dioses sumerios ignoraban a los humanos. La única divinidad que tenía detalles con la humanidad era Inanna, que les entregaba su propio sexo. La labor de las distintas prostitutas cambiaba según las épocas y las ciudades, por lo que es difícil desentrañar la madeja de nombres que ha llegado hasta nuestros días. Generalizando un poco podemos distinguir los siguientes tipos, en orden creciente de importancia:

    • Las de nivel más bajo eran las simples prostitutas del pueblo llano, que buscaban a sus clientes en los puertos y en las entradas de las ciudades. Se las respetaba, pues era un simple trabajo más. No presentaba connotación negativa alguna, salvo en el caso de las «esposas de la cerveza», que eran esclavas al servicio de las tabernas con las que los clientes podían yacer incluso delante de todo el mundo (ya hemos dicho que eran muy desinhibidos). A estas últimas se las despreciaba, pero no por ser prostitutas, sino por ser esclavas.
    • Las Shamhatum eran jóvenes agraciadas que se dedicaban a la prostitución de alto nivel. Lo que hoy denominaríamos como una «escort». Tenían prestigio social, cultura y colaboraban en determinadas fechas con los templos para atender a los fieles de forma gratuita a cambio de más reconocimiento social.
    • Las Kulmashitum (a veces esa palabra se usaba para designar al personal laboral del templo) eran sacerdotisas prostitutas sagradas (hieródulas de bajo nivel). Muchas veces una viuda o una huérfana humilde se acogía como hieródula en un templo de Inanna. Con ello escapaba del hambre y adquiría prestigio social. Lo malo es que solamente se aceptaba a aquellas que no tuvieran defectos físicos.
    • Las Kezertum eran hieródulas que se distinguían de las demás por llevar los cabellos rizados y largos (algunos también opinan que podrían llevar una especie de rastas). Se cree que actuaban en la calle, posiblemente ayudando a las prostitutas laicas y controlando los pequeños altares de barrio.
    • Los Assinum eran hombres que se vestían y se maquillaban como mujeres (travestidos). Los sumerios aceptaban la homosexualidad, aunque con cierto humor y burla —del lesbianismo no se hablaba—.
    • Las Ishtaritum (mujeres) y los Ishtarium (hombres) eran el clero sagrado de alto nivel. Obviamente solo se acostaban con ricos/as y gente de mucho poder. Algunas Ishtaritum, como las Nin-Dingir, lo hacían con el rey o el gobernador, pues eran la diosa reencarnada en el mundo. Al practicar el acto sexual con el gobernante le transmitían sus poderes de mando. Sin ese acto de sexo, el mandamás de turno no podía ser ratificado en el cargo.

En suma, y aunque parezca extraño, era una prostitución por motivos religiosos y por compasión. Las sacerdotisas representaban el único acto de clemencia que un miembro del panteón divino tenía hacia sus sirvientes humanos. Ningún marido se ofendía porque su parienta se fuera de picos pardos con un Ishtarium, ni ellas le tiraban un jarrón a la cabeza al Manolo de turno por haber estado con una Kezertu. Lo consideraban algo normal y de lo que sentirse orgullosos si la pareja había estado con alguien de alto nivel. Obviamente se entregaba una cantidad a la hieródula para el mantenimiento del templo. Ya se sabe que todas las religiones pasan el cepillo, aunque en este caso tenía un carácter burocrático, pues en la sociedad sumeria se pagaban impuestos casi hasta por respirar. Si además añadimos que los templos eran gestionados por las propias sacerdotisas, obtenemos una imagen exótica de un mundo que hoy nos repugna y que, indudablemente, nos cuesta comprender. En todo caso, con el tiempo la sociedad sumeria se fue volviendo cada vez más patriarcal y, en época de los babilonios, las sacerdotisas ya no contaban para nada, no gestionaban ni dirigían asunto alguno y eran los hombres los que manejaban el cotarro tratando a las sacerdotisas como meros objetos para el sexo. Como dijo cierto historiador en una ocasión:

Cuando los hombres comenzaron a dirigir la sexualidad de las mujeres, la prostitución pasó de ser un acto sagrado a convertirse en un vulgar y terrible acto de esclavitud sexual

Y si en Sumer la prostitución estaba emparentada con lo divino, en Roma estaba completamente regulada. Según dejó escrito Tácito, para ejercer la prostitución tenían que obtener la licentia stupri (en el año 1 constaban inscritas 32.000 prostitutas en Roma). Para conseguir esta licencia, las mujeres estaban obligadas a registrarse ante la oficina del edil con su nombre, edad, lugar de nacimiento y nombre de guerra. Y, al igual que en Sumer, las había de diversas clases y condición:

    • Delicatae: eran las prostitutas de lujo a las que únicamente tenían acceso los más poderosos. Las que ahora se eligen con un catálogo y se les pone un pisito.
    • Famosae: mujeres que sin ninguna necesidad, por su posición social, practicaban sexo por puro placer. El caso más significativo sería el de Valeria Mesalina, esposa del emperador Claudio. Cómo sería de libidinosa esta mujer que, aprovechando la ausencia de su esposo, organizó un concurso en palacio con las meretrices de Roma basado en ver quién se podía acostar con más hombres en un solo día. El «colegio de prostitutas» aceptó el reto y envió a Escila, una auténtica profesional que realizó veinticinco coitos antes de rendirse… Mesalina prosiguió durante la noche y, tras declarar que no se sentía aún satisfecha después de haber yacido con setenta hombres, continuó hasta el amanecer. El recuento final fue doscientos.
    • Lupae: las que ejercían el oficio en los lupanares.
    • Noctilucae: las que solo trabajaban por la noche.
    • Copae: las que trabajan en la caupona, una tienda de bebida rápida y comidas frías ya preparadas —generalmente vino, aceitunas, pan, quesos o encurtidos— que podías tomar o llevar. No había bancos ni mesas, sino una barra al exterior en la que los clientes por un as podían templarse con un vaso de vino peleón y algo que roer, echarse unos dados o «conquistar» a alguna de las copae que por allí rondaban.
    • Fornicatrices: las que se lo hacían bajo los arcos de puentes o edificios. El término fornix significa «arco», de donde proviene fornicar (tener relaciones con una prostituta).
    • Forariae: ejercían en los caminos rurales próximos a Roma y sus principales clientes eran los viajeros.
    • Bustuariae: cerca de cementerios… con un poco de misterio.
    • Prostibulae: en la calle sin ningún control.

Ya lo decía Catón el Viejo…

Es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres

La prostitución en Roma también generaba empleo indirectamente en la figura del alipilarius, los encargados de depilar el vello púbico a las féminas de las clases pudientes y a las prostitutas. En Roma no eran muy partidarios del vello púbico, y desde la adolescencia ya comenzaban a depilarse. Nuestro querido alipilarius ejercía su digna profesión en los baños, los prostíbulos o a domicilio directamente en casa de la domina. Entre sus herramientas de trabajo estaba la volsella (pinzas) y el philotrum (cremas depilatorias a base de resina). En palabras del poeta bilbilitano Marcial…

¿Por qué te depilas, Ligea, tu viejo coño? Semejantes exquisiteces están bien en las muchachas […]. Si tienes vergüenza, Ligea, deja de arrancar la barba a un león muerto.

Y aunque la prostitución masculina no era tan numerosa, las señoras y los homosexuales no lo tenían difícil para encontrar un joven gigoló con el que satisfacer sus necesidades. De hecho, había lugares para ello, como la statio cunnilingus, donde se ofrecían para practicar sexo oral. Y cómo no, también había varias categorías:

  • Pathici: pasivos
  • Ephebi: adolescentes
  • Fellatores: feladores
  • Spadones: castrados
  • Amasii: para relaciones prolongadas