Viendo que los pastores de la Iglesia habían perdido el norte y, lógicamente, sus rebaños se habían desviado de la senda del Señor, se extendió por Lombardía, algunos zonas de los Pirineos y, sobre todo, en el Languedoc una corriente filosófico-religiosa, calificada por la Iglesia como herética, que propugnaba la vuelta a la sencillez de las primitivas comunidades cristianas… eran los llamados cátaros (del griego «katharos» que significa puros), albigenses (por la ciudad de Albi) u hombres buenos. Para ellos existían dos principios básicos: el Bien (un mundo espiritual creado por Dios) y el Mal (el mundo material creado por Satán). Sólo mediante la austeridad, la piedad y la virtud se podía alcanzar la perfección y la unión con Dios. Además, eran unos adelantados a su tiempo respecto al trato hacia las mujeres, era de igual a igual, ya que si no habían alcanzado la perfección cuando muriesen su alma migraría a otro ser: hombre, mujer o animal. Rechazaban los sacramentos -su único sacramento era el Consolamentum realizado a través de la imposición de manos y que equivaldría al bautismo y a la extremaunción-, la autoridad del Papa e incluso la divinidad de Cristo… lo que viene siendo para la Iglesia una herejía. Al principio, la contienda de dirimió en debates públicos entre el dominico Domingo de Guzmán y los propios cátaros, hasta que…

Cruz cátara o de Occitania.

Cruz cátara o de Occitania.

En 1208, el Papa Inocencio III llamó a cruzada contra los herejes cátaros con la promesa de castillos y tierras conquistados como botín. El rey de Francia Felipe II apoyó la cruzada desde el principio, ya que esperaba apoderarse de los territorios de la Corona de Aragón en suelo francés. Encabezaban el poderoso ejército cruzado Simón de Montfort y el legado papal Arnau Amalric, y en defensa de los cátaros los nobles de los territorios y ciudades donde esta corriente había arraigado, muchos de ellos vasallos o aliados de la Corona de Aragón. En julio de 1209, la ciudad de Beziers fue donde se escuchó la miserable frase…

Matadlos a todos, el Señor sabrá reconocer a los suyos.

Cataros_beziers

El ejército cruzado sitió la ciudad de Beziers y Arnau Amalric ofreció un ultimátum: si entregaban a los cátaros no tomarían la ciudad -es difícil creer a una hiena cuando tiene los colmillos ensangrentados-. Los habitantes de la ciudad se negaron y los cruzados asaltaron la ciudad… incendios, destrucción, pillaje y el asesinato de todos los que se cruzaban en el camino de los guerreros de la Iglesia. Ante aquella masacre indiscriminada, Simón de Montfort preguntó al legado papal:

¿Cómo distinguimos a los herejes del resto?
Matadlos a todos, el Señor sabrá reconocer a los suyos; respondió Arnau Amalric

La carta que envió Arnau Amalric la Papa da muestra de lo que allí ocurrió:

Hoy, su Santidad, veinte mil ciudadanos fueron pasados a espada sin importar sexo ni edad y, después de la masacre de los enemigos, toda la ciudad fue saqueada y quemada. La venganza divina ha hecho maravillas.

Y la crónica de uno de los cruzados que intervino en la matanza:

Se me ordenó entrar y destruir al enemigo. Ese era mi trabajo en ese día y esa era mi misión. No pararme a pensar si eran hombres, mujeres o niños. Todos eran lo mismo, enemigos.

Matanza Beziers

Tras la masacre de Beziers, el Papa dio un toque de atención a Simón de Monfort para que no se volviese a repetir una matanza indiscriminada. Cayó Carcasona, Bram, Minerve, Termes, Lavaur, Les Cassés, Montferrand… pero en estas ciudades se cambió la estrategia. Ahora, cuando toman las ciudades, ya no se pasa a cuchillo a sus habitantes, sólo se prenden hogueras con un nuevo material altamente inflamable… los cátaros. El Languedoc arde por sus cuatro costados y los puros huyen de ciudad en ciudad. El rey Pedro II de Aragón cruzó los Pirineos para intentar liberar Tolosa del asedio, pero en la batalla de Muret (1213) murió. En 1215, Simón de Monfort controlaba toda la Occitania. Con la muerte de Simón de Monfort (le cayó una piedra en la cabeza durante un asedio) e Inocencio III, los cátaros tienen un respiro y vuelven poco a poco, en la medida de sus posibilidades, a su retomar sus vidas. Y como las alegrías duran poco en la casa del pobre, los siguientes Papas (Honorio III y Gregorio IX) decidiieron retomar la labor emprendida por Inocencio III, pero en esta ocasión, ya con Gregorio IX, con una modalidad diferente… la Inquisición. Al no contar con el apoyo de ningún noble y, por tanto, de ninguna ciudad, los cátaros vivían entremezclados con el resto de la gente predicando y practicando en la clandestinidad. Así que había que separar el grano de la paja y para hacer esa criba se mandó la Inquisición a Tolosa en 1229.

¿Y cómo reconocer a los cátaros?

Aunque tuvieron que cambiar muchas de sus costumbres de los tiempos dorados para no ser reconocidos fácilmente -como ir en parejas para ayudarse mutuamente y no caer en la tentación-, su físico les delataba: si cuidabas tu higiene personal (se lavaban todos los días con jabón), eras excesivamente delgado (eran vegetarianos; no podían matar a ningún animal por lo que he comentado antes de la migración de las almas) y eras de rostro muy pálido (llevaban una vida austera, apenas salían para el trabajo y el resto del tiempo lo pasaban recluidos orando) tenías muchas papeletas para tener que pasar un interrogatorio de la Inquisición acusado de hereje. Los cruzados hicieron la limpieza general y la Inquisición la selectiva.

Y ya que tratamos con la Inquisición, un manual publicado en 1578 dejaba muy claras sus intenciones…

Quoniam punitio no refertur primo y per se en correctionem y bonum eius qui punitur, sed en bonum publicum ut alij terreantur, y un avocentur malis committendis. (Porque el castigo no se destina ni prioritariamente ni por si mismo a la corrección de aquel a quien se castiga, sino al bien público, para que todos sientan terror y se aparten de cometer esos males)