Aunque quizás a los más jóvenes les pueda parecer extraño, hubo una época en la que enviar un mensaje era bastante más complicado y lento de lo que es hoy en día. Pero siempre han existido profesionales de la comunicación que soñaron con formas de innovar en la transmisión de la información.

Entre la sencillez de pulsar una tecla o pinchar un icono para enviar un email y lo complejo del transporte y entrega física del correo, tenemos el Missile Mail. El Missile Mail era un sistema de envío rápido del correo tradicional mediante cohetes o misiles. La primera prueba con éxito tuvo lugar en 1931, donde Friedrich Schmiedl comenzó un servicio de correo de cohetes en Austria. En 1934 el empresario alemán Gerhard Zucker preparó una demostración circense, incluso cobrando entrada, para vender su producto al Royal Mail británico… el cohete estalló en pleno vuelo y las 1200 cartas que llevaba en su interior se perdieron. También en la década de los 30, Stephen Smith los probó en el Servicio Postal de la India con cohetes de fuegos artificiales modificados con un pequeño añadido… también se utilizó para enviar pequeños paquetes y hasta aves de corral vivas.

Missilemail

Pero fueron los estadounidenses los que decidieron mejorar este sistema para hacerlo más preciso y fiable. El 8 de junio de 1959, y tras un acuerdo entre el United States Postal Service y el Departamento de Defensa, se probó este sistema con el envío de un misil que podría transportar el correo con mayor precisión que los cohetes. Para ello se eligió el misil de crucero SSM-N-8 Regulus, con capacidad para alcanzar una distancia de 1000 Km. El lanzamiento se produjo desde el submarino USS Barbaro situado cerca de Norfolk (Virginia) y 22 minutos más tarde el misil, y su carga de 3000 cartas, llegaban a la Base Naval de Mayport (Florida).

Lanzamiento del Regulus

Lanzamiento del Regulus

El éxito de la prueba fue tal que el Director General del Servicio Postal, Arthur E. Summerfield, llegó a decir:

Antes de que el hombre llegue a la Luna, el correo llegará en pocas horas de Nueva York a California, a Gran Bretaña, a la India o Australia con misiles guiados.

Summerfield y el Regulus

Summerfield y el Regulus

En plena Guerra Fría, para el Departamento de Defensa aquel experimento sólo había sido una demostración de fuerza y capacidad de sus misiles. Además, el coste de este peculiar envío era demasiado alto y la idea se desechó.

En esa misma década, el alemán Richard Pfautz imaginaba cómo aplicar un cohete a cualquier cosa…era la época de los aviones cohete, barcos cohete y hasta automóviles cohete. Ninguno era práctico realmente, pero la espectacularidad de las demostraciones hacía que mereciera la pena correr el riesgo. Se acercaban los tiempos de los primeros aviones a reacción, por lo que Pfautz soñó con distribuir el correo a lomos de brillantes balas plateadas animadas por cohetes y reactores. Cosa complicada, por lo que tuvo que conformarse con algo un poco más modesto… lo que él llamaba “el torpedo postal”. Sobre el papel tenía su gracia, pero lo más sorprendente es que llegó a construir una pequeña línea para ese tipo de torpedos que mantuvo en pruebas durante un tiempo. Nadie le hizo caso y terminó siendo olvidado, la idea rozaba la locura, ciertamente.

Richard Pfautz - Torpedo Postal

Richard Pfautz – Torpedo Postal

A falta de cohetes fiables o reactores de pequeño tamaño, a Pfautz se le ocurrió recurrir a una línea eléctrica como la de los ferrocarriles. El torpedo postal consistía en un contenedor de metal resistente a posibles impactos, con forma de misil, que en su interior tenía espacio para contener cientos de tarjetas postales y cartas. El torpedo, cargado con su preciosa remesa de mensajes, facturas y catálogos comerciales, se insertaba en una especie de línea aérea que, por medio de un cable, iba alimentando dos motores de hélice. Así, el torpedo postal salía disparado por los aires a casi cuatrocientos kilómetros por hora, dato dudoso éste que fue citado por el propio Pfautz pero que muy probablemente era muy inferior. El torpedo era guiado por los cables y sostenido por unas pequeñas ruedas que contactaban con ellos. El inventor soñó con un mundo en el que su torpedo postal llegara a todos los rincones, tendiendo líneas de cable eléctrico por doquier. La cosa no pasó de aquella primera línea de pruebas en circuito cerrado.

Si en los años 30 y 50 del siglo pasado el Servicio Postal de los Estados Unidos se atrevió a innovar probando con la tecnología de los cohetes, hoy en día Correos de España no es menos en el afán de mantener vivo el sueño de la innovación, ya que está haciendo pruebas con Drones de reparto.