Como digo en el título, lo mejor que pudo pasar con  la carta que le envió George Bissell a Edwin Drake fue… llegar con retraso.

Durante muchos años la iluminación de los hogares dependía de las velas de cera o de grasa animal (sebo). Las de cera eran mejores pero mucho más caras. Las de sebo eran más baratas (servía la grasas de casi todos animales) pero se consumía rápidamente, su luz era irregular y su olor no era muy agradable. Dentro de las de sebo, las que mejor calidad tenían eran los de aceite de ballena, también utilizado como combustible para las lámparas. El «caviar» del aceite de ballena, era el espermaceti: cera o aceite blanquecino que se conoce también como «esperma de ballena» (según la denominación en inglés del cachalote «sperm whale», pero que nada tiene que ver con el esperma) y que está presente en las cavidades del cráneo del cachalote y en las grasas vascularizadas de todas las ballenas. En el siglo XIX se experimentó un aumento brutal de la caza de ballenas por la demanda de aceite.

En 1846 aparece Abraham Gesner, un médico de Nueva Escocia, cuya afición a la geología le permitió descubrir un proceso para extraer del carbón un nuevo producto… el queroseno. El queroseno, también llamado aceite de carbón, quemaba mejor y era más barato que el aceite de ballena. En 1854 se estableció en Estados Unidos, donde fundó la North American Kerosene Gas Light Company a Long Island. La demanda fue tan grande que la limitada capacidad de su compañía para producir queroseno se convirtió en un problema… y aquí es donde entra en juego nuestro protagonista, George Bissell.

Tras una visita al colegio donde había estudiado, Dartmouth College, le llamó la atención una botella con un líquido negruzco… era nafta mineral (petróleo). Un profesor le explicó que ardía fácilmente y que se obtenía de una zona al oeste de Pennsylvania donde, de forma natural, rezumaba a la superficie. Sólo se utilizaba para fines medicinales. Tras experimentar con el petróleo, y obtener queroseno, sólo le quedaba saber si podría producir a un nivel tal que pudiese cubrir la demanda existente (problema que no pudo solucionar Gesner). Con dinero prestado fundó la Pennsylvania Rock Oil Company y arrendó 105 acres en la zona donde manaba aquel producto. Contrató a un grupo de perforadores, al mando del Coronel Edwin Drake, y se puso a perforar buscando las bolsas de petróleo igual que se hacía con el agua.

Con más problemas de los previstos y tras año y medio de arduo trabajo, los fondos se agotaban y el petróleo no aparecía. Los socios capitalistas de Bissell no querían perder más dinero y cerraron el grifo. Bissell envió una carta a Drake para que parasen las perforaciones… pero la carta se retrasó. El 27 de agosto de 1859, unos días antes de que llegase la carta, encontraron petróleo.

El mundo cambió desde aquel día y las ballenas tuvieron un respiro.

Fuentes: OIL150, Wikipedia, En casa – Bill Bryson