Si hablamos del Japón feudal, las dos figuras más representativas de este período son los samuráis y los ninjas. Sin embargo, la imagen que ha quedado en el imaginario popular, y en el mío hasta que conocí a R. Ibarzabal, poco o nada tiene que ver con la realidad, sobre en el caso de los ninjas que se parecen lo que un huevo a una castaña. Así que, vamos a destripar leyendas
SAMURÁIS (侍)
Samurái es el nombre que se daba en el Japón medieval a la casta guerrera y sus integrantes. El término proviene del antiguo y ya obsoleto verbo “saburau”, que significa servir, pues en teoría un samurái siempre está al servicio de un señor, de quien depende para su manutención. Simplificando mucho las cosas, los samuráis de una provincia serían vasallos del daimyo de esa provincia, cada daimyo del país sería a su vez vasallo del shogun, y el shogun, por su parte, estaría al servicio del emperador. En un principio, el shogun era un cargo o título militar sin contenido político que concedía el emperador con carácter excepcional para dirigir expediciones de castigo contra tribus enemigas. Con el tiempo y unos sakes, el shogun acabó asumiendo también labores de gobierno, hasta llegar a ser sinónimo de soberano absoluto del país. Fue Minamoto Yoritomo quien, en 1192, culminó este proceso al nombrarse shogun y asumir el control total del gobierno de Japón, poniendo a los samuráis, surgidos hacia el siglo IX, en lo más alto del escalafón político y social. Desde entonces, y hasta el derrocamiento del régimen feudal en 1868, la casta samurái, a través de tres grandes dinastías (los Minamoto, los Ashikaga y los Tokugawa), va a regir los designios de Japón y a ocupar la cúspide de la pirámide social. Hablando en términos sencillos, los samuráis serían los nobles e hidalgos del Japón feudal, bajo los cuales estaban los demás estamentos de la sociedad. Como nobleza que son, en principio su único oficio es la guerra y, después, el gobierno y la administración. Si bien las fronteras sociales varían según la época y pueden ser bastante flexibles en ciertos momentos, desde la era Edo se convierten en un estamento cerrado y adquieren una serie de privilegios exclusivos: poder portar armas, no pagar impuestos, y no poder dedicarse a trabajos manuales.
NINJAS (忍者)
Dentro de los ejércitos samurái, los ninja eran unidades de élite altamente especializadas, entrenadas para realizar misiones especiales, sobre todo en labores de espionaje e infiltración. El hecho de operar casi siempre en la sombra los ha vestido de negro y, sobre todo, los ha rodeado de un halo de misterio y fascinación, y tanto en su Japón natal como en el extranjero se les atribuyen las más fantásticos poderes, como volverse invisibles, caminar sobre el agua, volar, el uso de armas exóticas (estrellas arrojadizas y demás artilugios peliculeros) o, para rizar el rizo, que eran hijos de un demonio y una mujer cuervo. La realidad, como de costumbre, es más prosaica. La imagen arquetípica del ninja enmascarado, con su traje negro, trepando por los muros de un castillo para degollar al daimyo de turno es poco más que un mito. La mayoría de las veces la misión del ninja se limitaba a recoger información, a labores de sabotaje, extender rumores o vigilar los movimientos del enemigo. Por supuesto, disfrazado de monje, de mendigo o de campesino para confundirse entre la multitud y moverse sin levantar sospechas, y con armas prácticas y menos llamativas, como cuchillos y herramientas agrícolas modificadas. La verdadera destreza y la ingeniosidad de los ninjas residía en su capacidad para adaptarse y utilizar el entorno a su favor, y no en sus habilidades mágicas o sobrenaturales que, lo siento mucho, son pura leyenda.
Qué interesante y entretenido. Tus artículos me gustan mucho.