Seguro que a todos vosotros en alguna ocasión os han contado algún chiste que comenzaba así “un inglés, un francés y un español…”, pues cambiando alguna nacionalidad, este artículo también va a comenzar así: un alemán, un finlandés y un español te piden dinero prestado, ¿a quién se lo dejarías? Condiciones: no conoces a ninguno de ellos, tampoco su patrimonio personal ni familiar ni su solvencia ni para qué lo necesitan… nada de nada, sólo su nacionalidad. Así que, pensando en quién te lo devolvería, ¿a quién se lo prestarías? Como lo único que sé es su nacionalidad, me basaría en si su país históricamente ha sido buen pagador.

  • Finlandeses

Independientemente de la victoria de los Aliados frente a las Potencias Centrales durante la Primera Guerra Mundial, el gran triunfador de este conflicto bélico fueron los EEUU. Además de no haber sufrido los combates en su propio territorio, su comercio experimentó un crecimiento sin precedentes, suministrando bienes de equipo y materias primas a los países europeos y llenando el vacío dejado por las otrora potencias europeas tradicionales en los mercados internacionales. Asimismo, se convirtió en el principal acreedor europeo, ya que la reconstrucción de la vieja Europa se financió con los créditos concedidos por el Tío Sam. Y uno de los países que solicitó esta financiación en 1920 fue Finlandia.

No fue la única ocasión en la que EEUU acudió en ayuda de Finlandia. En 1917, tras proclamar su independencia durante la Revolución rusa, estalló una brutal guerra civil entre conservadores y comunistas. La guerra, malas cosechas y el bloqueo ruso ocasionaron una terrible hambruna y los finlandeses pidieron ayuda a Herbert Hoover, futuro presidente de los EEUU. ¿Y por qué a Hoover? Porque para él no era nada nuevo: se había ocupado de repatriar a los estadounidenses atrapados en Europa cuando estalló la Gran Guerra y había conseguido hacer llegar alimentos a Bélgica y Francia durante el conflicto bélico mediante la creación de la Comisión para el Socorro. Hoover recaudó fondos y consiguió donaciones de alimentos en los EEUU, Dinamarca, Inglaterra y Noruega para aliviar la hambruna finlandesa.

Desde el primer día, y a pesar de todas las limitaciones, Finlandia hizo frente a la deuda contraída con los EEUU en pagos interanuales durante 62 años, al 3% durante los primeros diez años y del 3,5% el resto. En 1931, con la Gran Depresión, Herbert Hoover, presidente desde 1929, anunció una moratoria de un año para todos los préstamos intergubernamentales -reparaciones de guerra impuestas a los perdedores (Alemania) y deuda de los aliados con EEUU-. Todos dejaron de pagar, excepto Finlandia.

En la Conferencia de Lausana, celebrada en 1932, representantes de Alemania y de los Aliados, a excepción de EEUU, propusieron un acuerdo sobre el tema de las reparaciones de guerra y las deudas interaliadas. Ante la negativa del Congreso de los EEUU a cancelar las deudas, cuando Hitler llegó al poder dejó de pagar las abusivas deudas de guerra. De hecho, John Maynard Keynes, que, por cierto, abandonó la delegación británica en la Conferencia de Paz de 1919 por no estar de acuerdo con lo que se acordó, ya anticipó lo que podía ocurrir en su libro Las consecuencias económicas de la paz:

Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una generación Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creemos que todos nuestros recientes aliados son ángeles puros y todos nuestros recientes enemigos son hijos de del demonio; si deseamos que, año tras año, Alemania sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las proposiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a Alemania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material […] Si nosotros aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa Central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tardará.

Al año siguiente, la mayoría de países utilizaron la decisión tomada por Alemania para dejar de pagar a los EEUU al interpretar que ambas deudas estaban vinculadas: si no cobramos las reparaciones de guerra (de Alemania), no pagamos nuestras deudas (con EEUU). Otros decidieron seguir abonando cantidades simbólicas, y sólo Finlandia hizo frente a sus pagos religiosamente -a excepción de la segunda moratoria con motivo de la Segunda Guerra Mundial-.
Lógicamente, el hecho de ser buen pagador iba a tener sus beneficios: en 1949 el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley por la que la cuantía de los pagos finlandeses se iba a destinar a la adquisición de material didáctico y equipo tecnológico estadounidense para colegios y universidades finlandesas, además de financiar los viajes y la estancia de investigadores finlandeses en los EEUU. En 1976, con el último pago, se creó el Fondo Fiduciario Educativo finlandés-estadounidense.

Años más tarde, se volvería a repetir esta ecuación. En esta ocasión, el acreedor fue la Unión Soviética y también pagaron. Aunque los EEUU habían tratado de convencer a los soviéticos de que no se impusiesen reparaciones de guerra a Finlandia por su participación en la Segunda Guerra Mundial, Stalin no claudicó y exigió una compensación de 300 millones de dólares. La única concesión fue permitir que se pudiese amortizar en bienes y equipos. Y Finlandia cumplió, el 18 de septiembre de 1952 canceló su deuda con el último envío: un barco.

  • ¿Y los alemanes?

En octubre de 2010, Angela Merkel abonaba el último pago correspondiente a las reparaciones de guerra que los países vencedores impusieron a Alemania tras su rendición en la Primera Guerra Mundial… y todo por la letra pequeña.

Tras la Conferencia de Paz de París de 1919, que ponía fin a la Gran Guerra, y el posterior Tratado de Versalles, Alemania perdía 70.000 km² del territorio que ocupaba antes de la guerra, sus colonias quedaron en manos del Reino Unido y Francia, el ejército se redujo a 100.000 hombres y se prohibió fabricar cualquier tipo de material de guerra, tuvo que asumir la responsabilidad y culpabilidad de la guerra, se le impusieron las llamadas reparaciones de guerra, se excluyó a Alemania de la recién creada Sociedad de Naciones… Alemania quedó asfixiada por aquel tratado. Todas estas circunstancias crearon el caldo de cultivo perfecto para que el mesías de turno vendiese su discurso. A esto habría que añadir la errónea medida tomada por el gobierno alemán para financiar las reparaciones de guerra, cuando emitieron grandes cantidades de dinero, sin ningún tipo de control, que produjeron un incremento brutal de los precios. Por ejemplo, el billete de metro pasó de 0,10 marcos en 1918 a 150 millones en los años 20; el sello más caro era el de 4 marcos y en 1923 era de 50.000 millones… Se emitían nuevos billetes con un valor nominal de millones, pero la verdad es que valía más el papel en el que se imprimían.

Firma del Tratado de Versalles

En medio de este caos social y político y una terrible crisis económica con casi 6 millones de parados, aparece Hitler, un líder mesiánico con un enorme poder de sugestión, ofreciendo revisar las condiciones del tratado para dejar de pagar las reparaciones de guerra, restablecer el prestigio de un ejército abatido y humillado, recuperar el nivel de empleo y el crecimiento económico anterior a la Gran Guerra, una sociedad sin clases en la que todos tuviesen las mismas oportunidades -sonar, sonaba muy bien-. Con mucha gente pensando únicamente en echarse un mendrugo de pan a la boca, no es de extrañar que los alemanes se sintieran atraídos por aquel modelo de sociedad donde el bien común se anteponía al interés particular… el resto es ya de sobras conocido.

A las viejas deudas heredadas de la Gran Guerra, ahora se añadían las impuestas tras la Segunda Guerra Mundial. Aquella situación era completamente insostenible y la deuda imposible de pagar, pero todo cambio gracias a la Guerra Fría y la división de Alemania en 1949 en la República Federal Alemana (RFA, Alemania Occidental) y la República Democrática Alemana (RDA, Alemania Oriental). El Bloque Occidental entendió que necesitaba una RFA fuerte para que hiciese las veces de tapón frente al empuje comunista, y para ello debían aligerar su deuda. Reunidos en Londres en 1953, los principales acreedores (EEUU, Gran Bretaña y Francia) decidieron condonar una parte importante de la deuda, además de convencer al resto de acreedores de que también lo hiciesen, y reestructuraron el resto para hacerla más llevadera. En aquella reestructuración hubo una partida (los intereses de las reparaciones de la Primera Guerra Mundial) cuyo pago quedó en suspenso y que cayó en el olvido porque muchos pensaron que nunca se daría el requisito impuesto para abonarla: la unificación de Alemania. ¿Quién iba a pensar en 1953, en plena Guerra Fría, que las dos Alemanias se reunificarían?

En 1989, con la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación en 1990, terminó la suspensión de aquel pago y Alemania debió hacer frente a una deuda olvidada de unos 3.000 millones de euros procedentes de los intereses de las reparaciones impuestas en el Tratado de Versalles.

  • ¿Y los españoles?

España tiene el récord mundial de bancarrotas: 13. Mantener el dominó del Imperio donde no se ponía el sol y su política de defensa del catolicismo en Europa supuso la primera bancarrota de España en el siglo XVI (durante el reinado de Felipe II), hecho que, a lo largo de la historia, se ha repetido en 12 ocasiones más.

Ahora que tenéis los datos, ¿a quién se lo prestarías?