Había un país al este de Egipto, un lugar que era el hogar de la diosa Hathor y la morada de Ra en la tierra, desde donde cada mañana el dios sol se levantaba para iluminar el mundo. Un país exótico, el país de los perfumes, del que procedían el árbol del incienso, la mirra y otras materias aromáticas usadas en los cultos, y también el ébano, el oro, la malaquita… Ese país, que los egipcios conocían como ta-netcher, “la tierra del dios”, un lugar de riquezas sin igual, es hoy una de las zonas más pobres del planeta. A decir verdad, en los antiguos textos egipcios se emplea habitualmente la expresión ta-netcher, «tierra del dios», para referirse a los lugares que no estaban gobernados por el faraón y que tampoco tenían un gobernante fuerte y prominente, en contraposición con las denominadas «regiones bajo la mano de dios».
El país de Punt
En realidad, su nombre era Punt, y era conocido desde los tiempos del Imperio Antiguo. De hecho el faraón Sahura, de la Vª dinastía, ya había organizado una expedición a esta región en el siglo XXV a.C., la más antigua de la que se tiene registro, para llevar a Egipto mirra, ébano, electrum (una aleación de oro y plata) y malaquita.
Y no fue la única expedición organizada a este lugar. Pepi II, de la VIª dinastía, y Menunhotep III, de la dinastía XI, también organizaron sendas expediciones. Y eran viajes importantes, destinados no sólo a importar aquellos productos vitales para los rituales egipcios, sino también para mantener las relaciones con este país. La expedición de Menunhotep III debió ser digna de ver: tres mil hombres al mando del canciller Henu, del que nos ha quedado una inscripción en las rocas del valle de Uadi Hammamat:
Fui enviado a conducir barcos al país de Punt para traer al faraón especias fragantes que los príncipes del país Rojo recolectan profusamente puesto que entusiasman a todas las naciones. Y partí de la ciudad de Coptos pues Su Santidad ordenó que los hombres armados que debían acompañarme debían ser del sureño país de los Tebanos.
La reina Hatshepsut
Sin embargo, de las expediciones que los faraones enviaron al país de Punt (fueran pocas o muchas, sólo nos ha llegado registro de estas cuatro) la que mejor conocemos fue la enviada por la reina Hatshepsut a comienzos del Imperio Nuevo. Hatshepsut era una reina-faraón de la XVIIIª dinastía que reinó en Egipto durante más de dos décadas en el siglo XV a.C.: la mujer que más tiempo se ciñó la doble corona del faraón. Nieta, hija y esposa de faraones, había sido apartada del trono, que le pertenecía por derecho, por las intrigas del chaty (el primer funcionario de Egipto, el hombre más poderoso después del faraón) y del arquitecto real. Sin embargo, Hatshepsut era una mujer fuerte e inteligente y consiguió recuperar el poder que le habían arrebatado mediante lo que podría considerarse un golpe de estado. Con el apoyo del primer sacerdote se autoproclamó faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón ante un joven e inexperto sobrino, Tutmosis III, que no pudo evitar que su tía se hiciera con el control del reino. Precisamente por haberse hecho con el poder de esa forma tuvo que poner mucho empeño (y propaganda) en legitimar su posición. Y una de las acciones que llevó a cabo para ello fue la mayor expedición al país de Punt que se recordaba en siglos.
La doble expedición a Punt
Fue una expedición organizada por todo lo alto, por mar y por tierra, con el objeto de importar árboles de incienso, mirra, oro y maderas preciosas como el ébano, muy apreciadas en Egipto donde prácticamente no crece otra madera aparte de palmeras, que no son un verdadero árbol sino una hierba grande y tienen una madera de pésima calidad, y los sicomoros.
Por mar, cinco barcos de veinticuatro metros de eslora y seis de manga, tripulados por más de doscientos hombres. Y, a bordo, regalos para los gobernantes locales de Punt, entre los que destacaba una enorme estatua tallada en un único bloque de granito rosa representando a la reina Hapshetsut y al dios Amón, juntos. La expedición fue un gran éxito y los barcos emprendieron el viaje de retorno cargados con más de treinta árboles vivos, extraídos de raíz, montones de resina de mirra, ébano, marfil, “oro verde” (malaquita), incienso, pieles de animales, babuinos, perros… Valiosas mercancías que enriquecieron las arcas reales.
Por supuesto, a un éxito así había que darle la merecida publicidad, y se hizo en la mayor obra del reinado de Hatshepsut, el templo de Dyeser Dyeseru en Deir el-Bahari, el más monumental del valle y único en su género en Egipto. Los árboles vivos se plantaron a la entrada de este templo y del de Amón, en Karnak, y en sus paredes podemos encontrar grabados que cuentan la expedición y representan animales de este país desconocidos en Egipto. Fue, sin duda, el momento álgido del reinado de Hatshepsut.
¿Dónde está el país de Punt?
La expedición de Hapshetsut también nos ha legado una descripción de los gobernantes del país de Punt, de sus habitantes y de su modo de vida. La reina Ity era obesa, y el rey Parehu tenía barba y llevaba un casquete en la cabeza y anillos en la pierna. La piel de sus gentes era más oscura que la de los egipcios, algunos con tono cobrizo y otros negros, como los nubios, y vestían faldellín (falda corta) al igual que los egipcios. Construían cabañas redondas con troncos enlucidas con barro y tejados cónicos hechos con paja. Aún hoy no está claro dónde estaba exactamente Punt, y quizá nunca lo sepamos, porque los faraones se ocuparon de guardar el secreto del lugar exacto origen de tantas riquezas. Lo que sí es seguro, en base a las descripciones de plantas y animales que nos han llegado gracias a la expedición de Hatshepsut, es que estaba en algún lugar cercano a la costa del mar Rojo o del golfo de Adén, en la región ocupada por Sudán, Somalia, Eritrea, Etiopía y Djibuti.
El país de Punt, la morada de Ra en la tierra, el hogar de la diosa Hathor, el país de los perfumes, origen de riquezas sin cuento, se encontraba en la que hoy es una de las regiones más pobres del planeta.
Colaboración de Enrique Ros de Apuntes de Historia
Información Bitacoras.com
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Una de las regiones de Somalia, autoproclamada autónoma, pero sin reconocimiento alguno, ha adoptado en nombre de Puntland. http://www.puntlandgovt.com/
Las vueltas que da la historia. Pasados gloriosos de lugares venidos a menos. Aquí podemos mirar hacias Grecia, cuna de la civilización europea.
Un saludo.
De ahí lo de dar un punt.azo.
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[…] No me extiendo más sobre el tema porque ya le dediqué un artículo entero en una de las colaboraciones con Historias de la Historia, que puedes leer aquí. […]