Según la RAE, el imperialismo es «la actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política». Vamos, que a lo  largo de la historia los imperios han sido los malos de la película. ¿Ha sido así realmente?

Además de la manida Leyenda Negra que nos persigue a los españolitos, habría que preguntarse si el resto de los que fueron considerados imperios tuvieron también una leyenda negra en su momento. Pues sí, como María Elvira Roca Barea apunta en su libro Imperiofobia y la leyenda negra -por cierto, un libro que os recomiendo encarecidamente- las ideas de imperio y leyenda negra van irremediablemente unidas, y pone los ejemplos de Roma, Rusia, Estados Unidos (el que actualmente está en el candelero) y España (la más arraigada y duradera).

Además, es muy fácil ponerse al lado de los pueblos oprimidos por los imperios y cargar las tintas contra éstos. Eso es indiscutible y humano. Por lo tanto, resulta muy tentador dividir la historia en buenos y malos, y situar todos los imperios, lógicamente, en el bando de los malos. Introducido el concepto de imperiofobia, ahora tengo que echar mano del historiador israelí Yuval Noah Harari, del que os recomiendo cualquier trabajo que lleve su firma. Harari nos descubre una realidad histórica que nos puede provocar algún sarpullido, porque “el imperio ha sido la forma más común de organización en el mundo a lo largo de los últimos 2.500 años. Durante estos dos milenios y medio, la mayoría de los humanos han vivido en imperios”. Esa amalgama de culturas, tradiciones, lenguas y religiones propias de cada uno de los diferentes territorios que conformaban un imperio fueron engullidas por las de la élite imperial. Y lo que hicieron, simple y llanamente, fue ser prácticos, porque manejar un imperio es más fácil con un único cuerpo de leyes, una misma lengua o una moneda común. La consecuencia es que los pueblos sometidos, con el tiempo, las hicieron suyas. Por ejemplo, cuando el Imperio romano de Occidente cayó…

…los etruscos, íberos, celtas, helvecios, samnitas, lusitanos, umbros y cientos de otros pueblos olvidados que los romanos habían conquistado siglos antes no se levantaron del cadáver eviscerado del imperio como Jonás del vientre del gran pez. No quedaba ninguno de ellos. Los descendientes biológicos de las gentes que se habían identificado como miembros de aquellas naciones, que habían hablado sus lenguas, adorado a sus dioses y contado sus mitos y leyendas, ahora pensaban, hablaban y adoraban como romanos.(De animales y dioses – Yuval Noah Harari)

Así que, si la mayor parte de las culturas actuales se basan en herencias imperiales y los imperios se fundaron sobre la sangre y mantuvieron su poder mediante la opresión, ¿qué dice esto de nosotros? Pues que igual tendríamos que admitir que seguimos el ejemplo de los malos y de que a ver quién es el guapo que tira la primera piedra. Yo creo que deberíamos evitar esa división tan simple de buenos y malos, dejar de juzgar hechos pretéritos con la mentalidad actual y admitir que la realidad histórica es más compleja. Por eso precisamente, no pretendo arrogarme funciones de juez para establecer quienes son los buenos y los malos o hacer una comparativa moral de cada una de los pueblos o imperios del tipo “y tú más”, sino dejar claro que, en similares circunstancias, todos, y digo todos, actuaron de igual forma, para bien o para mal. Todos los pueblos, dependiendo de la posición que han ocupado en cada momento, hemos sido responsables de culpas semejantes. Como dice William S. Maltby, profesor de Historia de la Universidad de San Luis (Estados Unidos)…

Rara vez han conquistado tierras nuevas los mansos y delicados.