La guerra de Crimea (1853-1856) enfrentó a la Rusia zarista de Nicolás I contra el Imperio Otomano del súltán Abdul-Mejid I apoyado por Francia y el Imperio británico. La pretensiones expansionistas de Rusia hacia Oriente, camufladas en cuestiones de índole religioso, desencadenaron en una guerra cruenta que muchas recordaréis por la película La carga de la brigada ligera (1936). Por el propio carácter y la especie de los dos protagonistas de esta historia, un gato y una tortuga, uno lo hizo activamente y la otra… estaba por allí.
En 1854 un contingente de tropas británicas, francesas y otomanas sitiaron la ciudad de Sebastopol, donde los rusos se habían hecho fuertes. Sabiéndose inferiores a la flota británica, los rusos cerraron la entrada al puerto hundiendo varios de sus barcos y desmontaron toda la artillería naval para situarla en lo alto de las murallas de la ciudad. Los rusos sabían que si Sebastopol caía, la guerra, como así ocurrió, estaría perdida. Los aliados sitiaron la ciudad, impidieron que los sitiados recibiesen suministros ni refuerzos de ningún tipo y comenzaron un intenso bombardeo para rendir Sebastopol. Tras un año de asedio, los rusos se rendían.
Aunque los rusos abandonaron la ciudad, las tropas de la alianza revisaron casa por casa en busca de enemigos… y de comida, ya que sus provisiones también escaseaban. Con la orden de encontrar comida, el capitán británico William Gair, al mando del 6º Regimiento de Dragoon Guards, recorría la ciudad cuando, al entrar en un edificio en ruinas, encontraron un gato atigrado sobre un montón de escombros, cual Rey León. Se acercaron al gato y éste se mostró muy cariñoso, así que decidieron llevárselo como mascota. Regresaron al campamento con el gato, al que llamaron Tom, pero… sin comida. Mientras Gair pensaba qué hacer para solucionar el problema de la comida, se dio cuenta de que el gato estaba muy gordito para haber sufrido un asedio de un año. Pensó que para él habría sido fácil sobrevivir con las muchas ratas que había, pero también que las ratas habrían sido las primeras en dar buena cuenta de los graneros o lugares donde hubiese comida. Así que, un día decidieron seguir a Tom cuando salía del campamento a cazar. Volvió al mismo edificio donde lo habían encontrado y se metió por un agujero pequeño que parecía dar a un sótano. Gair ordenó quitar los escombros y consiguieron abrir un hueco mayor por el que consiguieron entrar. Era un almacén de comida. Aunque la había inservible o roída por las ratas, buena parte todavía se podía aprovechar. En posteriores días, y gracias a Tom, consiguieron encontrar otros muchos depósitos de suministros que les proporcionaron una tabla de salvación para las hambrientas tropas.
Finalmente, y cuando regresaron a casa, decidieron que Tom debía acompañarlos. Se lo había ganado. Aunque tuvieron que ocultarlo, consiguieron llevarlo a Inglaterra donde vivió en la casa del capitán William Gair. Hoy en día se puede contemplar su cuerpo disecado en el Museo Nacional del Ejército de Londres.
Nuestro siguiente protagonista se llamaba Timothy. Tras pasar sus primeros días en el mar en un barco portugués se “enroló” en un buque de la Royal Navy británica al mando del capitán John Everard Courtenay en 1854. Pasó por varios navíos de la Royal Navy y participó en la guerra de Crimea a bordo del HMS Queen en el sitio de Sebastopol. En 1892, tras casi 40 años al servicio de la Marina británica, se licenció y fue acogido por la familia Courtenay, condes de Devon. No era de mucho hablar y mucho menos de contar batallitas. Así que, su vida transcurrió tranquila y placentera en el castillo de Powderham, residencia del conde de Devon, hasta que falleció en 2004. Lógicamente, al morir con más de 160 años era el último superviviente de la guerra de Crimea. Timothy, a pesar del nombre, era una hembra… de tortuga mediterránea.
Cuando llevaba varios años viviendo plácidamente en el jardín del castillo decidieron que se aparease… ¡sorpresa! Era hembra. Pero después de tanto tiempo llamándola Timothy prefirieron no cambiarle el nombre y le colgaron un chapa con «My name is Timothy«. Está enterrada en el cementerio familiar.
Interesantes historias, gracias amigos.
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¡Oh! Amo la Historia; me apasiona aprender curiosidades de todo tipo. Mucha suerte en el concurso; yo también voy. Me presento por Solidaridad, pero en mi página hay un poco de todo: música, literatura, ciencia, denuncia de injusticias… Aquí la dejo. ¡Gracias, y a seguir divulgando!
La tortuga participó, pero fuentes bien informadas aseguran que no tenía ninguna prisa… ni en combatir ni en morirse.
Un saludo, Javier.