Juan del Val es el ganador del Premio Planeta 2025 con la novela Vera, una historia de amor. El prestigioso galardón literario, el mejor dotado del mundo con un millón de euros al ganador y 200.000 euros al finalista, está abierto a novelas inéditas escritas en castellano. Y esta es la historia de cómo una veterana y prestigiosa escritora española, remisa a «presentarse» al Premio Planeta, recibió una oferta irrechazable para acceder a concursar y… ganar.
En sus orígenes, el ganador surgía del criterio de un más o menos discreto jurado profesional y entendido. A partir de finales de los 70 comenzaron a ganarlo todo un elenco de conocidos escritores, ya consagrados muchos de ellos, que aseguraban una cierta calidad a la par que éxito de ventas (el descomunal importe del premio necesita amortización). Conviene advertir también que la cuantía económica del premio provocó un innegable efecto llamada para muchos escritores que, de pronto, vieron en él la suculenta fuente de ingresos y de popularidad que ayudara a sobrellevar la siempre maltrecha economía de un autor.
No me resisto a citar aquí a Camilo José Cela, «flamante» ganador de la edición de 1994 (envuelta en una agria acusación de plagio), quién se cansó de decir a todo el que le quisiera escuchar que no se presentaba nunca a premios literarios porque no le merecían respeto (lo ganaban escritores mediocres que no estaban a su altura, como tampoco lo estaban los premios). Se ve que el Premio Planeta sí le merecía respeto, aun después de haber ganado ya el Nacional de Narrativa en 1984, el Príncipe de Asturias de las Letras en 1987 y el Nobel de Literatura en 1989. Incluso llegó a decir del Premio Cervantes que estaba «cubierto de mierda», antes, eso sí, de que se lo concedieran en 1995.
Llegados a finales del siglo XX, comienzan a simultanearse ganadores mediáticos con meritorios novelistas; la inclusión de ciertos perfiles responde a que todos los novelistas consagrados lo habían ganado ya (o no se prestaron al «juego»), y hubo que comenzar a incluir en la nómina, junto a notables narradores emergentes, a periodistas reciclados, políticos retirados y advenedizos varios. También hay que añadir que sí es innegable la cuota de calidad en la nómina de los ganadores recientes. Pero no hemos venido a contarles lo que seguramente ya saben o es un secreto a voces.
Sevilla. finales del siglo XX.
En un restaurante se han reunido un grupo de amigos, escritores muchos de ellos, todos relacionados con la cultura, la intelectualidad, la docencia o la literatura. Entre ellos, una veterana y prestigiosa escritora española que se venía mostrando remisa los últimos años a «presentarse» al Planeta. Otro de los comensales es quien relató esta anécdota y al que, por razones obvias, mantendremos en el anonimato. De pronto aparece por allí José Manuel Lara (padre); saluda a los presentes y se dirige directamente a nuestra protagonista. La charla es breve, amistosa, y no exenta del cierto tono imperioso muy del estilo del patriarca. En el momento de despedirse arroja sobre la mesa un libro, cuya portada luce el inconfundible diseño de los Premios Planeta. En él puede verse el nombre nuestra protagonista como autora, un título ficticio y el subtítulo de “Ganador del Premio Planeta año XXXX”. El libro está en blanco. Al despedirse, Lara se limitó a concluir:
Rellénalo
Se ve que no lo rellenó, porque nuestra veterana y prestigiosa autora nunca ganó el Planeta. Y eso dice mucho de su independencia.
Algunos autores han denunciado las «presiones» que han sufrido para presentarse al Planeta para ganarlo:
- A Miguel Delibes se le ofreció no en una ocasión, sino «con periódica reiteración«. La última de ellas se refería a la edición de 1994: «Lara ha venido a Valladolid a ofrecerme el premio tratando de convencerme con el argumento de que todos saldríamos beneficiados: él, el premio, la literatura y yo«.
- Según Ernesto Sábato, el consejero delegado de Planeta, José Manuel Lara, se había puesto en contacto con él en 1994 para ofrecerle el galardón de ese año, pero el literato rehusó la oferta: «Yo me reí y le dije que no podía aceptar un premio por un libro que todavía no había escrito«.
- Otros, ganadores en el pasado, o han dimitido como miembros del jurado por discrepancias con el proceso de elección de los premiados, como Juan Marsé: «la literatura actual se asemeja cada vez más al mundo del prét-á-porter» y el verdadero reto para un autor no es entrar en ese mundo sino ser capaz de rechazarlo» …o entraron en la polémica por la baja calidad de los ganadores de ese año, como Rosa Regás: «esperaba que el nivel (del Planeta) fuera más alto«, pero destacó que la poca unanimidad ha propiciado, sin embargo, «un larguísimo y enconado debate sobre literatura, que siempre se echa en falta en España«
Aquí terminaba esta historia dejando a vuestra curiosidad descubrir la identidad de la protagonista. Venga va, unas pistas: Premio Café Gijón en 1954 con El balneario; Premio Nadal en el 57 con Entre visillos; Premio Nacional de Literatura en 1978 con El cuarto de Atrás; Premio Anagrama de ensayo en 1987 con Usos amorosos de la postguerra española; Premio Príncipe de Asturias de las letras en el 88; Premio Nacional de las Letras Españolas en 1994… Su obra es extensa y diversa: cultivó el relato, la poesía, la novela, el ensayo, la traducción y todo lo hizo bien. Añadan a la nómina Caperucita en Manhattan, Nubosidad variable, Irse de casa… Como ella misma afirmó:
He vivido los cuarenta años con la suerte de poder hacer lo que me gusta, escribir, y con la suerte de que lo que escribo les gusta a mis lectores y alienta a los críticos. Lo veo como un milagro
Y curiosidades de la vida, Juan del Val, al enterarse de que era el ganador, ha dicho que le parecía un milagro. ¿Será el mismo milagro el de nuestra protagonista que el del autor madrileño que desarrolla su labor profesional de periodista en Atresmedia y de escritor en Planeta (principal accionista de Atresmedia)? La mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo.
Siempre con ese gorro que formó parte de su aspecto los últimos años, con todos vosotros: Carmen Martín Gaite.
Fuente: Vuelve ni tontas, ni locas. Mujeres sin preposición.
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