Tras el éxito del equipo español de natación sincronizada, que ha cerrado su mejor participación en unos mundiales tras acabar la competición de la modalidad artística con nueve medallas en total, tres de ellas de oro, y que vuelven a colocarnos entre una de las potencias de este deporte, parece propio y oportuno contar la historia de Annette Kellerman, la «inventora» de la natación sincronizada que, curiosamente, fue detenida por usar traje de baño.

Cuesta trabajo imaginar cómo era la experiencia de darse un baño en la playa a comienzos del siglo XX. Esas entrañables imágenes de ellos con monos a rayas hasta la rodilla y ellas con vestidos largos, incluso con pantalones debajo y polainas; todo muy práctico y cómodo -modo ironic-.  En el XIX, eso de “tomar los baños” eran extravagancias propias de la realeza, de aristócratas y de ociosos. Pero la progresiva mejora en las condiciones de vida y la evolución social general permitió cada vez a más gente disfrutar de más recursos y más tiempo. El concepto vacaciones empieza a tener sentido; los viajes ya no son solo cosa de aventureros o exploradores; y las ciudades costeras dejan de darle la espalda al mar, tradicional escenario del duro trabajo de pescadores y marinos, y comienzan a mirarlo con otros ojos: los que lo asocian a la salud, al buen tiempo, a la actividad física, al tiempo libre… conceptos prácticamente nuevos entonces, todavía por explotar y con mucho recorrido, como bien sabemos hoy.

Annette Kellerman nació en Sidney, Australia, en 1887. Es plena época victoriana y la moral es muy estricta: represión sexual, conducta social encorsetada, sujeción a los valores tradicionales y una enorme hipocresía de las clases dirigentes que mantienen sometidas y en la ignorancia a las clases menos favorecidas. Esta estricta moral afectaba entre otras muchas cosas, como vamos a ver, a la vestimenta.

De niña sufrió una enfermedad que debilitó enormemente sus piernas, hasta el punto de que tuvo que utilizar un sistema ortopédico para poder caminar. El médico recomendó a sus padres que realizara ejercicio, en concreto que nadara con regularidad, así que Annette comenzó a acudir a diario a clases de natación. Los resultados fueron espectaculares y así es cómo comienza una carrera como nadadora que abarcó todos los estilos y modalidades. A los 15 años comienza a ganar carreras y bate sus primeros récords. Y con 16 ya realizaba exhibiciones de natación y buceo, incluyendo espectáculos en acuarios con peces. En 1905 era ya muy conocida, tanto que viajó a Gran Bretaña a hacer dos cosas: mostrar su espectáculo a la familia real británica y, de paso, intentar cruzar a nado el Canal de la Mancha. Ambos acontecimientos supusieron una revolución. Para la exhibición no utilizó los trajes al uso que hemos descrito antes y que impedían nadar con libertad, sino que adaptó uno de hombre al que añadió medias y mangas. Como es fácil de deducir, el traje insinuaba su silueta y eso no era decente. El intento de cruzar a nado el Canal de la Macha también le obligó innovar: cubrió su traje de baño con aceite y se pegó unas gafas a la cara, en un intento de proteger su cuerpo de las frías aguas del Canal y los ojos de la sal del agua marina. La marea no la ayudó y el truco de las gafas no terminó de funcionar así que el intento fracasó; esta vez y las otras dos que lo intentó. No obstante, demostró que era posible para una mujer ese esfuerzo, aunque ella misma definió la experiencia como la peor de su vida: «tuve resistencia pero no fuerza bruta«.

Lo cierto es que Annette Kellerman acababa de inventarse el primer traje de baño femenino de una sola pieza y, además, lo utilizó para defender el derecho de las mujeres a desprenderse de las pesadas vestimentas que la moralidad masculina les imponía. Y esa es la razón por la que en el verano de 1907 fue detenida en Revere Beach en el estado norteamericano de Massachussets: por llevar puesto su bañador e infringir con ello todas las normas de decencia. Adujo ante el tribunal que para no hundirse al nadar necesitaba llevar ropa cómoda. Convenció al juez y fue absuelta de los cargos, aunque se le aconsejó que llevase puesta la falta hasta el mismo momento de meterse en el agua. Sus trajes tuvieron un éxito inmediato y Annette creo sus propios diseños de trajes de baño que comenzó a comercializar: se les conocería como los “Kellermans”.

Pero la actividad de Annette no se detuvo aquí. Colaboró con el Daily Mirror para hacer una serie sobre natación en las costas británicas y siguió realizando exhibiciones en estanques y acuarios acompañada de otras nadadoras con las que realizaba coreografías ante la admiración general. Si la natación sincronizada tiene un verdadero origen, son estos espectáculos acuáticos de la Kellermman. Su desembarco en la industria emergente del entretenimiento era solo cuestión de tiempo: el cine llamó a su puerta y filmó varias películas, todas ellas con números acuáticos, siendo la verdadera precursora de Esther Williams, que popularizó este tipo de filmes unos años después. La propia Esther Williams la interpretó en la película «Million Dollar Mermaid (1952), aquí titulada «La primera sirena», y en la que haciendo una acrobacia se rompió el cuello y terminó con un yeso en el cuerpo durante siete meses. La más popular de sus películas fue sin duda «La hija de los dioses» de 1916 en la que aparece desnuda y se convierte en la primera actriz famosa en hacerlo. No se conservan copias de la cinta pero sí alguna imagen que hoy provoca casi sonrojo por su ingenuidad (aparece sentada en la rama de un árbol con los brazos extendidos y sus pechos cubiertos por su larguísimo cabello).

Una hija de los dioses

Cuando dejó la actividad acuática dedicó todos sus esfuerzos a promover un estilo de vida saludable basado en la alimentación vegetariana y el ejercicio. Escribió varios libros sobre belleza y salud y recorrió el país impartiendo conferencias. Inconformista, emprendedora, luchadora, independiente, supo transformar las dificultades en oportunidades y sirvió de inspiración para toda una generación de mujeres que comenzaban a hacerse dueñas de su destino. Para la anécdota queda el hecho de que Dra. Dudley Sargent de la Universidad de Harvard le concediera en 1908 el título de “Mujer Perfecta” después de un estudio realizado a tres mil mujeres: sus proporciones y aspecto eran los más próximos a las de la Venus de Milo.

Fuentes: Vuelve ni tontas, ni locas. Mujeres sin preposición

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