Fueron Louis Leakey y su mujer Mary (y la ayuda posterior de sus hijos Richard y Phillip), paleontólogos y antropólogos todos ellos, quiénes establecieron y demostraron que la especie humana proviene de África, en contra de la tendencia imperante a principios del silgo XX de que ese origen estaba en Europa o Asia, a la luz de descubrimientos más recientes de la época. Ya Charles Darwin en su Origen de las especies había apuntado hacia un presunto origen africano de la humanidad por la proximidad entre humanos con chimpancés y gorilas:

Es más probable que nuestros primeros progenitores hayan vivido en el continente africano que en cualquier otro lugar.

Fue la saga familiar Leakley la que lo demostró. Pero su legado va más mucho allá. Y es que, fruto de su interés en la evolución humana y sus orígenes, y su intuición de que el estudio de los grandes simios quizá serviría para explicar la conducta de los primeros homínidos, consiguió financiación para las investigaciones que posteriormente desarrollarían tres extraordinarias mujeres. Él mismo las denominó Trimates haciendo el juego de palabras con «primate» y el término inglés mate (amigo, colega, pareja). Ellas son las máximas autoridades mundiales en sus respectivas materias: Dian Fossey se dedicó a los gorilas, Jane Goodall a los chimpancés y Biruté Galdikas, a los orangutanes.

Dian Fossey era la mayor de grupo y consagró su vida al estudio de los gorilas y a la conservación de sus hábitats naturales, gravemente amenazados. Su trabajo de campo estuvo siempre lleno de dificultades por la inestabilidad política de algunos países de la zona de estudio, como Zaire, y al comercio ilegal y la caza furtiva de esta especie, que la puso al borde de la extinción. En su libro Gorilas en la niebla plasmó sus más veinte años de estudio y su labor contribuyó definitivamente a la recuperación de la población de los gorilas de montaña y a visibilizar su comportamiento y compleja organización social, más allá de las anécdotas y productos cinematográficos. Murió asesinada a machetazos el 26 de diciembre de 1986 sin que el crimen haya sido definitivamente esclarecido, aunque todos los indicios apuntan a un ajuste de cuentas de los cazadores furtivos que veían en ella una clara amenaza para su negocio. Dos años después de su muerte, su vida y obra saltaron al cine en la película homónima de su libro. La última frase de su diario fue:

Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado y se concentra más en la conservación para el futuro.

Biruté Galdikas es la más joven de las Trimates y sigue en activo a través, entre otras cosas, de la Orangutan Foundation International que ella misma fundó. Su trabajo se centró en el estudio de los orangutanes en las selvas de Borneo, a los que ella misma denominó «personas tímidas de la selva»:

Yo deseaba estudiar los orangutanes, y el hecho de que Louis Leakey hubiera estimulado a Jane Goodall y a Dian Fossey me hizo pensar que también podría ayudarme a mí.

El trabajo de Biruté sobre los orangutanes fue pionero porque hasta ese momento solo Alfred Wallace (el codescubridor de la teoría de la selección natural junto a Darwin) les había prestado un poco de atención en su viaje por Malasia a mediados del siglo XIX. Biruté comprobó cómo los orangutanes son extremadamente esquivos, solitarios y desconfiados y una de sus principales tareas consistió en la reinserción de especímenes cautivos en su medio a través de la familiarización con el medio natural, ya que los encuentros directos en su hábitat han sido complejos y escasos. Por desgracia, también su dedicación ha ido orientada a evitar el comercio y la caza furtiva de esta especie, negocio muy lucrativo en el que están implicados también los centros de exhibición que los mantienen en cautividad

Y terminamos con Jane Goodall, fallecida el pasado día uno por un paro cardiaco, que orientó su ámbito de estudio a los chimpancés.

Ahora debemos redefinir las herramientas. STOP. Redefinir al hombre. STOP. O aceptar a los chimpancés como humanos.

Este telegrama fue la respuesta con la que Louis Leakey recibió los hallazgos de su pupila, Jane Goodall. En esa frase del paleontólogo se resume la aportación de Goodall a la humanidad, aunque en aquellos tiempos se escribía “hombre” para definir a la humanidad (y todavía alguno lo hace hoy en día). No éramos, no somos, tan especiales como pensábamos.

Ya vivía en Kenia cuando contactó con Leakey y recibió la propuesta de éste para investigar a los chimpancés salvajes en Tanzania. Su trabajo tiene el mérito añadido de que no contaba con formación universitaria previa en la materia, sino solamente una enorme vocación. Y esa falta de influencia académica es la responsable de que sus observaciones se salieran de los estrictos métodos científicos: humanizó a las poblaciones que estudiaba poniéndoles nombres propios a los individuos (en vez de la nomenclatura habitual) y comprobó cómo cada uno tenía su propia personalidad y conducta.

Y como colectivo era evidente que existía una compleja red de relaciones, dependencias y sentimientos en las comunidades; que fabricaban y utilizaban herramientas; que eran omnívoros; que sometían a otras poblaciones llegando incluso al canibalismo; que eran territoriales y dominantes; en fin, que, como sabemos ahora gracias a su trabajo y a los estudios de ADN, chimpancés y humanos somos primos hermanos. Resulta impresionante el hecho de que Jane llegó a ser aceptada como miembro de una comunidad de chimpancés y formó parte activa de ella durante meses (como miembro de menor rango, eso sí. En eso también nos parecemos chimpancés y humanos).

Jane Goodall, hasta su fallecimiento a los 91 años, siguió en activo a través de la labor que desarrolló el instituto de investigación que puso en marcha y que lleva su nombre (Instituto Jane Goodall)

Fossey, Goodall y Galdikas

Fuente: Vuelve ni tontas ni locas

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