Hace unos años el Atlético de Madrid lanzó una campaña de captación de socios donde un niño le decía a su padre: papá, ¿por qué somos del Atleti? El padre se quedaba callado sin saber qué decir y entraba un rótulo con el texto “no es fácil de explicar”. Pues así se debió quedar su madre cuando el pequeño Hans-Jürgen Massaquoi le preguntó ¿por qué soy negro? Aunque la pregunta era fácil de responder, era muy difícil explicarle a un niño por qué nunca veía a nadie con el mismo color de su piel…

Hans Massaquoi y sus padres

Hans Massaquoi y sus padres

El hijo del cónsul de Liberia en Alemania, Al-Haj Massaquoi, se encaprichó de Berta, una joven enfermera de Hamburgo, y fruto de aquel romance nació en 1926 un niño mulato al que llamaron Hans-Jürgen. Cuando todavía era un bebé, su padre, más preocupado por otros menesteres más lúdicos, los abandonó y el cónsul asumió el papel paternal acogiéndolos en la embajada. Los primeros años de Hans transcurrieron en un ambiente muy familiar, sin estrecheces y ajenos a todo lo se gestaba en las calles, incluso disponían de servicio compuesto por alemanes que hizo crearse al pequeño Hans una falsa idea de superioridad sobre los blancos. Esta ilusión se borraría cuando Hitler llegó al poder. Tras la expulsión de los diplomáticos de países africanos y la promulgación de las leyes racistas y antisemitas de Núremberg, donde negros y mulatos eran considerados un término medio entre humanos y animales, todo cambió. El cónsul abandonó el país con toda su familia pero Berta decidió quedarse con su hijo porque tuvo miedo de viajar a Liberia con un niño enfermizo de 9 años. Así que, se trasladaron a un barrio obrero de Hamburgo donde Hans comenzó a conocer la realidad de un mundo extraño para él y, peor aún, las primeras muestras de rechazo por el color de su piel. Para evitar el aislamiento y buscando formar parte de aquella sociedad que lo señalaba, se apuntó a las juventudes hitlerianas, se empapó de la ideología nazi y convirtió al Führer en un referente casi divino. Aunque su madre trató de hacerle ver su error, serían los propios nazis los que le quitarían la venda de los ojos cuando lo rechazaron en las juventudes y en la universidad por no ser ario… sólo servía como mano de obra en las fábricas de armamento. Poco a poco, fue dándose cuenta de su propia realidad racial y junto con su madre trataron simplemente de sobrevivir en medio de una sociedad hostil con ellos y con el mundo entero.

Hans-J.-Massaquoi

En julio de 1943 los Aliados lanzaron una brutal ofensiva que mantuvo Hamburgo bajo un intenso bombardeo durante varios días. En medio de aquel caos, Hans estuvo a punto de ser linchado cuando fue confundido con un piloto aliado abatido durante el bombardeo. Cuando terminó la guerra, Hans y su madre todavía permanecieron un tiempo en Alemania hasta que retomaron el contacto con sus familiares de Liberia y emigraron al país africano. Aunque estaba entre los suyos, nunca llegó a sentirse cómodo y en 1948 solicitó una visa de estudiante para ir a los EEUU donde pasó el resto de sus días hasta que falleció en 2013 a los 87 años.

Hans-Juergen-Massaquoi

Sobreviví para contar la porción de historia de la que fui testigo

Aunque Hans tenga su historia particular, hubo otros muchos mulatos que no corrieron su misma suerte: los bastardos de Renania (así los llamó Hitler en su libro Mein Kampf). Después de la Primera Guerra Mundial, Francia ocupó la Renania alemana -las tierras a ambos lados del Rin- desplegando soldados africanos coloniales como parte de la fuerza de ocupación. Muchos de ellos se quedaron y fueron responsables del mestizaje con las mujeres alemanas. Antes de 1937, todos los niños mulatos nacidos de estas relaciones fueron esterilizados a la fuerza y en muchas ocasiones si anestesia… había que erradicar aquella «mancha» dentro de la raza aria.

Fuente: ¡Fuego a discreción!