No sé si sería el espíritu de la Navidad o la melancolía del hogar y las familias, pero el caso es que en la Navidad de 1914 y en plena Primera Guerra Mundial se dio una tregua no oficial entre los alemanes y los británicos.
Desde Alemania, con ocasión de una fechas tan señaladas, se enviaron al frente raciones extra de comida, algún licor y motivos navideños para hacerles más llevaderos aquellos días. Los alemanes comenzaron a entonar villancicos y los británicos, que aunque no habían sido tan afortunados como sus enemigos, no quisieron ser menos y también lo hicieron. Lo que en un principio parecía un pique de villancicos terminó con banderas blancas, por ambos bandos, y una reunión de las tropas en una zona neutral entre ambas zonas de trincheras. De la desconfianza pronto se pasó a la camaradería, a compartir lo poco que tenían, intercambiar prisioneros, ceremonias religiosas conjuntas… e incluso se llegó a disputar un partido de fútbol del que lo menos importante fue el resultado.
Cuando los oficiales se enteraron de aquella tregua oficiosa, que no oficial, arrestaron a algunos soldados, a otros los dispersaron por frentes distintos, destruyeron las pruebas de aquel día y se censuraron todas las noticias de los medios. Nunca más permitirían que aquello volviese a suceder, pero en la Navidad de 1914 ocurrió… y en 1983 Paul McCartney publicó la canción Pipes of Peace como homenaje a aquellos soldados desconocidos que pararon una guerra y se fumaron la pipa de la paz.
Y si en la Primera Guerra Mundial sucedió este «milagro», no andaría muy lejos lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, concretamente el mes de diciembre de 1944 cuando los alemanes lanzaron la ofensiva de las Ardenas (Bélgica).
Los temibles panzer sembraron el caos en las filas aliadas y en medio de la ofensiva muchas unidades quedaron aisladas en los bosques. Tres soldados estadounidenses, uno de ellos herido, se encontraron perdidos en medio de un bosque que no conocían, con la nieve hasta las rodillas y sin apenas visibilidad por la niebla. Vagaron durante horas buscando a su unidad pero lo único que encontraron fue una casita de cuento con la chimenea humeante… era la víspera de la Navidad. En la casa se encontraban un niño de 12 años, Fritz Vincken, y su madre preparando la cena. Les pidieron ayuda y la madre les dejó pasar ofreciéndoles comida y un fuego para calentarse, a sabiendas de que, estando en una zona ocupada por los alemanes, dar cobijo a los aliados estaba penado con el fusilamiento. Cuando la madre estaba curándole las heridas al soldado estadounidense, asaltaron la casa cuatro soldados alemanes. Todos cogieron las armas y comenzaron a gritar, durante unos instantes parecía que aquello sería una matanza a quemarropa… hasta que la madre se interpuso entre los dos grupos y les pidió que bajasen las armas. Hubo un momento de silencio e indecisión, pero al final todos accedieron. Los alemanes no estaban mucho mejor que los estadounidenses y buscaban un refugio para pasar la gélida noche. Al final, todos compartieron la cena y el calor del hogar.
A la mañana siguiente, cuando el herido ya estaba mucho mejor, los soldados alemanes les llevaron hasta las líneas de los aliados y se despidieron.
Décadas más tarde se publicó la historia de Fritz Vincken en una revista americana y se grabó un documental para televisión. La familia de un soldado americano que había luchado en las Árdenas se puso en contacto con el canal de TV porque su padre llevaba años contando aquella historia. En enero de 1996, Fritz se trasladó hasta Maryland para conocer a Ralph Blank, uno de los soldados estadounidenses. El encuentro fue muy emotivo…
Tu madre nos salvó la vida – dijo Ralph
Que gran historia 👏, que ejemplo de que aún queda esperanza en este mundo. Un abrazo y felices fiestas. Víctor
Un gran relato
La guerra la hacen los politicos y las ejecutan los militares…o no ? Pero … la Biblia..habla de la «futilidad» del hombre. No le pertenece al hombre, siquiera dirigir sus pasos
gracias por estas historias que reflejan el fondo humano de la campesina y de los soldados (todos se jugaron la vida) aun en los momentos más difíciles. Se me plantea la duda de si estos gestos son posibles hoy, en que la guerra por misiles y drones o con camaras en vivo permitesn estos gestos que hoy se rescatan de este modo.
Las guerras son un error. No deberían existir. Los prolegómenos es el lavado de cerebro; luego el odio. Quienes las provocan son los culpables y ellos son los que deberían combatir, lo malo que no es así sino el rebaño de ignorantes e inocentes.
Qué maravillosa historia, y es que en el fondo las buenas personas hacen posibles que estas historias sean reales..como ya sabemos, en todos los bandos,lugares, hay muy mala gente y más cuando hablamos de fascistas, irracionales,pero malos por desgracia, por todos lados, antes y ahora.
¿Árdenas?
Ardenas. Corregido
Gracias
La Navidad es mágica, no entiende bandos militares.