En los últimos años, gracias al Youtube, se han popularizado videos donde se publicita la tesis, ya vieja, de que una raza extraterrestre llegó a la Tierra –Anunnaki– y creó a los sumerios, como esclavos genéticos, para trabajar extrayendo metales, sobre todo oro.

Por una parte, podría uno preguntarse qué curiosos extraterrestres son esos que no se han enterado de que el universo, empezando por nuestra Luna y siguiendo por los asteroides, está lleno de oro. O por qué son capaces de recorrer años luz por el espacio y no saben diseñar un robot minero… ¡Misterios del mundo magufo!  En todo caso, el mayor de los argumentos que se podría oponer a esas singulares tesis, es que para los sumerios el oro no tenía nada de especial. Se supone que si unos dioses les habían enseñado el valor de ese metal tan codiciado por la divinidad, debería reflejarse en su cultura. Y no es así.

zigurat

La economía sumeria se basaba en el trueque. Para evitar que los mercados se convirtieran en un campo de batalla, los gobernantes y, más tarde, los reyes emitían anualmente tablas de equivalencias de productos. Así, cualquier comprador podía saber que un kilo de lana  equivalía a, por ejemplo, dos litros de cerveza, 300 gramos de cobre o 2 kilos de dátiles. Gracias a muchas de esas tablas que se han conservado hasta nuestros días, sabemos que el oro no era de los metales más caros. Había otros materiales que lo superaban, como el lapislázuli, el cobre, el estaño y, por encima de todos, la plata.

El metal de los metales entre los dos ríos era la plata. Y resultaba tan apreciado, que solamente los miembros de las familias reales, gobernadores o altos miembros del clero podían lucir adornos plateados en su vestimenta o portar joyas de dicho material. En la propia familia real acadia, las hijas de los reyes iniciaron la costumbre de lucir lo que se piensa que era una especie de diadema plateada.

Diadema de plata

Otra función que cumplía este metal a la perfección era la de estabilizador del sistema económico. Imaginemos a un campesino que desea comprar un cordero para celebrar la boda de su hija y se encamina al mercado con una cierta cantidad de cebada para canjear. ¿Qué sucede si el tratante de ganado no necesita cebada? La solución era bien fácil. El campesino podía dirigirse a cualquier recinto sagrado donde le cambiaban la cebada por su equivalente en plata (también tenía la opción de recurrir a un cambista, pero los templos pedían un tanto por ciento bastante más bajo por la “operación bancaria”). Con la plata en su poder, ya podía comprar el cordero con la confianza de que ese metal  iba a ser aceptado por cualquier comerciante. Un elemento curioso es que esa plata que le daba el templo, se presentaba bajo la forma de anillos de 8 gramos de peso o espirales en caso de grandes cantidades. No solo podía llevarlos cómodamente en los dedos y brazos, sino que los anillos podían dividirse en cuatro partes de 2 gramos cada una, a modo de calderilla.

Dinero sumerio

Otro elemento que indica la importancia que le daban a ese metal, es que estaba bien considerado como regalo a los dioses. Era muy habitual que cada cierto número de años -entre 5 y 7-, un templo organizara una procesión para visitar a otro templo. Así, por ejemplo, el clero del recinto sagrado de Ur, podía visitar al de Nippur. Se consideraban visitas de los dioses, pues las estatuas de las divinidades participaban en el viaje. En el ejemplo especificado, se consideraba que el dios Nannar de Ur hacía una visita de cortesía a sus padres Enlil y Ninlil de Nippur. Durante la procesión se intercambiaban regalos de todo tipo, entre los que eran habituales los obsequios de plata, pues eso daba prestigio al templo que los entregaba. También era costumbre que si una persona era lo bastante rica y deseaba hacerle un regalo a un dios para agradecer alguna gracia, el regalo fuese de plata en vez de otro metal. El dios de turno te tenía más en cuenta si le regalabas un pene de plata en vez de uno de oro. Los templos elaboraban listas de inventario de los objetos del culto (al igual que muchas cofradías actuales) y muchas de esas listas han llegado hasta nosotros. En ellas se puede comprobar, por ejemplo, que los escribas colocaban en primer lugar de la lista los objetos de dicho metal.

Finalmente, y volviendo jocosamente al tema inicial, los defensores de los extraterrestres extractores de oro, suelen alegar también que dicho oro era necesario para que los ordenadores superavanzados funcionaran, ya que como bien se sabe, el oro es un gran conductor de electricidad. Sin embargo, cualquiera que haya estudiado algo de física sabe que el mejor conductor de electricidad que existe es la plata. ¡Hasta en eso resultaron ser más listos los sumerios que esos extraterrestres tan chapuceros!

Colaboración de Joshua BedwyR autor de En un mundo azul oscuro