Me atrevería a decir, y creo no equivocarme, que el cómputo con los dedos es seguramente el modo de contar más antiguo de la historia, y aunque fue mencionado por los clásicos no ha sobrevivido ningún tratado de la Antigüedad sobre el tema, por lo que parece que la técnica se transmitió principalmente a través de la tradición oral… o viendo cómo lo hacían los animales. Tenemos referencias a este método de contar en la comedia El saldado fanfarrón de Plauto («su derecha calcula con los dedos«); en la Sátira X de Juvenal («cuenta sus años con los dedos de la mano derecha«); Plinio, en su Historia Natural, cuenta que una estatua de Jano, atribuida a la época del rey Numa, tenía las manos en la posición de tal forma que representaban el número 365 (días) -recordemos que Jano era el dios del tiempo, las transiciones, los comienzos y los finales, y que en su honor tenemos Ianuarius (enero)-; Quintiliano hace mención también de esta tradición y señala que el conocimiento de los números no es sólo indispensable para el orador e indica que un abogado que muestra torpeza contando con los dedos da una pésima imagen de sí mismo. Si os habéis dado cuenta, ya no solo hablamos de contar los dedos, sino también de cómo se representaban los números con los dedos. Y para ello tenemos que recurrir a Beda el Venerable, un monje benedictino de Northumbria (Gran Bretaña).

«El último capítulo» (1902), por James Doyle Penrose. Beda trabajando en su lecho de muerte.

Escritor y erudito, su obra más famosa, Historia eclesiástica del pueblo inglés, crónica de la conversión al cristianismo de las tribus anglosajonas, le valió el título de «Padre de la Historia inglesa». Ayudó a establecer la práctica de datar desde el nacimiento del Cristo (Anno Domini, «en el año de nuestro Señor»), costumbre que finalmente arraigó en la Europa medieval. Pero hoy nos acompaña por otra de sus obras, De temporum ratione liber  (Sobre la división del tiempo), escrita en 725. En base al texto del capítulo primero de este libro, titulado De computo et loquela digitorum (Sobre el cómputo y el habla con los dedos), el matemático Luca Pacioli hizo en el siglo XV esta esclarecedora ilustración.

 

Con tan solo tres dedos de la mano izquierda (el meñique, el anular y el corazón) se puede representar del 1 al 9; con los otros dos dedos de esa misma mano, el índice y el pulgar, vamos a representar las decenas, 10, 20, así hasta 90. Así que, utilizando solo la mano izquierda tenemos del 1 al 99. Por otra parte, para las centenas (100, 200, 300, …) se utilizaban los dedos índice y pulgar de la mano derecha, con los mismos signos que los descritos arriba con esos mismos dedos, pero de la mano izquierda. Mientras que los dedos meñique, anular y corazón de esa misma mano derecha se utilizaban, con los mismos gestos descritos para los de la izquierda, para representar las unidades de mil (1.000, 2.000, 3.000, …). Y no se vayan todavía, aún hay más.

Para representar las decenas de mil, el bueno de Beda describe 9 posiciones diferentes de la mano izquierda respecto al cuerpo, y de forma similar se utiliza la mano derecha para las centenas de mil. Así que, tendremos desde 1 hasta 1.000.000. Eso sí, conforme aumentan los dígitos aumenta la dificultad, llegando a convertirse en un buen entrenamiento para jugar al nivel experto en el Twister.

Un ejemplo concreto…

El número 2.539. Con la mano derecha se representa 2.000 con los dedos meñique, anular y corazón y 500 con el índice y el pulgar, mientras que con la mano izquierda se representa 30 con el índice y el pulgar, y con los otros tres, 9

 

Fuentes: Contar hasta un millón con los dedos de las manos, Roman Elementary Mathematics