Guillermo Fesser es un periodista madrileño afincado en los EEUU, que se dio a conocer con el popular programa de radio Gomaespuma, cuyo diseño y creación compartió con Juan Luis Cano, y que generó, desde el año 2000, la Fundación Gomaespuma. También es escritor, guionista, director de cine… y, recientemente, su libro infantil «Conoce a Bernardo de Gálvez» ha sido galardonado por la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Y como lo tengo por una persona lógica, coherente, sensata y razonable, comparto con vosotros un hilo que ha publicado en su perfil de twitter.

Harto de tener que navegar continuamente entre lo español y lo hispano, como si fueran realidades distintas, como si la una debiese de invitar a la vergüenza y la otra al orgullo, me decido a escribir estas líneas.

En primer lugar, quiero aclarar que odiar a España por su papel en la conquista, me parece a mi, no es bueno, ni malo, ni todo lo contrario. Solamente quisiera estar seguro de que ese odio está fundamentado y no es objeto de manipulación.
Para empezar quisiera compartir el dato histórico de que España (entonces Castilla) nunca consideró ningún territorio de América colonia, sino una nueva provincia. Esto no exime de culpas a las terribles atrocidades cometidas por carniceros, con mentalidad del siglo XVI que realizaron todo tipo de vergonzosos ultrajes contra los nativos de América; pero está plenamente documentado que los Reyes Católicos extendieron los derechos de que gozaban los habitantes de la península a los territorios de ultramar y que trataron de perseguir a quienes no mantuvieran tales principios. Otra cosa es que lo consiguieran, en una época en que, con la población diezmada por las hambrunas, la peste, y las continuas guerras con Europa, mandar “policía” a América resultaba harto complejo. Basta una rápida comparación con el supuesto imperio británico, que nunca fue un verdadero imperio, pues los imperios, como hizo el Romano con Hispania, anexionaban las culturas conquistadas a su cultura, mientras que, los británicos, simplemente se limitaron a exterminarlas). En México, en Guatemala, o en el Perú de 2019, vive mucha gente con rasgos indígenas o mezclados. En Nueva York, es imposible ver a nadie. Algunos, muchos españoles, exterminaron indígenas; pero muchos más les respetaron. Respeto, ojo, con la mentalidad de lo que significaba respeto en el siglo XVI que, tristemente, consistía básicamente en catolizar. La gran pregunta cuando uno revisa la historia no es cómo de justos fueron sus protagonistas de acuerdo a la visión actual, sino cuán justos fueron respecto al pensamiento de su época. Es muy bonito ser feminista en el siglo XXI, pero hasta el XIX ibas a la hoguera si te atrevías a comentarlo. Los valientes de hoy no necesariamente hubieran sido tan valientes en el pasado. Dicho esto, quisiera expresar mi más profunda convicción de que las guerras de independencia de los territorios de España en América no fueron en absoluto guerras de independencia. ¿Ganaron acaso Montezuma o Atahualpa? No fue ni mucho menos una guerra de liberación de los indígenas americanos de sus invasores españoles. Las independencias americanas no fueron otra cosa que una guerra civil entre españoles. Entre los que querían seguir pagando impuestos al rey en la metrópoli y los que preferían quedarse el dinero para ellos mismos. Ganaron, en nombre de los indígenas, los que querían quedarse con el dinero para ellos; las mismas familias, descendientes de españoles, que hoy siguen negándoles el pan y la sal a los indígenas. Vencedores que, para justificar ante la historia que estaban del lado de los justos (cuando sólo estuvieron y continúan estando del lado propio) demonizaron a sus hermanos españoles perdedores. Narrativa a la que sumaron los estadounidenses para darles la puntilla y justificar así la anexión imperialista de Puerto Rico, Cuba, Guam y Filipinas. Ojalá llegue un día en que todos los hispanos, descendientes de uno y otro bando, entendamos que este estúpido enfrentamiento entre nosotros solamente beneficia a los canallas. Rufianes que nos enseñaron a avergonzarnos de nuestra historia común, mostrando a Cristóbal Colón como un genocida, cuando en realidad deberíamos estar orgulloso del emprendedor que cambió la fisonomía del mundo inventando el primer internet. Lo que ocurre es que entonces Google era el inmenso océano, el ratón se apellidaba Pinzón, y a Amazon lo llamaban el galeón de Manila. Gracias a la hazaña de Colón, se conectaron por vez primera los humanos de los diferentes continentes. La caña de azúcar pasó de Asia a España y, de España, a Cuba. Los biombos del Japón llegaron a México y, de ahí, a Holanda y al imperio austriaco. Cambiaron las expectativas del mundo con Colón tanto o más que con el alunizaje de Neil Armstrong. La diferencia es que el astronauta es un héroe entre los suyos … y nosotros renegamos profundamente del nuestro. Hermanos hispanos, se nos ningunea, se nos desprecia, se abusa de nosotros, y no hallamos respuesta porque permanecemos divididos. Es tiempo de revisar la historia y decidir, de verdad, si es cierto que este odio que nos profesamos está basado en algo irremediable, o podemos encontrar common ground y juntar una fuerza definitiva que nos ayude a conseguir una vida mejor para todos.

Como árboles, cada uno hemos desarrollado una copa diferente, con distintas ramas y follajes, pero nuestro bosque, nos guste o no, permanece anclado en las mismas raíces. ¿No podríamos empezar a disfrutarlo plantándole cara a la xenofobia y la manipulación que nos separa? Ojalá.

Así debería ser, ¿no creéis?