En 1889, en el Congreso de la Segunda Internacional Socialista, se estableció el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en conmemoración de la la huelga en Chicago de 1886 y de los condenados injustamente por lo ocurrido en la revuelta de Haymarket Square. Lógicamente, para algunos regímenes políticos aquel día reivindicativo era, como mínimo, molesto.

En España se implantó a comienzos del siglo XX, pero luego su celebración o prohibición dependió del régimen político de turno. De 1923 hasta 1931 quedó prohibido con la dictadura de Primo de Rivera, y se recuperó su celebración con la Segunda República hasta la Guerra Civil. En marzo de 1938 Franco aprobó el Fuero del Trabajo, en el que se sustituyó el Día del Trabajo del 1 de Mayo -establecido y vinculado por sus «enemigos» los socialistas y comunistas- por el 18 de julio con la Fiesta de la Exaltación del Trabajo, uniendo esta celebración con la de la fecha del golpe de estado del 36. Esta nueva fiesta perdía la esencia reivindicativa del 1 de mayo y pasaba a ser un día de hermanamiento entre trabajadores y empresarios (agrupados bajo el término «productores») que buscaban un objetivo común: el bien y la prosperidad de la patria. Aunque las organizaciones obreras, que siguieron funcionando en la clandestinidad, trataban de organizar actos de protesta y mantener el espíritu reivindicativo, Franco trató de evitarlo. A través del llamado Sindicato Vertical, único sindicato legal y en el que todos los trabajadores y empresarios estaban obligados por ley a estar afiliados, mantenía el control de los trabajadores y evitaba las manifestaciones.

En 1955, el papa Pío XII decidió darle contenido religioso al 1 de mayo estableciendo la Fiesta de San José Obrero, el patrón de los trabajadores, y Franco supo aprovechar aquel regalo para mantener ocupados a los productores y desvirtuar o diluir los actos convocados por los asociaciones clandestinas. Al dotar aquella fiesta del carácter religioso, se celebraban misas por todo el país en honor al santo patrón de los trabajadores y se organizaron espectáculos de bailes regionales y exhibiciones de gimnasia multitudinarias en las que debían participar los productores. A excepción de los actos celebrados en el Camp  Nou en 1960, ya que Franco estaba de viaje en Cataluña, desde 1956 hasta 1975 tuvieron lugar en el  Santiago Bernabéu.

Celebración del 1 de mayo en el Bernabéu

En los años sesenta, cuando los aparatos de televisión ya comenzaban a ser habituales en los hogares españoles, Franco también supo aprovechar esta circunstancia. Con el 1 de mayo controlado por el tema religioso y el folclore, le quedaban por controlar el 30 de abril, el día que, en teoría, los subversivos se reunían para organizar los actos reivindicativos. Así que, decidió darles entretenimiento para mantenerlos ocupados frente al televisor: los 30 de abril se emitían partidos de fútbol, peleas de boxeo o corridas de toros, y viendo la programación se podía determinar con claridad qué años se temía más y cuáles menos un 1 de mayo caliente según el esfuerzo de TVE para mantener a la gente en casa.

El 1 de mayo en España se recuperó en 1978 con la democracia.

Fuentes e imágenes: Los «clásicos» del 1 de mayo, Cuando el día del Trabajo era el 18 de julio