Si a un aficionado al cómic le preguntan por el manga, probablemente lo primero que le venga a la cabeza sea la imagen de Son Goku o cualquier otro personaje de peinado imposible, rasgos etéreos y enormes ojazos redondos. ¿Quién no ha vibrado de pequeño al volver cada tarde del colegio con Los Caballeros del Zodíaco, Dragon Ball, Campeones o tantas otras series inolvidables? El manga japonés, con su peculiar estética y dinámico estilo narrativo, se ha convertido en algo reconocible y familiar para nosotros. Pero lo que no muchos saben es que eso del «manga«, término que los japoneses utilizan para denominar a lo que en castellano de toda la vida llamamos «tebeo«, es bastante antiguo. Sus orígenes se remontan nada menos que a la era feudal, cuando los samuráis aún iban por las calle con sus sables al cinto y los shogunes Tokugawa gobernaban el país con mano de hierro.

Son Goku

Hoy en día, el vocablo «manga» es sinónimo de cómic y animación de estilo nipón en todo el mundo. Pero, ¿cómo ha llegado a dar nombre a los tebeos y, por extensión, a los celebérrimos dibujos animados? Sin meternos demasiado en harina, ya que tampoco es plan aburrir al respetable con los entresijos de la gramática japonesa, diremos que la palabra de marras se compone de dos ideogramas, y . El primero es «man» (despreocupado, casual) y el segundo “ga» (imagen o dibujo), que al emplearse juntos vendrían a traducirse por algo parecido a «esbozos al azar» o «arte ligero«. Hasta aquí la explicación etimológica del término.

El palabro en sí viene utizándose desde finales del XVIII, siempre asociado a representaciones pictóricas más bien jocosas, pero el primero en popularizar de verdad su uso fue Katsushika Hokusai, uno de los artistas más grandes que Japón ha dado al mundo. Nacido en Edo (la actual Tokyo) en una familia de artesanos hacia 1760, desde antes de tener uso de razón Hokusai ya iba por la vida con un pincel en la mano. Eran los años dorados del Japón de los Tokugawa, con la vibrante cultura de las geishas y el teatro kabuki en plena eclosión. Los tiempos del mundo flotante, de los cerezos en flor y los poemas regados de sake a la luz de la luna llena. Los grabados de estilo ukiyoe, que reflejaban ese mundo romántico y deliciosamente decadente, eran la última moda, y Hokusai iba a ser la estrella más rutilante de la constelación de pintores que surgiría en torno a esta nueva cultura urbana y hedonista.

Ola de Kanagawa (Hokusai)

Ola de Kanagawa (Hokusai)

Artista camaleónico y maestro absoluto del pincel, era capaz de abarcar los más diversos estilos y cambiar de registro a su antojo: paisajes, bodegones, historietas, retratos, escenas eróticas… Ningún género se le resistía; los cultivó todos y en todos fue el mejor. Durante sus 89 años de vida, este viejo loco del dibujo, como se definía a sí mismo, vivió por y para la pintura. Con el tiempo, su genio trascendió incluso las fronteras del archipiélago nipón y llegó a influir decisivamente en los Monet, Renoir y demás impresionistas europeos del XIX. No es exagerado decir que los trazos de Hokusai cambiaron la historia del arte en Oriente y en Occidente. De hecho, Hokusai es el autor de muchas de las estampas que habitualmente asociamos al arte japonés, como sus series de grabados del monte Fuji o el famoso (y no apto para menores) «Sueño de la esposa del pescador«. Probablemente, cualquiera que lea estas líneas habrá visto alguna vez una obra suya aun sin saberlo.

Sueño de la esposa del pescador

Sueño de la esposa del pescador

Pero su obra magna es, precisamente, el Manga. Más concretamente, los 15 volúmenes del «Manga de Hokusai«, que abarcan cerca de 4.000 páginas repletas de ilustraciones, bosquejos y estampas de las más diversas facetas del Japón de la época. Paisajes, edificios, retratos, caricaturas… todo tiene cabida en el Manga de Hokusai. La idea no era tanto realizar un compendio su arte como ofrecer material de referencia a todos aquellos que quisieran hacer sus pinitos en el mundo del ukiyoe. Esta especie de enciclopedia del dibujo empezó a publicarse en 1814 y el maestro no llegaría a verla terminada. Las últimas entregas no saldrían de la imprenta hasta 1878, de manera póstuma. Según cuenta el editor en el prefacio del primer volumen:

Decidimos recopilar los dibujos en forma de libro. Cuando preguntamos a Hokusai qué título quería darle a la serie, dijo simplemente: “manga».

Y así es como ha quedado la obra para la posteridad: el Manga de Hokusai. Para el propio artista, su obra cumbre no pasaba de ser un puñado de bocetos sin mayor importancia, hechos a vuelapluma. Además de genial, el buen hombre era un rato humilde.

Manga de Hokusai

Pero no nos confundamos, Hokusai no acuñó el término «manga«. Se limitó a adoptar una palabra ya usada en su época. Estrictamente hablando, tampoco inventó lo que luego sería el cómic japonés; esa semilla se plantaría décadas más tarde, con las primeras revistas de caricaturas europeas que llegaron al país, y no germinaría del todo hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. El manga japonés que hoy conocemos nace, principalmente, de la influencia audiovisual americana en los años de la posguerra, y alcanza su forma definitiva hacia la década de los 70 del siglo pasado. Pero sí fue Hokusai quien, con su arte y su genio, popularizó el concepto de “manga”, e hizo que la palabra quedara indeleblemente asociada a los dibujos de carácter ligero y humorístico. A todo el mundo le pareció la manera más natural de denominar a los tebeos cuando estos se empezaron a desarrollar un siglo después. Con todo, también podemos rastrear antecedentes más o menos directos del manga actual en los grabados ukiyoe de la época de Hokusai. Los siglos XVII y XVIII vieron nacer en Japón una efervescente cultura de consumo. Las ciudades crecieron y la pujante burguesía que en ellas habitaba generó un vibrante mercado ávido de entretenimiento. En respuesta a esta demanda, artes como el teatro, la música y la pintura, enfocados a las clases populares, se convierten en objetos de consumo de masas y alcanzan su máximo esplendor.

Con el desarrollo de la imprenta surgió toda una industria del grabado hecho en planchas de madera, los ukiyoe, que los urbanitas de la época consumían con fruición. Y como derivado de estos ukiyoe, que solían ser más bien series de ilustraciones independientes, pronto surgen tambén libros ilustrados que mezclan diálogo con dibujos. Estos tebeos primitivos se llamaban kibyoshi («libros de pastas amarillas»), historietas para un público adulto que, como el manga de nuestros días, abarcaban temáticas de lo más variada. Desde el humor surrealista hasta los dramones de época, pasando por historias picantes y subidas de tono, todo tenía cabida en sus páginas.

La combinación de imagen y texto para contar historias resultó ser una fórmula tremendamente popular, y los kibyoshi se vendían como churros. Aunque no todo eran sake y rosas, la industria del ukiyoe también tuvo que capear sus temporales. Lo escabroso de sus contenidos hacía que las autoridades no vieran con muy buenos ojos estos panfletos, y los editores tuvieron que lidiar con campañas de censura y secuestros de ejemplares. El mismo Hokusai sabía un rato de esto, pues tuvo sus tiras y aflojas con la autoridad competente a cuenta de algún que otro dibujo subversivo. Pero, por mucho celo que le pusiera el gobierno de turno, siempre había copias corriendo de mano en mano, aunque fueran impresiones piratas hechas en talleres clandestinos. Cualquier cosa antes de dejar a los ávidos lectores sin su ración puntual de ukiyoe.

Como vemos, la afición de los japoneses por las historietas viene de lejos. La próxima vez que nos sentemos a disfrutar de las aventuras de Doraemon o de Shin Chan, no estaría de más recordar que esos personajes son herederos de una tradición centenaria, que se remonta al Japón medieval. Una tradición, en cierto modo, nacida del pincel de Hokusai, ese viejecito loco por el dibujo, aficionado a garabatear en cualquier papelajo que se le pusiera a tiro, y que es tal vez el artista más genial y universal del país del Sol Naciente.

Colaboración de R. Ibarzabal

Fuentes: Manga, the Pre-History of Japanese comics -VV.AA.; A History of Manga – Matt Thorn