Pocos saben que Hattori Hanzo es algo más que el maestro herrero y chef de sushi a tiempo parcial que Quentin Tarantino nos presenta en su película Kill Bill. El personaje interpretado por Sonny Chiba es, en realidad, un guiño al histórico Hattori Hanzo, a quien el mismo actor dio vida en la pequeña pantalla japonesa en el mítico serial setentero Kage no Gundan (“El comando de las sombras”). A partir de esa ya mítica serie de capa espada, en la que Hanzo aparece caracterizado como un ninja de armas tomar, la popularidad del personaje se disparó hasta el punto de ganarse un puesto vitalicio en el imaginario colectivo de los japoneses. Tanto que, hoy en día, no es difícil encontrárselo en videojuegos, mangas y novelas del más diverso pelaje. Es fácil ver de dónde le vino a Tarantino la inspiración. Como decíamos, el Hattori Hanzo de Kage no Gundan está basado en un personaje histórico del mismo nombre, con una vida casi tan aventurera y movida como su alter ego catódico. Y aún hoy, en pleno siglo XXI, sigue muy presente en la vida de los habitantes del Tokyo metropolitano.

Hattori Hanzo

Sonny Chiba interpretando a Hattori Hanzo en Kill Bill

Cualquier visitante que se adentre en las calles de Tokyo podrá encontrar numerosos ecos de su pasado como capital del shogunato Tokugawa (1600 – 1868), cuando la ciudad se llamaba Edo y buena parte de su población llevaba espadas al cinto. Sin ir más lejos, si uno quiere darse un garbeo alrededor del antiguo castillo de Edo, donde antaño vivieron los shogunes Tokugawa y hoy residen el emperador y su familia, podrá subirse a la línea de metro de Hanzomon e, incluso, bajarse en la estación del mismo nombre. Hanzomon quiere decir en japonés “Puerta de Hanzo” y, como el avispado lector habrá sin duda advertido, hace referencia al mismísimo Hattori Hanzo. ¿Por qué? Pues porque la Puerta de Hanzo, Hanzomon, es una de las puertas que guardan las murallas del antiguo castillo de Edo. Castillo que, como hemos dicho, es hoy el Palacio Imperial de Tokyo. La puerta en cuestión se llama así en honor al propio Hattori Hanzo (1541 – 1596), quien tenía su residencia en las inmediaciones. Él y sus descendientes se encargaron de guardar esa puerta durante generaciones, y por extensión todas las que jalonan los muros del castillo de Edo. Veamos por qué este buen hombre disfrutaba de tal honor.

El tal Hanzo era un tipo duro. Puede que sus hazañas se queden algo cortas comparadas con las acrobacias semanales de Sonny Chiba y sus ninjas televisivos, pero no dejan de ser impresionantes. No por nada se ganó el sobrenombre de Oni Hanzo, es decir, el Diablo Hanzo. Algunas de sus gestas fueron claves para la historia de Japón, como por ejemplo salvar el pescuezo del mismísimo Tokugawa Ieyasu.

Tokugawa Ieyasu

Tokugawa Ieyasu

En 1582, bastantes años antes de que llegara a ser shogun y unificar Japón entero bajo su mando, Ieyasu se encontraba en una situación desesperada. El primer gran unificador del imperio, Oda Nobunaga, acababa de caer asesinado a traición a manos de uno de sus propios generales. En apenas unas horas, las frágiles costuras que mantenían unido el imperio saltaron en mil pedazos. Revueltas y levantamientos se gestaban por doquier. El caos se abatía de nuevo sobre Japón. La noticia pilló a Ieyasu, aliado y vasallo de Nobunaga, en la peor posición posible: con sus tropas dispersas y perdido en los alrededores de Osaka, en mitad de territorio enemigo a muchas jornadas de distancia de sus dominios. Acosado por todos los flancos por guerrillas rebeldes, la única salida pasaba por regresar a marchas forzadas a su base en Mikawa, feudo de los Tokugawa, para tratar de reorganizarse. Pero eso suponía atravesar más de doscientos kilómetros por terreno hostil y desconocido, sin apenas soldados ni suministros, y con las huestes levantiscas pisándoles los talones. Las opciones de salvar el pellejo parecían escasas.

Y en esas, Hanzo dio un paso al frente.

Nativo de la zona, Hanzo propuso tomar una ruta alternativa a través de la provincia de Iga, que conocía bien. Ni corto ni perezoso se puso a la cabeza del convoy Tokugawa y, gracias a sus contactos en la zona y a su conocimiento del terreno, los llevó de vuelta a casa en un tiempo récord. Más que guiar a los maltrechos restos del ejército de Ieyasu, los hizo literalmente esfumarse en las fauces mismas de sus perseguidores. Las poco ortodoxas artes de Hanzo, su conocimiento del terreno y su maestría en movimientos al estilo comando habían salvado al futuro señor de Japón de un desastre seguro.

A veces en primera línea y otras tantas moviéndose entre sombras, como buen ninja, no fue esta la primera ni sería la última misión en la que Hanzo prestaría servicios de excepción a los Tokugawa. Agentes secretos, espías, comandos, fuerza de choque, guardia… Hanzo y sus 200, su guardia de corps formada por nativos de Iga como él, se ganaron una fama legendaria. Buena parte del halo de misterio y leyenda que rodea a la figura del guerrero ninja dentro y fuera de Japón, que tanto ha llegado a exagerarse en la cultura popular, se debe a las hazañas de este verdadero “comando de las sombras” que operaba bajo el mando del Diablo Hanzo.

En agradecimiento a tan impecable hoja de servicios, Ieyasu hizo de Hanzo uno de sus vasallos predilectos. Cuando se instaló en Edo y convirtió este otrora villorrio de pescadores en la populosa capital del imperio, el siempre sagaz Ieyasu confirió a Hanzo el honor de guardar una de las principales puertas de acceso al castillo donde la propia familia Tokugawa residía. De ahí que esa puerta quedara para la posteridad como la Puerta de Hanzo. En el Tokyo actual ya no queda ningún resto de la mansión de Hanzo, apenas una pequeña placa conmemorativa en el lugar donde antaño se erigía. Pero aún hoy, en los muros que protegen el antiguo castillo, ahora palacio imperial, se puede visitar la puerta de Hanzo. La línea de metro que parte de la estación contigua, Hanzomon, toma de ahí su nombre, manteniendo vivo el legado de esta figura clave en la centenaria historia de la moderna Tokyo.

Colaboración de R. Ibarzabal de Historias de Samuráis

Fuentes e imágenes: The Maker of Modern Japan: The Life of Tokugawa Ieyasu –  Arthur L. Sadler, Devian Art