Hace 10 años, Steve Brooks y Matt Jones, pilotos británicos y entusiastas de la aviación, compraron un Spitfire de 1943, y decidieron rendir un homenaje al emblemático avión británico. Ese día llegó el 5 de agosto de 2019. Su homenaje, versión aventura, circunnavegar la Tierra en este aparato de hace 76 años. Después de recorrer casi 44.000 kilómetros durante 4 meses y hacer escala en 22 países, el pasado 5 diciembre regresaban a casa. El Spitfire, el símbolo de la Fuerza Aérea británica durante la Segunda Guerra Mundial, fue protagonista de muchas historias durante el conflicto bélico, como la de convertirse en pubs aéreos.

Aunque siempre que hablamos del día D, el 6 de junio de 1944, pensamos en el propio desembarco de los aliados en las playas de Normandía bajo el fuego alemán, no estaría de más recordar el trabajo previo que hicieron los paracaidistas tras las líneas enemigas y la crucial labor posterior de suministro y abastecimiento para los cientos de miles de hombres y mujeres implicados en esta gigantesca operación. Lógicamente, la logística priorizaba la llegada de material militar y médico, combustible y avituallamiento, pero no había que descuidar la moral. Y qué mejor forma de elevar la moral de las tropas que tomarse una cerveza fresquita en sus escasos momentos de descanso. Así que, varias cerveceras británicas se ofrecieron a donar cerveza gratis para sus tropas, pero había un problema: no se podía llevar a Francia en los transportes oficiales, ya que se consideraba un artículo de lujo. Pues si no puede llegar por los conductos oficiales, que llegue por los extraoficiales. Vamos, el contrabando de toda la vida.

Con algunos oficiales que hicieron la vista gorda y varios pilotos de Spitfire que se ofrecieron voluntarios, se organizó la red de abastecimiento. Como el Spitfire era un avión de combate y no estaba preparado para transportar cargar, se utilizaron los tanques adiciones de combustible que se ponían bajo las alas para aumentar su autonomía y, además, la altura se encargaría de enfriarla. Se limpiaron con vapor y se llegaron de cerveza… y a cruzar el Canal de la Mancha. Cuando los soldados británicos desplegados en Francia se enteraron de que aquellos tanques de combustible tenían cerveza fresca… Imaginad la fiesta. Y aquí se encontraron con otro problema: aquellos depósitos le daban un sabor metálico nada agradable. Así que, en los próximos envíos se prescindió de estos depósitos y se añadieron bajo las alas unos enganches que transportarían directamente los barriles de cerveza. Cuando los sedientos soldados veían surcar el cielo a aquellos Spitfire modificados, se les hacía la boca agua y, más de una vez, el piloto en cuestión tuvo que salir huyendo cuando perdió la carga en un mal aterrizaje.

Todo funcionaba a la perfección hasta que Hacienda metió las narices. Aquella cerveza salía de contrabando y no tributaba al fisco británico, por lo que hubo que cancelar los envíos.