En el verano de 1941, el Ejército Rojo quedó cercado en Kiev y sufrió un duro varapalo en su intento por detener a los alemanes en su avance hacia el Este. Para poder administrar los territorios ocupados, Hitler creó el Comisionado del Reich para Ucrania, entre cuyas funciones estaba la de perseguir a los judíos que habitaban la zona. Primero separándolos del resto e «invitándolos» a alojarse en los guetos, para más tarde pasar directamente a recluirlos en los campos. Y en esas estaban, cuando en 1942 los alemanes llegaron a Korolivka, un pequeño pueblo al este de Ucrania a orillas del río Tupa, donde vivía Esther Stermer, de 75 años, con su marido y sus seis hijos. Desde el primer momento, Esther no se fió de las amables invitaciones de los alemanes y optó por refugiarse en casa junto a su familia. La seguridad del hogar apenas duró un suspiro, porque los alemanes comenzaron a buscar casa por casa. Aprovechando la noche, Esther y los suyos escaparon junto a otras cinco familias judías, un total de 38 personas.

Familia Stermer. Esther sentada, la segunda por la izquierda

Salieron del pueblo y se ocultaron en unas cuevas subterráneas cercanas, a la espera de que los alemanes se olvidasen de ellos. Con las prisas y, sobre todo, pensando que sería cuestión de días, apenas habían llevado comida y agua, pero los días pasaban y los alemanes seguían registrando el pueblo y los alrededores. Visto lo visto, Esther comenzó a preparar la vida dentro de las cuevas. Repartió los espacios, acondicionó como pudo las estancias, ampliaron algunos tramos y organizó las salidas de la cueva. Pasaron a convertirse en familias de topos: por el día permanecían escondidos y por la noche salían en busca de agua, comida y algunos utensilios y herramientas. A pesar de las privaciones, el miedo y la oscuridad casi perpetua, la determinación y el ingenio de Esther consiguieron mantener al grupo unido y, sobre todo, esperanzado. Y buena prueba de ello fue cuando, tras unos meses escondidos, una patrulla de soldados alemanes descubrió la cueva. Cuando entraron, Esther se puso frente al oficial y les dijo en un perfecto alemán…

Ya nos habéis encontrado. ¿Y ahora qué? ¿Acaso crees que el Führer va a perder la guerra porque vivamos aquí? … Míranos, somos mujeres y niños. Todo lo que queremos es sobrevivir a la guerra. Nada más.

El oficial de la patrulla hizo oídos sordos y ordenó sacarlos de allí, pero no contaba con el ingenio de Esther que tenía previsto un plan de huida en caso de ser descubiertos. Aprovechando la oscuridad de la cueva y el conocimiento milimétrico del terreno, cuando la matriarca dio la señal todos se escabulleron por las diferentes galerías saliendo a la superficie por un sumidero. Desde allí, todos juntos escaparon a otras cuevas más apartadas que les volverían a proporcionar refugio. En este nuevo hogar también hubo un día que las cosas se complicaron en demasía, por si el día a día no fuese suficiente. Saúl, uno de los hijos de Esther enfermó y tuvo que arriesgarse a llevarlo al pueblo en busca de un médico. Consiguió llegar después de sortear la patrulla nocturna, pero no le abrían las puertas. Eran fugitivos y temían las represalias de los alemanes. Después de varios intentos, una vecina se apiadó de la anciana y le permitió entrar. Uno de los hijos de la vecina salió a buscar al médico, como si su madre fuese la enferma, y consiguió traer ayuda. Lo trató y regresaron a la seguridad de la cueva.

Cuando los rusos liberaron Ucrania en 1944, las familias pudieron salir de su escondite. Sumando los días que habían permanecido ocultos en las dos cuevas, hacían un y total de… ¡¡¡511 días!!! El coraje de Esther había conseguido que sobreviviesen a la guerra y a la persecución, en lo que es la supervivencia subterránea continuada más larga en los registros conocidos de toda la historia. Terminada la guerra, viajaron a Canadá y allí se establecieron. En 1960, Esther escribió Luchamos por sobrevivir, a caballo entre un libro de memorias y un diario del tiempo que pasaron escondidos, que pasó sin pena ni gloria y que quedó como un libro familiar. Falleció poco antes de cumplir los 96 años.

En 2013 se estrenaba No place on earth, un documental estadounidense dirigido por Janet Tobias y producido por History Channel, en el que se mostraba la investigación del espeleólogo neoyorquino Chris Nicola, quien, mientras exploraba las cuevas de Ucrania en 1993, descubrió evidencias de la historia de Esther y los suyos.

Sam y Saúl (hijos de Esther) cuando volvieron a visitar las cuevas