Si la política hace extraños compañeros de cama, las palabras tienen relaciones entre ellas un tanto extrañas. La etimología nos ayuda a resolver estas extrañas relaciones y a disfrutar con ellas. Y aquí tenemos un curioso ejemplo. ¿Quién podría pensar que la galaxia y la lechuga tendrían una parte en común?

Pues la parte en común, por extraño que parezca, es la leche. La raíz indoeuropea para leche está presente en la lechuga y en la galaxia. Hay un problema: no hay raíz indoeuropea común a todas las lenguas para designar leche en las lenguas históricas. Cada lengua o cada grupo eligió una raíz diferente. Las lenguas germánicas toman la raíz *melg– (“sacar, quitar”, por la idea de ordeñar, seguramente) de donde, por ejemplo, proviene milk en inglés; y tanto el griego como el latín, que son las que nos interesan ahora, eligieron otra raíz, *g(a)lag-, *g(a)lak-.

En el caso del griego se siguió con la raíz plena: galak– de donde el término galaxia, camino de la leche, en alusión a su mítico origen cuando el joven Hércules, mientras era amamantado por Hera, le mordió el pezón y al apartarlo la diosa por el dolor, se le cayó un reguero de leche divina. Leche, en griego, se dice gala, galaktos.

Los romanos, por su parte, acuñaron nuestro firmamento nocturno con su Vía Láctea (camino de leche), al tomar para sí la raíz reducida *lag-, *lak– pues en latín, leche se dice lac, lactis. Y de ahí tenemos en castellano la palabra leche, como palabra patrimonial y todos los derivados de la leche, los lácteos.

Vía Láctea

Bien, ya tenemos una relación entre galaxia y leche. Nos falta llegar a la lechuga. Para esta sana hortaliza, su nombre deriva del latín lactuca y ahí observamos la raíz lac-. Además, el grupo –ct– evoluciona al castellano como –ch– (octo ⇒ ocho). Lac no es solo leche en latín, también se aplica al jugo de las plantas, y cuando cortas la lechuga en el huerto sale una savia blanca parecida a la leche.

En fin, desde la huerta hasta las estrellas, sólo hay una raíz de distancia.

Colaboración de Rubén Ríos Longares. Fuente: Latín lovers: La lengua que hablamos de Emilio del Río