A estas alturas de la película no creo que haga falta explicar qué es una leyenda urbana, ¿verdad? En el apartado musical han florecido bastantes. Está la de que Paul McCartney murió en un accidente de automóvil en 1968 y fue suplantado por un doble; la de que Michael Jackson y Elvis Presley siguen vivos; e incluso la de que Courtney Love se cargó a Kurt Cobain. Éstas son muy conocidas, las hay que lo son menos. Por ejemplo, la de que existe un sonido, una frecuencia musical muy grave, que en cuanto lo oyes, te haces caca encima.

No estamos hablando de canciones que hablen de retretes y cuartos de baño, de esas hay varias: desde She came in through the bathroom window, de los Beatles a Flushed from the bathroom of your heart, de Johnny Cash. Tampoco estamos aludiendo a una página de facebook que pide que haya música a toda pastilla en los aseos públicos, para poder sentarte en el trono sin miedo a ser oído por el vecino de al lado. Estamos hablando de una nota tan, tan laxante que al escucharla a uno no le daría tiempo ni siquiera a alcanzar el W.C. más cercano.

Los yanquis (fue en Estados Unidos donde se originó la leyenda) la llaman The Brown Note, un juego de palabras que combina el color del excremento humano con la llamada blue note, que es la nota bemolizada

Todo empezó en la NASA

El mito de que existe música pa´cagarse, en el sentido literal de la expresión, se originó, probablemente, en la NASA. Los técnicos de la Agencia Espacial Estadounidense estaban muy preocupados por el hecho de que las vibraciones de baja frecuencia pudieran afectar a los astronautas en las fases más críticas de cualquier viaje aéreo: el despegue y el aterrizaje. Es un hecho contrastado, aunque poco conocido, que las vibraciones de baja frecuencia se transmiten con dificultad a través del aire y son mejor percibidas a través del tacto. La manera más eficaz de sentir un infrasonido –ya que no se puede escuchar, porque nuestro tímpano no da para más– es entrando en contacto físico con la superficie que vibra.

Sonidos que se pueden tocar

Todos aquellos lectores que tengan guitarra en casa pueden hacer la prueba de morder el clavijero del instrumento –igual que Rafa Nadal la copa de Roland Garros– y pedirle al amigo o familiar de turno que toque algunos acordes. El sonido llegará con mucha más intensidad hasta el oído porque además de las frecuencias audibles, se estarán transmitiendo al cuerpo del que escucha también las inaudibles.

Para estudiar en tierra de qué forma podían afectar las vibraciones de los cohetes espaciales al comportamiento en vuelo de los astronautas, los expertos de la Nasa conectaron los asientos de cabina a plataformas vibratorias capaces de transmitir directamente la nota marrón y otras frecuencias a los tripulantes de la nave. Se subió la música hasta los 160 decibelios y se sometió a las cobayas humanos a frecuencias que oscilaron entre los 0.5 y los 40 hercios. Los pobres astronautas experimentaron todo tipo de trastornos físicos, desde ataxia (pérdida de control sobre los propios movimientos) a náusea, visión borrosa y dificultades de comunicación.

El resultado del experimento marrón

Ninguno de ellos se lo hizo encima. Sin embargo, estas respuestas físicas, que sí fueron reales, pudieron dar origen a un relato cómicamente distorsionado por los ingenieros del John Space Center en Houston, Texas. Ya se sabe que a los humanos, cuando nos cuentan una anécdota, nos gusta aportar detalles de cosecha propia para que quede más redonda.

Para comprobar hasta qué punto era verídica la historia de la brown note, el programa de televisión americano Myth Busters (Destrozadores de Mitos) sometió a varios individuos a una prueba similar a la de los astronautas de Houston, haciéndoles escuchar, mediante gigantescos altavoces de graves (subwoofers), frecuencias entre 5 y 150 hercios, a un volumen de unos 150 decibelios.

Era como si estuvieran golpeando mi pecho como un tambor

El aire parecía entrecortarse al entrar y salir de mis pulmones…

Pero ninguno de ellos llegó a perder el control de sus esfínteres.

En resumen: hay mucha música que es una mierda, pero no hay ninguna mierda que haya salido de la música.

Colaboración de Máximo Pradera