Bien, te deseo buenas noches
pero primero cágate en la cama
y hazla reventar.
Duerme sonoramente,
mi amor,
en la boca tu culo
meterás.

¿Qué os parecería si recibiérais una carta/email/mensaje con este deseo de buenas noches? ¿Y si además el remitente está enamorado de ti?

Un poco incomprensible, ¿verdad?

Mozart (caricatura de Ariel Cárdenas)

Pues así se las gastaba el gran Wolfgang Amadeus Mozart con su bäsle (“primita”) Maria Anna Thekla Mozart de la que su padre alejó por no ver conveniente la unión. Su aspecto menudo, su gran nariz, su oreja malformada y sus marcas de viruela infantil unidas a este peculiar cortejo, debían de hacer irresistible al genio de Salzsburgo.

Maria Anna Thekla Mozart

Fueron en total unas cuarenta cartas a sus padres, hermana, prima y amigos. Todas muy escatológicas ellas. Y lo peor es que la cosa no quedó ahí. Además de usar este tipo de expresiones con asiduidad, el gran músico no se resistió a componer algunos cánones para sus amistades con títulos como “Lámeme el culo”(Leck mir den Arsch) o “Lámeme el culo hasta dejarlo limpio” (Leck mir den Arsch fein recht schön sauber).

La mayoría de los expertos coinciden en que el humor escatológico era muy usual en la Centroeuropa del siglo XVIII, y que Mozart no hizo más que reflejarlo en su día a día. En la década de los 80, algunas voces apuntaron a que el compositor austriaco sufría el Síndrome de Tourette, un trastorno caracterizado por “tics” motores y fónicos. Éstos serían algo así como estar conversando con otra persona y que ésta introdujera “coletillas”, a menudo malsonantes, dentro del diálogo.

Me encantaría verte esta tarde CULO CACA CULO pero creo que tengo que ir a casa de mi abuela CULO CACA CULO a por la maleta pequeña CULO CACA CULO

Sin embargo, la propia Asociación Internacional del Síndrome de Tourette y otros profesionales han estudiado las cartas y los cánones, descartando esta posibilidad.

Cuando se estrenó en Inglaterra la obra teatral Amadeus, sobre una supuesta rivalidad mortal entre Mozart y Salieri, Margaret Tatcher se ofendió enormemente. No podía entender cómo el director de aquella pieza se tomaba la licencia de poner aquellos palabros en boca del compositor.

Es inconcebible que un hombre que escribió esa música tan exquisita y elegante pudiera ser así de deslenguado -decía.

Ella no se lo creía. Ni cuando le hicieron llegar las cartas para comprobarlo por ella misma. Y la verdad es que a nosotros todavía nos cuesta hacerlo…

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos