Un año más la factoría Hollywood nos obsequia con otra película basada en este personaje icónico del medievo Europeo. La búsqueda del protagonista que esconde esta leyenda ha desatado infinidad de teorías, y los personajes históricos que pudieron inspirar a este monarca son unos cuantos. El primero de esta larga lista es un militar romano llamado Lucio Artorio Casto que vivió en el sigo II de nuestra era. Esta hipótesis tiene su propia superproducción, El rey Arturo (2004), para mostrarnos al soldado de las legiones convertido en rey. Otros «Arturibles» han sido el rey Rithamus que vivió en el siglo V, el rey galés Athrwys ap Meurig que vivió durante el siglo VII o Owain Ddantgwin, un caudillo britano del siglo siglo V.
¿Cuándo nació la leyenda?
Para legitimar al primer rey de la dinastía Plantagenet en tierras de Inglaterra Enrique II encargó al monje Godofredo de Monmouth la creación de una genealogía -en este caso fantástica-. En Historia Regum Britanniae (1136) Godofredo hizo descender la corona británica del mismísimo troyano Eneas. De este modo, los nuevos amos normandos de aquellas islas tenían su propia epopeya. Es en estos textos donde comienza a divulgarse la leyenda de un Rey, antes solo se le cita como un guerrero, y es a partir de ese momento cuando la leyenda va tomando forma completándose a lo largo del tiempo con varias aportaciones.
A la lista de estos supuestos «Arturibles» con la que hemos comenzado el artículo vamos a incorporar un rey hispánico: Alfonso I de Aragón el Batallador. En 1992 el erudito suizo André de Mandach era el que proponía este nuevo candidato después de estudiar y analizar Parzival, obra del caballero y poeta alemán del siglo XIII Wolfran von Essembach. En ella se cantaban las hazañas del caballero Parzival en la corte del rey Arturo. En algunos pasajes de esta obra al monarca se le nombra como Anfortas. El titulo con el que Alfonso I de Aragón (1073 – 1134) se hacía llamar era “Alfonso Totus Rex”, y en su forma abreviada «Anfortas».
Este rey, al igual que el arquetipo medieval, estaba fascinado por las Ordenes de Caballería, incluso formó parte de una de ellas. Entre los caballeros que le acompañaban estaban su primo Rotrou II, conde de Perche, (Percheval) o el conde Gastón de Bearn (Galbearn). Sus amplias conquistas comprenden desde la campaña de Granada (1126), en la que acabaría pescando junto a sus tropas y cuadraría la leyenda del “rey pescador” que aparece en los cantares artúricos, hasta la de Bayona (1131). En el asedio de esta ciudad del sur de Francia se unió a la comitiva del Batallador el conde Pedro Gonzalez de Lara. Unos años antes, este mismo caballero había rescatado a la esposa del Batallador, Doña Urraca, del Castillo del Castellar (Zaragoza), donde él mismo había ordenado encerrarla. De esta forma, la leyenda de Lancelot parece también tener así su reflejo. Así que, podemos decir que la creación del caballero de la Mesa Redonda Parzival o Perceval se sustenta en la vida del rey Alfonso.
¿Y cómo llegaron a las tierras británicas las andanzas del rey aragonés?
Las relaciones entre Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, desde su boda con Petronila, sobrina de Alfonso I, con el rey británico Enrique II eran muy estrechas. De hecho, cuando falleció Ramón Berenguer en su testamento dejó como tutor de su hijo, el futuro rey Alfonso II de Aragón, al rey inglés. Muchos caballeros británicos habían viajado al sur de los Pirineos para unirse a la lucha contra los «infieles». En la conquista de Tortosa muchos de los soldados de Enrique II se unieron a las tropas aragonesas para hacerse con este importante bastión a orillas del Ebro, dando lugar a apellidos como Anglés o Gal les que hoy todavía perduran en aquella zona. También participaron en la reconquista de Zaragoza en 1118, donde encontramos el primer autor en lengua romance conocido: Guillermo de Poitiers (Guillermo el Trovador). Otro personaje que vinculaba la corona de Aragón con la corona británica, ya que una de sus nietas, Leonor de Aquitania, se casó con Enrique II y otra, Petronila, fue reina de Aragón. Sin duda, el matrimonio de Enrique II con Leonor de Aquitania llevó a la corte inglesa los relatos de aquel Rey Batallador que viajaba con una corte errante formada por los mejores caballeros venidos de tierras lejanas. Esto, unido a los guerreros que volvían con vida de aquellas campañas al sur de los Pirineos, pudo dar origen a la leyenda.
Es en este momento donde nace un mito “El Rey Arturo”. Al igual que tiempo después hiciera el poeta francés Charitien de Troyes, Wolfran bon Essembach tomó como patrón ideal de rey medieval la vida de Alfonso I el Batallador. El “Arturo” creado por Godofredo recibe el título de Rey, y se le dota de un alcance internacional. Al contemplar todo el patrón que se fue creando a lo largo de estos años, podemos reconocer hechos, lugares, personajes y acontecimientos, que sin duda, tuvieron al rey aragonés como hilo conductor. Tal y como ocurre con la espada de San Galgano, que se utilizó para crear la leyenda de Excalibur, parece que al rey de la Tabla Redonda lo podemos encontrar en la península ibérica. Así, con el distorsionado prisma de toda obra de ficción, podemos reconocer a Arturo, Ginebra, Lancelot o Perceval.
Corregido. Gracias
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Hola, Javier.
Curiosamente, qué coincidencia, el pasado domingo por la noche pusieron en La 2 un doble documental sobre los templarios (una primera doble parte la habían emitido el viernes por la noche) y en ese programa hablaron de la figura de Alfonso I «el Batallador». Un historiador, José Luis Corrales, comentó que era un monarca al que le encantaba la acción, que ganó 29 batallas hasta que en la última que libró contra los musulmanes le atravesaron el cuerpo con tres flechas y que murió al cabo de nueve días. También afirmó Corrales que era un hombre que estaba en primera línea de combate peleando con sus hombres (algo muy poco habitual en un rey) y que antes de fallecer le nombraron caballero de la Orden del Temple y legó su reino a ésta. Muy interesante todo.
Un saludo desde Oviedo y gracias por compartir esta visión del rey Arturo de la que no tenía ni idea.
Se te ha olvidado poner la referencia bibliográfica al libro mencionar