De vez en cuando viene bien echar la vista atrás y comprobar que muchos conflictos que hoy en día parecen enquistados en nuestras sociedades… no siempre fueron así. Concretamente, al conflicto político, entre árabes e israelíes, y al religioso, entre musulmanes y judíos. Esta es la historia de Si Kaddour Benghabrit, fundador y rector de la Gran Mezquita de París, que durante la Segunda Guerra Mundial proporcionó refugio y certificados de identidad musulmana a cientos de judíos para evitar la detención y la deportación.
Si Kaddour Benghabrit nació en Argelia en 1873. Tras completar los estudios en una madrasa se trasladó hasta Fez (Marruecos) para matricularse en la Universidad de Qarawiyyin donde adquirió una sólida formación en francés y árabe. Gracias a este doble aprendizaje comenzó a trabajar en la administración marroquí como intérprete en sus relaciones con Francia, ganándose el favor de unos y de otros. En 1916 fue enviado a Hiyaz (Arabia Saudita) para ayudar y asegurar el bienestar de los musulmanes que iban en peregrinación a la Meca desde el Norte de África, para lo que fundó la Société des Habous et des lieux saints de l’islam (Sociedad de las dotaciones y de los lugares santos del Islam). En 1920, la Sociedad solicitó autorización para construir en París una mezquita que simbolizase la eterna amistad entre Francia y el Islam, además de un homenaje a los miles de soldados musulmanes que cayeron defendiendo Francia durante la Primera Guerra Mundial. Con el apoyo del Presidente de la República y del parlamento, la donación de los terrenos por parte de la ciudad de París y las aportaciones económicas de musulmanes de todo el mundo, el 15 de julio de 1926 se inauguraba la Gran Mezquita. Desde su apertura, no sólo se dedicó a la oración, la mezquita también era un centro cultural y un lugar donde los visitantes eran alimentados, podían bañarse y descansar en sus jardines. Como miembro muy activo de la sociedad parisina, a Benghabrit se le comenzó a llamar le plus parisien des musulmans (el más parisino de los musulmanes).
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial se demostraría que el espíritu solidario de Benghabrit no entendía de credos. Con la ocupación de Francia, la Gran Mezquita de París se convirtió en lugar de refugio para la comunidad musulmana… y judía. Sin un plan previo y fruto únicamente de la solidaridad y la compasión, Benghabrit organizó una red que recogía a los judíos perseguidos y los escondía en los sótanos de la mezquita hasta conseguirles documentos falsos para sacarlos de París y llevarlos al Magreb haciéndolos pasar por musulmanes. Es difícil cuantificar el número de judíos que se salvaron gracias a Benghabrit, ya que, dependiendo de las fuentes consultadas, el número varía entre los 500 y los 1.700, pero creo que lo importante de esta historia es que Benghabrit y los musulmanes de París se jugaron la vida por salvar a cientos de judíos.
Después de la liberación, sufrió un accidente de coche y abandonó su trabajo en la Gran Mezquita para organizar conferencias relativas a la ciencia y la medicina en el mundo musulmán. Benghabrit cayó en desgracia con sus compatriotas cuando se opuso a la independencia de Argelia. Murió en 1954.
En 2011, el cineasta franco-marroquí, Ismaël Ferroukhi, llevó a la gran pantalla la historia de Si Kaddour Benghabrit y de los musulmanes de la resistencia francesa en Les hommes libres.
Fuentes: How a Paris mosque sheltered jews, Kaddour Benghabrit
Lo que demuestra una vez más que los credos religiosos no te hacen necesariamente ni bueno ni malo. Y que hay personas que te reconcilian con la especie humana.
Un saludo.
No es el credo lo que te hace bueno y malo, sino la práctica efectiva del mismo.
En todo tiempo hay personas que viven lo que creen y esos se transforman en «divinos». Porque hacen el Bien. Y el Bien es Universal.
La Segunda Guerra Mundial debió ser una época terrible por las horripilantes matanzas y asesinatos que se cometieron… Pero también fue un tiempo de héroes y santos.
Personas como San Maximiliano de Kolbe o el papa Pío XII (tan denostado por desconocimiento histórico), también demostraron ese espíritu de Amor al prójimo que predican las religiones y que encarna la persona de este artículo. Al final el que ama a su hermano es de Dios, como viene a decir San Juan en su Primera Carta.
«Vive una buena vida. Si los dioses existen y son justos, entonces no importa lo devoto que has sido; ellos te darán la bienvenida por las virtudes en las que te has fundamentado.
Si hay dioses, pero son injustos, entonces no deberías adorarlos.
Si no hay dioses, entonces solamente te habrás ido, pero habrás vivido una noble existencia, y vivirás en los recuerdos de la gente que has amado.»
Marco Aurelio.
¿Fue nombrado justo entre los gentiles por Israel?
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Cría cuervos…. iiiaaaahhhh
Después de todo, el amor hacia el prijimo es la finalidad de la religio.
El lado fuerte del «triángulo del odio» entre cristianos, musulmanes y judíos siempre fué entre cristianos y judíos. Hasta 1948, claro.