Son diversas las costumbres populares relacionadas con las porras futbolísticas y otras formas de apuestas deportivas. Estas se desarrollan como una tradición de juego que se extiende desde los grupos cercanos, como el grupo de trabajo, los amigos, la familia, hasta las confiables modalidades online. En las porras se combinan dos grandes pasiones españolas: el fútbol y la apuesta. Aunque el jugar a apostar es milenario, las apuestas modernas están sistematizadas y responden a criterios prestablecidos de una data reciente.

El origen de las apuestas deportivas modernas y del futbol como disciplina reglamentada, se remontan al mismo lugar y en el mismo periodo: Inglaterra a finales del siglo XVIII. Por supuesto, no nacieron unidas, la simbiosis entre el futbol y la apuesta moderna tuvo un ulterior desarrollo. La reglamentación del futbol nació en Londres en 1863, cuando se establecieron un conjunto de reglas de juego coherentes y unificadas. La apuesta moderna tiene su origen en el condado de Derby en 1780.

Apuestas con miles de años

El apostar se remonta a milenios. Hay evidencias arqueológicas y literarias de la existencia de apuestas en las civilizaciones antiguas. En Grecia, durante los Juegos Olímpicos, los espectadores apostaban entre ellos. El caso de los romanos es más evidente, los juegos de azar y las apuestas en los deportes eran formas de entretenimiento ampliamente difundidas. La pasión lúdica de los antiguos romanos es testimoniada por el arqueólogo Rodolfo Lanciani. En su libro «Apuestas y trampas en la Roma antigua» (Gambling and cheating in ancient Rome) expresa que en cualquier espacio público que descubriera durante las excavaciones en su natal Roma, encontraba tableros de juegos grabados en piedra o mármol. Para los romanos de la antigüedad era habitual apostar en las competencias, tanto en los retos atléticos como en los populares eventos del anfiteatro romano y las carreras de carros. Jugar de esta manera llegó a constituir unos de los pasatiempos predilectos para muchos gobernantes romanos y para la clase adinerada… y también un problema.

Alea era el juego de dados que tanto gustaba a los romanos y que también servía para designar genéricamente a todos los juegos de azar. Ya fuese para hacer más llevaderas las horas que los legionarios pasaban asediando un asentamiento o mientras tomaban un vino aguado en su escaso tiempo de ocio, el caso es que cualquier excusa servía para echar unos dados y jugarse unas monedas. Apuestas, juego de azar y dinero son los ingredientes necesarios para el cultivo de la ludopatía. Llegados a este punto, y viendo que algunas deudas se saldaban incluso perdiendo la libertad del deudor, se dictaron las leyes aleariae (Lex Cornelia, Lex Publicia y Lex Titia) que prohibían las apuestas en los juegos de azar. Estas normas declaraban legales las apuestas en juegos o competiciones donde el resultado dependía de la habilidad, fortaleza o valor de los participantes (las carreras en el circo o las luchas en el anfiteatro, por ejemplo) y declaraba ilegales las que dependían únicamente del azar, aunque muchos de los apostantes en los dados se encomendasen a los dioses.

Obviamente, dada la expansión de su imperio, la pasión romana por las apuestas se propagó por todo su dominio y se diseminó por Europa. Miles de años después, en todas las ciudades europeas las personas siguen apostando.

Las apuestas se modernizan

Se considera que con las apuestas en las carreras de caballos se dio origen a las apuestas como las conocemos en la actualidad. La mayor relevancia y repercusión, como forma de apuesta sistemática y masificada, proviene de las carreras de caballo realizadas en el Reino Unido en 1780 en el condado de Derby. Esta modalidad se extendió por todo el mundo, y más de 200 años después aún mantienen su atractivo en los hipódromos. Las casas corredoras de apuestas también proliferaron a partir de ese evento y en la dinámica de su propio desarrollo, las apuestas fueron evolucionando a formas más precisas y determinadas.

También las carreras de galgos y el boxeo se hicieron endémicos como espectáculos deportivos para espectadores que disfrutaban realizando apuestas. Posteriormente, en los siglos XIX y XX se popularizaron disciplinas deportivas de juego en equipo y los europeos dirigieron sus apuestas hacia otros juegos, en especial hacia el fútbol.

Con vaivenes en las diferentes épocas y en los países en cuanto a prohibiciones, regulaciones y reglamentaciones de la legalidad de las apuestas, su permisividad ha variado según la corriente política del gobierno de cada lugar. En los últimos tiempos la tendencia ha sido hacia la regulación en lugar de la prohibición, ello, a fin de asegurar un equilibrio en su expansión a la vez de proporcionar, al Estado, cuantiosos ingresos fiscales.

En España existe una extensa tradición lúdica, que, combinada con el futbol como deporte nacional, mueve pasiones. Si bien la del futbol es una muy extraordinaria historia, hemos de precisar que el futbol fue introducido en España por trabajadores miembros de colonias inglesas que migraron y hacían vida en el país a finales del siglo XIX. Desde ese momento se popularizó de tal manera que se han desarrollado cientos de clubes y millones de hinchas, así que, la cantidad de porras y quinielas en las que se apuesta anualmente es inimaginable.

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