Aunque el dicho popular reza que en el amor y en la guerra todo vale, a mi me gusta adaptarlo y pensar que en el amor y en la guerra somos capaces de hacer cualquier cosa, lo mejor y lo peor, pero no todo está justificado. De lo contrario, los protagonistas de estas apuestas macabras podrían justificar sus crímenes execrables, ya que fueron cometidos en tiempos de guerra.
Toshiaki Mukai y Tsuyoshi Noda
Desde la invasión japonesa de Manchuria (noreste de China) en 1931 hasta la rendición japonesa en la Segunda Guerra Mundial, los conflictos entre Japón y China, con mayor o menor intensidad, han sido constantes, pero ninguno comparable con la llamada masacre de Nanjing. Tras un intenso bombardeo en el que las piezas de la artillería y la aviación fueron arrasando la ciudad, el 13 de diciembre de 1937 las tropas japonesas irrumpieron en las calles y se lanzaron al saqueo y al asesinato indiscriminado. Ametrallamiento de edificios donde la población civil se refugió, paredones de fusilamiento repartidos por toda la ciudad, violaciones sistemáticas… una matanza en toda regla en la que los soldados chinos fueron objeto de todo tipo de prácticas inhumanas: clavar las bayonetas a los prisioneros mientras permanecían atados a los árboles, adosarles minas al cuerpo y ver cómo sus cuerpos se hacían pedazos, enterrarlos vivos bajo tierra, prenderles fuego con gasolina o decapitarles. En apenas veinticuatro horas, un total de 57.000 soldados chinos, de los 60.000 capturados en la ciudad, fueron asesinados.
En este dantesco paisaje, cobraron protagonismo dos oficiales del Ejército Imperial japonés: Toshiaki Mukai y Tsuyoshi Noda. Los dos oficiales competían por ver cuál de ellos conseguía llegar antes a la cifra de 100 decapitaciones. Algunos periódicos, haciéndose eco de aquel macabro juego, publicaban fotografías de los contendientes con sus trofeos y del número de decapitaciones de cada uno, como si fuese el marcador de un partido de baloncesto: Mukai 106- Noda 105. Como no se supo quién había llegado antes al número de 100, convocaron otro, esta vez 150. Terminada la guerra, los documentos publicados sirvieron para que el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente juzgara por crímenes de guerra y condenara a la pena de muerte a los dos oficiales.
El 28 de enero de 1948 eran ejecutados por el gobierno chino. Años más tarde, en 2003, los familiares de Mukai y Noda interpusieron una demanda por difamación contra los periódicos y periodistas que habían publicado la noticia en 1937. Dos años más tarde, la Corte de Tokio rechazaba la demanda por existir pruebas suficientes de aquella atrocidad.
Petar Brzica – Miroslav Filipović
En abril de 1941, con apenas 11 días de enfrentamientos, el ejército yugoslavo se rendía incondicionalmente ante los alemanes. Yugoslavia fue ocupada inmediatamente, desmembrada y de parte de su territorio surgieron nuevos países con gobiernos afines a la Alemania nazi, como el Estado Independiente de Croacia, que ocupaba las actuales Croacia y Bosnia Herzegovina. Un estado títere del Tercer Reich creado a su imagen y semejanza, y al frente del que se puso el 20 de abril Ante Pavelić apoyándose en la Ustacha, una organización de católicos fanáticos y supremacistas raciales que desde 1929 perpetró actos terroristas para conseguir la independencia croata. Siguiendo el modelo nazi, se promulgaron una serie de leyes raciales, como el «Decreto sobre la pertenencia racial» o el «Decreto sobre la defensa de la sangre aria y el honor de la nación croata», que afectaban a judíos, gitanos y, sobre todo, a la gran minoría serbia. Incluso proscribieron el alfabeto cirílico y forzaron a la conversión al catolicismo a los serbios, mayoritariamente ortodoxos. Y ya puestos a copiar, también lo hicieron con los campos de concentración, donde el alumno (Pavelić) superó al maestro (Hitler), hecho que confirman las palabras del comisario nazi en Croacia, Herman Neubacher, cuando definió lo que hacía la Ustacha como…
el crimen más feroz de la historia, que solo se puede comparar con el infierno de Dante.
En agosto de 1941, a unos 100 km. al sureste de Zagreb, se abrió el campo de Jasenovac -el Auschwitz croata-, donde fueron asesinados más de 100.000 prisioneros, en su mayoría serbios.
Y en este campo es donde cruzaron sus apuestas nuestros protagonistas, Petar Brzica, «Pero«,y Miroslav Filipović, «Hermano Satán«. Además de su crueldad extrema, tenían más cosas en común, como ser miembros de la Ustacha y estar relacionados con la Iglesia católica croata: Brzica, estudió con una beca en el colegio franciscano de Široki Brijeg y era miembro de la Gran Hermandad de Cruzados, una organización radical controlada por la Iglesia, y Filipović, directamente un fraile franciscano. En el campo de Jasenovac, la noche del 29 de agosto de 1942, Brzica y Filipović apostaron a ver quién mataba más serbios antes del amanecer. Para ello, ambos utilizarían la misma arma: un srbosjek («cortador de serbios»)
El resultado final de degollados con el srbosjek: Brzica 1360 – Filipović 1100. Aunque cualquier cifra sería una atrocidad y este número de muertes está lógicamente inflado hasta lo imposible, nos da una idea de que aquello fue una auténtica carnicería. Además, Brzica, como ganador, fue coronado como Rey de los cortadores de gargantas y recibió un reloj de oro.
En 1946 Filipović fue juzgado en Belgrado por crímenes de guerra, declarado culpable, condenado a muerte y ahorcado. Brzica escapó a los Estados Unidos, donde se le perdió la pista y nunca pudo ser procesado por sus crímenes.
Es aterrador conocer el lado salvaje e impune de estos carniceros. Seguro que estaban convencidos de que a ellos no les pasaría nada. También es triste comprobar, una vez más, cómo las religiones deforman la mente de multitud de personas y cómo son caldos de cultivo peligrosísimos asesinos.
Como siempre, Javier, tus interesantes columnas son sintéticas y muy ilustrativas. Te felicito y sigo siendo lector de tus notas históricas.
ETA empezó en el seminario … ah los radicales… me falta algún comunista, los horrores de Katyn o Holdomor no se pueden hacer sin una buena propaganda y trabajo stajanovista…
Se pueden encontrar alguna descripción en primera persona de esa competición en Jasenovac. Lo más terrorífico (y revelador) es el extremo sadismo que se confiesa en dicho testimonio. Literalmente disfrutan al causar sufrimiento. Y mucho.