Hoy sabemos que el tabaco puede matar e incluso que llegó a ser motivo de cárcel, pero hubo una época en la que los enemas de tabaco se utilizaron para salvar vidas… como reanimador.

Los españoles introdujimos el tabaco en Europa y sería Francisco Hernández de Toledo, el médico de Felipe II, el primero que lo cultivó en nuestro país. No fue casual que un médico fuese el primero en cultivarlo ya que, además del propio placer de fumarlo, los primeros usos que se le dieron a esta planta fueron medicinales: migrañas, artritis, parásitos intestinales, como relajante… Rápidamente se extendió por toda Europa gracias al embajador francés en Portugal Jean Nicot, sobre todo en forma de rapé (tabaco molido para aspirar).

En 1746, para rizar el rizo, Richard Mead, el médico del rey Jorge II de Gran Bretaña, aconsejaba el tratamiento de los enemas de humo como un estimulante respiratorio para reanimar/resucitar a las víctimas, sobre todo, de ahogamiento. En un libro de 1776 aparecía una ilustración del citado artilugio: una simple boquilla que se introducía por el recto… mejor os dejo la ilustración y una foto para que os hagáis una idea. De la eficacia de este peculiar reanimador poco que decir.