Aunque ya hemos hablado de las indulgencias en otras ocasiones, a modo resumen y según la RAE, son la remisión ante Dios de la pena temporal correspondiente a los pecados ya perdonados, que se obtiene por mediación de la Iglesia; y según la etimología viene del latín indulgentia (benevolencia, bondad o exención de algo, siempre de un superior a un inferior), nombre derivado del verbo indulgeo (ser indulgente o conceder). Los primeros antecedentes de la práctica de las indulgencias se remontan al siglo III, cuando las penitencias impuestas a los pecados considerados especialmente graves eran muy severas. Así que, para recuperar a la oveja descarriada, se fue reduciendo la duración y la gravedad de las penas impuestas a determinadas personas recuperables para la causa y que, a cambio de esa reducción, realizasen determinadas acciones (peregrinación, mortificación, ayuno…) o prestación de servicios. A partir del siglo XII, la práctica de las indulgencias comenzará a extenderse por toda la Iglesia y, de paso, a pervertir su espíritu hasta convertirse en un auténtico mercado para obtener financiación y, los compradores, el perdón de sus pecados. Ante esta inmoralidad, el 31 de octubre 1517 Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg atacando el mercantilismo de la salvación de las almas. Y se armó la de Dios es Cristo.
Aunque en un principio León X no hizo mucho caso de aquel loco solitario, la buena acogida que tuvo, sobre todo en el centro y norte de Europa, le obligó a tomar cartas en el asunto antes de que le reventasen el negocio. En 1521 publicó la bula Decet Romanum Pontficem en la que excomulgaba a Lutero. Lejos de ponerle freno a la contienda, las tesis de Lutero sirvieron para plantear desde varios países de Europa una reforma de la Iglesia. De este movimiento nacería la llamada Reforma protestante que llevaría al cisma de la Iglesia católica, origen del protestantismo (luteranismo y calvinismo principalmente). Además de la necesaria revisión del dogma de la Iglesia y de las prácticas de sus ministros y, sobre todo, de los decisiones del Sumo Pontífice de turno, en el éxito de la rápida difusión de la Reforma luterana tuvo mucho que ver la imprenta, una máquina prodigiosa que permitía reproducir textos con una exactitud, rapidez y eficiencia sin precedentes.
Entonces, ¿qué fue primera la imprenta o la propaganda protestante? Según recoge María Elvira Roca Barea en su Imperofobia, no hay lugar dudas…
No es que el mayor número de imprentas en manos de protestantes hiciera triunfar su propaganda, es que la propaganda protestante hizo triunfar a las imprentas y provocó un crecimiento grande en este sector novedoso que encontró un mercado inesperado que en el lado católico no existía. […] La imprenta pone de manifiesto el poder taumtúrgico de las imágenes y Lutero es el primero en comprender que un uso eficaz de este medio es esencial para triunfar.
Hagamos un poco de memoria. La imprenta no fue un invento del artesano alemán Johannes Gutenberg, su paternidad se la debemos, como otras muchas, a los chinos varios siglos atrás. Lo que Gutenberg hizo fue inventar una nueva tinta, más duradera, y, sobre todo, perfeccionar las técnicas de impresión existentes, desarrolló un método de impresión mecánica con tipos móviles, donde podía reproducir textos e imágenes sobre papel o tela aplicando tinta sobre moldes metálicos que era transferida al papel a través de la impresión, adaptando una prensa de tornillo (como la del vino). De esta forma se podían componer más rápido las páginas y reutilizar los moldes para sacar tiradas mucho mayores. Podemos decir que le dio el toque tecnológico para convertir la imprenta en una máquina prodigiosa que permitía reproducir las obras con menor coste y con una exactitud, rapidez y eficiencia sin precedentes. La obra maestra de la primera imprenta de Gutenberg en Maguncia fue la Biblia de 42 líneas, así llamada por el número de renglones a dos columnas que componían las 1.286 páginas de la obra, impresa en dos volúmenes a tamaño folio. Gutenberg quería demostrar que mediante la imprenta podía elaborarse un libro tan hermoso y perfecto como los más soberbios manuscritos de la época, con la diferencia de que podían realizarse 200 copias iguales, que fue la tirada que se hizo.
Los protestantes trasladaron la pugna al terreno de la edición de obras impresas, y ahí le mojaron la oreja a la vieja guardia católica anclada en sermones y excomuniones. Y, otra vez más, no solo para ensalzar las bondades de la Contrarreforma, sino también para difundir las meteduras de pata de los adversarios. En palabras del pintor alemán Alberto Durero, incondicional adepto a las ideas luteranas…
Todos los que leen los libros de Martín Lutero pueden ver cuán clara y transparente es su doctrina cuando expone el Santo Evangelio. Es por ello que hay que tenerlos en gran veneración y no quemarlos. Al fuego habría que echar a sus adversarios, que siempre falsifican la verdad en todas sus opiniones y quieren convertir a los hombres en dioses; pero en cambio habría que imprimir aún más nuevos libros de Lutero.
Además, los escritos luteranos se vendían como churros y reportaban pingües beneficios, por lo que muchos impresores empezaron a editar volúmenes en lenguas vernáculas contribuyendo por un tema simplemente económico a difundir las ideas de Lutero y denostar a los españolitos (como adalides de la Iglesia católica). Con toda probabilidad, la evolución de los acontecimientos habría sido diferente, o en todo caso más lenta, de no haber estado funcionando talleres de impresión tan activamente en las principales ciudades europeas.
Hoy en día existen diversos tipos de imprenta. Flexografía, serigrafía, impresión digital, impresión por tinta o el grabado son algunos de los métodos que se siguen utilizando, modernizados, para cumplir las necesidades de nuestra sociedad. Asimismo, existen servicios como el que brinda de manera muy ágil y efectiva la plataforma imprentaonline.net, donde realizan impresiones al por mayor para situaciones más específicas, por ejemplo, impresión de tarjetas, folletos, adhesivos, calendarios, entre otros.
Estupendo artículo. Por añadir algo, hoy en día se discute si Lutero clavó o no sus tesis en las puertas de la iglesia de Todos los Santos y otras parroquias de la ciudad. Lo que sí parece claro es que envió las tesis (tampoco se sabe si eran 95 o no) por carta al arzobispo elector de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, el 31 de octubre de 1517. (R. G. Villoslada, Martín Lutero, 2ª Ed., BAC, Madrid (1976) pp. 319-351). Podría ser un mito posterior creado por Melanchton.
Saludos.
Hola.
Excelente Iiustración. «Felicitaciones»
Gracias! para pensar también en el desarrollo explosivo de internet y sus «consecuencias»