Hace casi un año, concretamente el pasado 2 de marzo, Enrique Zamorano publicó en El Confidencial el artículo ¿Cuántos dinosaurios hay en un litro de gasolina?, un interesante trabajo sobre la historia del origen del petróleo. En el texto se hacen varias referencias a algunos artículos publicados en este blog, así que, porque merece la pena leerlo, he decidido compartirlo con vosotros suprimiendo pequeños detalles (por ejemplo, cuando se me cita y entrecomilla), algunas (muy pocas) modificaciones y un añadido final, cómo se descubrió el gas natural. Espero que os guste.

Y Dios dijo a Noé: «Haz un arca de madera resinosa y recúbrela con brea por dentro y por fuera«. Desde que el mundo es mundo, desde que inventamos la palabra escrita y desde que el mito se convirtió en el acceso de los primeros seres humanos a la interpretación de los fenómenos naturales, el petróleo ya estaba ahí. Un material relacionado con múltiples catástrofes naturales y que, por su utilidad, posee un marcado carácter geopolítico. Sin embargo, cuenta la leyenda que en tiempos antediluvianos (y nunca mejor dicho) había un hombre llamado Noé sobre el que recayó la tarea de resguardar a todas las especies animales y garantizar el futuro de la humanidad ante la cólera divina. Y para ello debía construir una enorme balsa (¿gufa?), cuya impermeabilidad pasaba por recubrirla de brea, uno de los derivados de este combustible fósil.

Al fin y al cabo, se trata de una sustancia que ya se empleaba en las primeras comunidades humanas, como Babilonia. Hace milenios, allá por el 1200 a.C., alguno de nuestros antepasados más remotos debió percatarse de que del suelo brotaba un líquido negro y espeso y, en una hazaña perspicaz, debió olerlo, untar un poco en sus dedos, probarlo tal vez con la lengua para ver si tenía sabor o era comestible. Recolectó un poco y se lo enseñó a sus iguales: pronto descubrieron que gracias a este aceite oscuro las lámparas ardían durante mucho más tiempo. Y así confeccionaron una mecha con lino y maderas de junto que, rociándola de brea, permitió que él y su familia ya pudieran cenar tranquilamente sin tener que encender constantemente sus antorchas. Según Herodoto, existían pozos de petróleo a unos pocos kilómetros de Babilonia, así como una gran fuente de alquitrán en las Islas Jónicas.

Tal vez la primera vez que el petróleo tiene una utilidad es en la forma del betún, antes de la llegada del homo sapiens incluso, cuando los neandertales lo untaban en sus herramientas hace más de 50.000 años. La brea fue determinante, y de ahí la importancia del texto bíblico, pues según los textos analizados, una de las innovaciones más importantes del homo sapiens en términos evolutivos fue la construcción de embarcaciones y edificios (impermeabilización), para lo que se necesitaba este otro derivado. El asfalto, betún o bitumen, esa sustancia bituminosa, a la par que viscosa y negruzca, ya se utilizaba en la Antigüedad, además de para la construcción de naves o edificios, para proteger árboles de los ataques de los insectos; e incluso, según nos cuenta Plinio el Viejo, para cataplasmas sobre heridas, enfermedades de la piel, dolor de muelas o combinado con vino para atajar la diarrea. Evidentemente, nos movemos en arenas movedizas; mucho tiempo ha desde entonces y hay que hacer muchos cálculos temporales que varían según el historiador o antropólogo al que recurramos. Lo que está claro es que el petróleo lleva ligado a la humanidad desde tiempos sumamente lejanos, y es uno de los materiales que ha determinado su evolución. Ahora que es más protagonista que nunca, debido a las repercusiones económicas de la invasión rusa en Ucrania, cabe hacer un repaso rápido y ligero sobre la historia de este combustible fósil y su relevancia en las distintas civilizaciones hasta la época moderna.

Cuando ‘momia’ y ‘petróleo’ significaron (casi) lo mismo

Antes de entrar a explicar la historia antigua del petróleo, cabría precisar si realmente su composición puede remitirnos a la época de los dinosaurios. El petróleo es un combustible fósil formado en el seno de la Tierra como resultado de la transformación de materia orgánica acumulada en sedimentos durante millones de años. Según los científicos, los dinosaurios habitaron el planeta hace alrededor de 240 millones de años atrás, por lo que no sería difícil pensar de que una parte de ese líquido con el que alimentamos a nuestros automóviles pudiera contener algún resto de estos seres tan especiales, pero muy poco… Os recomiendo ¿El petróleo son dinosaurios muertos?

Sinclair Oil and Refining Corporation, la gasolinera estadounidense fue fundada en 1916, tiene al dinosaurio Dino en el logo.

Los persas, por su parte, llamaban ‘mum‘ al petróleo y sus derivados; algo muy curioso si tenemos en cuenta que este término se asemeja mucho al actual de «momia» de los egipcios, que a su vez deriva de la palabra árabe ‘mūmiyyah‘ que significa betún. ¿A qué nunca habías reparado en esta llamativa asociación etimológica entre las momias y el petróleo?

Los primeros ‘frackers’ del oro

A activistas medioambientales y demás críticos del ‘fracking‘, que es el actual método hidráulico industrial por el que se extrae el oro negro de las más hondas profundidades terrestres, les gustará saber que no es un método relativamente nuevo o ideado por los actuales amos globales del dinero para agotar las reservas de combustible. Hay que remontarse a la época de los romanos, de emperadores avaros que, no contentos con amasar grandes fortunas y poderes sobre el resto de la plebe, idearon el ‘ruina monium‘, destinado a obtener oro, plata y hierro del interior de la tierra. Ni los enanos de la Tierra Media de Tolkien.

Puestos a comparar, lo de los romanos era una especie de fracking sin contemplaciones: localizado el yacimiento, el principal objetivo era la obtención de los preciados metales de la manera más rápida posible. Nada importaba a los romanos el impacto ambiental o los temblores, eso era cosa de alienígenas -por cierto, del latín alienus, de otro, y el sufijo gen, origen, «de otra tierra«-. Los emperadores de la época querían llenarse los bolsillos para sufragar gastos y no podían esperar a la obtención de los preciados minerales por el sistema tradicional de las minas. La principal prueba de la utilización de esta técnica en España la encontramos en la comarca leonesa de El Bierzo, en las Médulas (Metulae en la Hispania romana). Referente a la utilización de la técnica «ruina montiun» o «derrumbe de montes», el historiador romano Plinio el Viejo escribió:

Es menos temerario buscar perlas y púrpura en el fondo del mar que sacar oro de estas tierras.

medulas2

La explotación de esta zona minera se llevó a cabo desde el 26 a.C., cuando el emperador Octavio Augusto necesitó fondos para su campaña contra las tribus del norte de la Península Ibérica. Esta peligrosa técnica consistía en socavar varios túneles (no como en el fracking que son dos) y luego hacer correr por ellos fuertes caudales de agua, provocando el desplome inmediato de la tierra, acción en la que a menudo perdían la vida muchos mineros. Como dato interesante, el actual paisaje de Las Médulas es la consecuencia de la extracción de unas 1.500 toneladas de oro…

Las Médulas1

Aunque la técnica no estaba destinada a extraer petróleo como en la actualidad, sino materiales preciosos, cabe destacar esta ambición e inteligencia por parte de los romanos (también suicida, pues seguramente se perdieron montones de vidas) para cavar las profundidades de la tierra y alterar su geología. Ello no quiere decir que tampoco aprovecharan el petróleo, pues según el historiador R. J. Forbes en su libro ‘Petroleum and Bitumen in Antiquity‘, este se explotaba sobre todo en la provincia de Dacia, actual Rumanía. Aun así, la principal fuente de suministro del Imperio se encontraba en la localidad de Agrigento, a pocos kilómetros de la capital romana, donde el historiador asegura que se filtraba en manantiales.

Puro chapapote

Al igual que «chocolate» o «tomate», la derivación de la palabra ‘chapapote’ tiene raíces precolombinos. «Chapapotli» es su origen etimológico, con la que fray Bernardino de Sahagún define por primera vez esta palabra en ‘Historia general de las cosas de Nueva España‘:

Es un betún que sale del mar, y es como pez de Castilla, que fácilmente se deshace y el mar lo echa de sí, con las ondas, y esto ciertos y señalados días, conforme al creciente de la luna (…) Este ‘chapapotli’ es oloroso y preciado entre las mujeres, y cuando se echa en el fuego su olor se derrama lejos.

Luis Íñigo-Madrigal, historiador y experto en historia latinoamericana, define así el cambio lingüístico del término: «Del ‘chapapotli’ al ‘chapapote’ hay no solo cinco siglos de distancia, sino otras diferencias. Aquel, el de los indios de la Nueva España, estaba más cerca del vocablo chicle que del petróleo poco refinado y maloliente«. Es precisamente la unión de dos palabras de la lengua náhuatl, hablada en los pueblos nativos del Anáhuac como los mexicas, de donde surge ‘chapapote’: «tzauctli‘ (pegamento) y ‘popochili‘ (perfume), tal vez de ahí la apreciación antigua que hace Sahagún a su buen olor. En su ‘Diccionario general de Americanismos‘, el historiador Francisco J. Santamaría lo define así:

En México, especie de asfalto; betún de Judea, abundante en diversas partes del territorio. Llámase también chapapote, como en las Antillas, más cerca de su etimología. Los indios le usaban antiguamente como masticatorio. Sirve como combustible y, disuelto en aguarrás, para preparar una pintura propia del hierro», añadiendo una definición más simple y llana: «genéricamente, a veces, cualquier clase de alquitrán.

Uno de los mayores responsables de que se popularizara la palabra ‘chapapote’ en España para designar al petróleo es Benito Pérez Galdós, ya que la incluye en algunas de sus novelas más leídas como ‘Trafalgar‘ (1873) o ‘Fortunata y Jacinta‘ (1885-1887).

Las ballenas y el petróleo: una tierna amistad

Uno de los autores actuales que más ha rastreado los orígenes del petróleo y su desarrollo en la era moderna, así como por qué tiene esa importancia geopolítica hoy en día, es el científico y analista político checo-canadiense Vaclav Smil. «El petróleo se conoce desde la antigüedad, aunque solo está documentado su uso para calentar los baños romanos de Asia Menor«, asegura en su libro ‘Energía y civilización. Una historia‘. Como comentamos al inicio del artículo, empezó a usarse como combustible para iluminar. Al igual que ocurrió en la era moderna, ya que antes se usaba la grasa del esperma de las ballenas en las lámparas, la cual era muy difícil de conseguir.

Nota aclaratoria. Durante muchos años la iluminación de los hogares dependía de las velas de cera o de grasa animal (sebo). Las de cera eran mejores pero mucho más caras. Las de sebo eran más baratas (servía la grasas de casi todos animales) pero se consumía rápidamente, su luz era irregular y su olor no era muy agradable. Dentro de las de sebo, las que mejor calidad tenían eran los de aceite de ballena, también utilizado como combustible para las lámparas. El «caviar» del aceite de ballena, era el espermaceti: cera o aceite blanquecino que se conoce también como «esperma de ballena» (según la denominación en inglés del cachalote «sperm whale»), pero que nada tiene que ver con el esperma ,y que está presente en las cavidades del cráneo del cachalote y en las grasas vascularizadas de todas las ballenas.

El keroseno, un líquido muy inflamable derivado del petróleo, contribuyó a evitar la extinción de las ballenas a finales del siglo XIX. A medida que las ciudades fueron creciendo y, con ello las necesidades de iluminar los hogares, la demanda de este material orgánico fue creciendo, junto con las dificultades para conseguir la materia prima de las ballenas al tener que cazarlas. Además, había un problema, y es que cada vez quedaban menos. Alrededor de finales del siglo XIX, estos mamíferos marinos estaban extinguiéndose en los mares de Groenlandia. Otras especies, como la ballena gris, ya había sido extinguida del Atlántico, justo cuando ahora está regresando curiosamente por efecto del cambio climático. «La extracción moderna del oro negro se vio favorecida por la búsqueda de un sistema de iluminación más barato que reemplazara a la cara y, cada vez más escasa, grasa procedente del esperma de las ballenas«, narra Smil. «El keroseno, un líquido incoloro muy inflamable que se separa del crudo entre 150 y 275 grados centígrados, cumplía ese cometido y quizá haya contribuido a evitar la extinción de uno de los mamíferos más grandes del mundo«. El primer pozo petrolero se pone en marcha en Estados Unidos en Pensilvania, año 1859.

A partir de entonces, la fiebre por la extracción de petróleo a escalas industriales se disparó. Aparecieron campos petrolíferos en California, México, Venezuela, Rusia, Indonesia, Oriente Medio… allí donde se descubría un yacimiento, por pequeño que fuera, se construía un pozo. Además, la industria se vio favorecida por el auge del automóvil a comienzos del siglo XX y la producción en cadena ideada por Henry Ford. Desde ese momento hasta ahora, toda nuestra economía es regulada por los precios de este combustible fósil y sus tensiones geopolíticas. Cómo se iba a imaginar aquel hombre babilonio que su hallazgo tendía una importancia tan capital incluso cientos de siglos después, en la era tecnológica.

Gracias a la sal, en el siglo V a.C. los Chinos ya utilizaban energía limpia

La importancia de la sal en la Antigüedad radicaba en el uso que de ella se hacía como conservante para los alimentos perecederos, además de condimento. De hecho, el término salario deriva del latín salarium (de sal), porque los trabajadores percibían parte de sus honorarios en sal. Plinio llegó a escribir…

Nihil esse utilius sale et sole (No hay nada más útil que la sal y el sol)

Salinas

Así que, dada su vital importancia, las diferentes formas de gobierno de cada lugar establecieron un control absoluto sobre la producción, explotación y comercio de la sal, originando lo que muchos consideran como el primer monopolio de la historia. Se piensa que el impuesto establecido sobre la sal en China permitió la construcción de la Gran Muralla. Las poblaciones costeras tenían fácil la obtención del preciado tesoro mediante las salinas marinas: extraer agua del mar y dejarla reposar en unas balsas de poca profundidad hasta que el sol evaporase el agua. La salmuera obtenida se metía en recipientes y se dejaba desecar para su posterior comercialización ya cristalizada.

En poblaciones del interior no era tan fácil pero también tenían sus métodos para obtenerla. En las llamadas salinas de interior se seguía el mismo método que en las costeras pero utilizando el agua procedente de manantiales cuya corriente había atravesado depósitos de sal subterráneos. Otro método de obtención, también basado en las corrientes de agua subterráneas y que requería de cierta tecnología, eran las perforaciones. Y la tecnología necesaria sería “Made in China”. En el siglo V a.C. los chinos ya consiguieron llegar hasta casi 100 metros de profundidad con un sistema de perforación a base de enormes taladros de bambú con diferentes puntas metálicas dependiendo del terreno a perforar. El agua subterránea era subida hasta la superficie y allí calentada en ollas para evaporar el agua y obtener la sal. El problema era que, en ocasiones, aquellas perforaciones molestaban a los espíritus de la Tierra y lanzaban al exterior llamaradas de fuego que mataban a los mineros. Estos mosqueos divinos ya desconcertaron a los griegos cuando un pastor encontró una llama perpetua saliendo de la fisura de una roca en el Monte Parnaso y decidieron construir un tempo en honor del dios Apolo que albergaría al Oráculo de Delfos. Estudios geológicos elaborados en el siglo XX han demostrado que a través de las fisuras de las rocas de aquel lugar se escapan pequeñas cantidades de gases como metano o etano que pudieran ser los responsables de que la pitonisa entrase en trance -lo de las predicciones lo dejamos para otro momento y lugar-. Tanto este fuego eterno griego como los espíritus malhumorados chinos no eran otra cosa que bolsas de gas natural. Dejaremos a un lado el caso griego, seguramente provocado por un rayo, y nos centraremos en el caso chino.

Perforaciones

Los chinos aprendieron pronto a controlar estos espíritus y humanizarlos o, mejor dicho, utilizarlos como combustible para calentar las ollas en la obtención de la sal en la superficie. Más tarde, canalizaron el gas natural mediante conductos de caña de bambú para hacer llegar la nueva energía limpia -apenas contaminante- hasta poblaciones cercanas y utilizarla en diversos fines (hay datos sobre la fabricación de lámparas de metano llenando vejigas con gas natural). Y así es como gracias a la sal comenzó a utilizarse el gas natural como energía y se construyó el primer gasoducto.