La llegada del General Invierno puede que haya sido el factor determinante para que Putin haya  ordenado acelerar la campaña de bombardeos estratégicos contra la red de suministro eléctrico de Ucrania. ¿Quién es el General Invierno?

A lo largo de la historia, el General Invierno, con el apoyo incondicional de los Suboficiales Nieve y Barro, ha sido el gran aliado de los rusos (o soviéticos) a la hora de defender su patria de los intentos de invasión de enemigos nada acostumbrados al cruel y despiadado invierno. Incluso lo suecos, en teoría más acostumbrados a este clima, sufrieron las consecuencias cuando en 1708, durante la Gran Guerra del Norte entre Suecia y Rusia, el ejército del monarca sueco Carlos XII se comió uno de los peores inviernos de la historia en Ucrania, hasta el punto de que una cuarta parte del ejército y la mitad de los caballos murieron congelados. El por aquel entonces ejército más poderoso de Europa, diezmado por el General Invierno, fue aplastado por el zar Pedro el Grande en la decisiva batalla de Poltava, convirtiendo a Rusia en la potencia hegemónica de la región. El gigante había despertado.

La primera vez que apareció el término de General Invierno fue en 1812, en una caricatura satírica británica dedicada a la catastrófica campaña de Napoléon en Rusia. Los británicos escribieron: “El General Invierno afeitando al pequeño Boney (apodo de los británicos a Napoleón)”.  Y como muy bien puntualizaban los británicos, los franceses también lo sufrieron en sus carnes cuando en 1812, la Grande Armée de Napoleón, formada por 691.500 hombres, el mayor ejército jamás formado en la historia europea hasta ese momento, enfiló el camino hacia Rusia. Y a pesar de que tras la sangrienta batalla de Borodino, en septiembre, las tropas napoleónicas entraron en Moscú, el zar Alejandro I no se rindió. Eso sí, Moscú era una ciudad fantasma, vaciada unos días antes, sin nada que echarse a la boca y que la misma noche de la ocupación francesa comenzó a arder, en un incendio que, ordenado por el general Kutúzov en su política de tierra quemada, arrasó la ciudad.  Aquella victoria dejó a Napoleón en una situación muy complicada: lejos de sus bases logísticas, con sus líneas de comunicación vulnerables y el invierno acercándose a marchas forzadas. Aquella aventura rusa se iba a convertir en un auténtico desastre cuando la Grande Armée se vio obligada a iniciar una de las más trágicas retiradas de la historia, hostigada duramente por el ejército ruso y golpeada una y otra vez por el General Invierno y sus Suboficiales.  En diciembre de 1812 apenas el 20% del gran ejército de Napoleón conseguía salir de Rusia.

El fracaso de Napoleón debería haber sido un aviso para los grandes ejércitos que deciden adentrarse en tierras rusas para conquistarlas en invierno, pero no fue así. Y el 22 de junio de 1941, Adolf Hitler llevó a cabo la mayor campaña terrestre de la historia: la Operación Barbarroja para la invasión de la Unión Soviética.

En pleno verano, los alemanes avanzaron sin grandes dificultades hasta que los soviéticos los frenaron en Leningrado, Smolensk y Kiev. El Grupo de Ejércitos Centro, la más poderosa de las tres formaciones alemanas que participaron en la invasión a la Unión Soviética,tuvo que ceder unidades al Grupo de Ejércitos Norte, que encontraba problemas para finalizar el sitio de Leningrado y para tomar Kiev. Este cambio de planes supuso que el Grupo de Ejércitos Centro tardara dos meses en reorganizarse, por lo que la ofensiva hacia Moscú se retrasaría hasta finales de septiembre, es decir, ya iniciado el otoño. Entonces aparecieron las primeras lluvias y el barro frenó el avance de las divisiones motorizadas alemanas. En noviembre llegó el frío, y las heladas endurecieron las carreteras, hasta entonces enfangadas.

El problema ahora era decidir si convenía retomar la ofensiva o pasar a la defensiva en las posiciones alcanzadas. Hitler optó por retar al invierno y al reorganizado ejército soviético alrededor de Moscú. Las condiciones meteorológicas se endurecieron con temperaturas de 40 grados bajo cero. Sus armas automáticas congeladas sólo podían disparar tiro a tiro. Su munición anticarro no entraba en los cañones porque la grasa se solidificaba con el frío. Tenían que cortar la mantequilla con serrucho, y para tomarse una sopa no podían dedicarle más de 30 segundos sin que se solidificara. Sufrieron disentería, y muchos se suicidaron, la mayoría haciendo estallar una granada de mano pegada a su cuerpo.


Las tropas alemanas también sufrieron más de 100.000 casos de congelación en las extremidades. Sobre todo en los pies: cerca del 40 por 100 de los soldados alemanes sufrieron síntomas de congelación en los pies en aquel invierno de 1941. Sin embargo, tal vez la congelación de los pies de los soldados alemanes era un problema que hubiese sido relativamente fácil de solucionar, como explicó después el Mariscal ruso Zhúkov:

Toda la admiración que había podido sentir por el Estado Mayor alemán se desmoronó cuando vi a los primeros prisioneros de la batalla del invierno. Oficiales y soldados calzaban botas de su medida. Los alemanes ignoraban que, desde hacía siglos, los militares rusos eran equipados con botas de un número superior al que pudiera corresponderles, a fin de poder rellenarlas de paja o de papel de periódico para evitar que se les helasen los pies.

Pero no siempre el General Invierno favoreció a los rusos, en la Guerra de Invierno, la lucha desesperada que libró Finlandia para sobrevivir frente al poderío de la Unión Soviética, fueron los soviéticos las víctimas del General.

El 25 de agosto de 1939 los ministros de exteriores soviético, Molotov, y alemán, Ribbentrop, firmaban un pacto de no agresión. Hasta aquí, nada aparentemente anormal o peligroso. El problema era la letra pequeña (Pactos Adicionales Secretos), en la que se estipulaba y desglosaba el reparto de los países de la Europa Oriental entre Alemania y la URSS. Al mes siguiente, se cumplió el primer objetivo fijado: la invasión de Polonia, Alemania desde el oeste y la URSS desde el este. El siguiente paso: la invasión de Finlandia por parte de la URSS. Los soviéticos, antes de entrar como un elefante en una cacharrería en Finlandia para recuperar el territorio perdido tras la Primera Guerra Mundial, plantearon unas exigencias a los finlandeses imposibles de cumplir: repliegue de fronteras en favor de la URSS en la Carelia y permitir el establecimiento de una base naval en la península de Hanko -los soviéticos ofrecía a cambio una zona en la Carelia rusa el doble de extensa, pero donde ni los renos pastarían-. Como era de esperar, el gobierno finlandés rechazó las exigencias soviéticas. A modo de incidente que prendiese la mecha, y repitiendo lo que nos hicieron los estadounidenses con el Maine en la Habana, los propios soviéticos bombardearon la aldea rusa de Mainila y acusaron a los finlandeses… El 30 de noviembre la URSS atacó a Finlandia con 23 divisiones, casi medio millón de hombres. Comenzaba la llamada Guerra de Invierno.

La superioridad numérica soviética, en cuanto a tropas y armamento, así como la enorme diferencia entre las unidades de combate, hacían presagiar que aquella iba a ser una guerra corta. Así que, sin poder hacer frente directo al Ejército Rojo, los finlandeses optaron por la guerra de guerrillas. Esta estrategia se vio favorecida por la nieve, los densos bosques y los lagos helados que, en muchas ocasiones, impedían el avance de las tanques y la artillería soviéticos. En cambio, para los expertos esquiadores finlandeses era un entorno ideal para camuflarse, causar el mayor número de bajas y desaparecer. De hecho, en este conflicto bélico encontramos al francotirador más letal de la historia: el finlandés Simo Häyhä (La Muerte Blanca), que mató a 505 soldados enemigos. Otro hecho a tener en cuenta, para unos y otros, fue el frío, con temperaturas de hasta -30º. Si los finlandeses estaban más adaptados que los soviéticos a estas temperaturas extremas, también sus respectivos medios de transporte, animales de carga vs. medios mecanizados.

Aunque soldados de ambos bandos sufrieron congelaciones, sobre todo de los pies, el número de soviéticos fue mucho mayor. Y los finlandeses quisieron aprovechar aquella arma psicológica. Así que, en algunas carreteras y caminos plantaron, a modo de señales de advertencia, cuerpos congelados de soldados soviéticos.

La guerra duró 105 días, hasta marzo de 1940, cuando se firmó un tratado de paz por el que Finlandia cedía cerca del 10 % de su territorio y una parte importante de sus recursos energéticos. A pesar de ser una victoria, la Guerra de Invierno dejó un sabor amargo en la URSS: no consiguieron invadir el país -que era su objetivo- y Finlandia siguió siendo un país soberano; sufrieron más de 150.000 bajas y perdieron 3.543 tanques, 684 aviones y 2 buques -¡en poco más de 100 días!-, y su prestigio internacional quedó tocado -otra victoria pírrica-.

Visto lo visto, parece ser que el General Invierno ataca al pueblo invasor. Así que, ¿sufrirán los rusos las consecuencias del General Invierno?

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