Suele decirse que lo primero que aprendemos de un idioma son las palabras soeces y los insultos. De hecho, una típica broma para novatos, cuando se llega por primera vez a un país, es que se le enseñen palabrotas como si fuesen normales, a fin de meter al inocente en un buen lío. Los habitantes de Mesopotamia no eran ajenos al viejo arte de mentar a la familia de quien les caía mal. Aprovechando que ahora no estamos en horario infantil (bueno, todo depende a la hora que leas esto), vamos a ver varias de esas palabras malsonantes. En todo caso, no aconsejo utilizar este tipo de exabruptos, pues como bien dice un proverbio sumerio: «Una buena palabra es amiga de muchos hombres».

Antes de nada, hay que advertir que el insulto o lo soez depende de la cultura propia. Lo que para un pueblo es una grosería, para otro puede ser algo normal. Lo que para nosotros es un insulto, para un sumerio podía no serlo. Por ejemplo, entre nosotros es muy ofensivo llamar “puta” (con perdón) a una señora, o “chapero” (con perdón) a un señor, o “hijo de persona que mantiene relaciones a cambio de dinero” (gracias RAE por evitarme el sonrojo) a alguien que nos caiga mal. Para un sumerio no sería un insulto. Como ya hemos visto en otros artículos, la prostitución era un trabajo normal y corriente en Sumeria, y llamar a una señora “puta” sería como llamarla “ingeniera”. Tampoco un sumerio se ofendería porque lo llamaran “hijo de persona que mantiene relaciones a cambio de dinero”. No entendería el insulto. Si le llamáramos “Shabarra” (bastardo) dependería de la ciudad y de la época. Para los sumerios más antiguos ser madre soltera tenía poco de preocupante, el propio Sargón de Akhad lo reconoce sin problemas. Otro asunto sería soltarlo ya bien entrada la III Dinastía de Ur o llamárselo a un semita del norte o a un asirio bien plantado. El asirio, sobre todo, inventaría toda una serie de elegantes sistemas para que le recordáramos, mientras buscamos nuestros dientes dentro del escroto.

Sargon de Akhad

En un pueblo que conocía métodos de higiene y que prohibía hacer guarradas en los canales de agua, un insulto muy ofensivo era “Uzuh” (inmundo, sucio, desaseado). Un proverbio sumerio dice: «Es tan sucio que no se sabe quién es el asno, y quién el palafrenero”. Por cierto, que llamar a alguien “Anshebarannita” (burro) o “Anshebarannimi” (burra) no tendría nuestra connotación de “tonto”, sino que para los cabezas negras significaría que le consideramos alguien de poca fortuna y algo gafe. Los sumerios daban a los animales unas cualidades distintas a las que les damos nosotros. Para el caso de llamar a alguien “tonto, idiota, necio” habría que usar “Sangdu nutuku” (el que no tiene cabeza) o bien “Nungarra”. Por las mismas, para un sumerio no tendría sentido llamar “Anshekunga” (mula) en el sentido de fortachón, sino que utilizaría “Urmah” (león).

Otro insulto que se podría utilizar es “Hara” (deshonesto, sinvergüenza). Es evidente que los sumerios ya conocían el arte de la política. Un insulto interesante sería el de “Lil” (loco), pues en sumerio esa palabra se usaba también para describir los sonidos ininteligibles de los bebés, con lo que resultaría más ofensivo, incluso, que nuestra palabra. En el apartado de insultos xenófobos, encontramos en Sumeria la palabra “Lukurra” (extranjero extraño, raro). Sabemos que los cabezas negras eran tan xenófobos como el que más, pero no se han encontrado insultos concretos para los elamitas u otros enemigos suyos, o por lo menos, no hemos pillado el sentido insultante si está en alguna tablilla. A los Gutis, montañeses de los montes Zagros, los llamaban “dragones de montaña”, y seguramente era un insulto, pero no queda claro el sentido pues la palabra “Ushum” (dragón) aparece relacionada con “Ushumgal”, que era uno de los apodos del dios Enki. Tal vez algún día encontremos un mito de dicho dios que nos aclare la relación peyorativa entre él y los gutis. Siguiendo con los insultos, llamar “Igibala” era muy feo, pues significa “traidor”, y los sumerios, al vivir en ciudades-estado, tenían muy a pecho el amor al terruño; “Agaashgi” es alguien muy inútil que no sirve para nada; “Lutumu” es alguien poco honrado, o sea, lo que se le llamaría al dependiente que roba en el peso o que se lleva dinero de la caja registradora; “Zuh” se lo podemos llamar a quien nos ha robado daga en mano; “Nibulung” es quien se pasa de chulito y se lo tiene muy creído; “Zizna” significa deforme, mal hecho; “Nisuub” es un cobarde, un pusilánime…

¿Nibulung?

Curiosamente entre los sumerios un insulto jocoso era “Ninggu” (comilón, tragaldabas), mientras que para los acadios era casi un elogio. Otro caso en el que vemos connotaciones distintas es con la palabra “Udatush” (payaso), que en Sumeria era otro trabajo honrado sin segundos significados insultantes, en concreto se trataba de quien realizaba espectáculos con osos y cerdos. Por lo visto, a los sumerios les gustaba ver cerdos malabaristas, en vez de a perros amaestrados. Y si seguimos con animales de mala fama, podemos usar “Kaa” (zorro), que tenía el sentido de alguien chulo y cobarde, o “Urgir” (perro domesticado) que venía a significar “glotón”. Si se deseaba romper definitivamente con alguien, mejor era tacharlo de “Urmen” (enemigo irreconciliable) o de “Lunamtagga” (pecador y ofensor de los dioses). Finalmente, para que quede claro a quién se dirigen los insultos, la palabra ofensiva debe ir seguida del sufijo “-men” (singular) o “-menzen” (plural), y precedida del prefijo “-lu” (persona). Así, por ejemplo, si llamamos ladrón a alguien, la palabra correcta sería “Lúzuhmen”, si alguien nos cobró de más, o bien “Luzuhmenzen” si acabamos de ver en el periódico la lista de corruptos de un partido, pues hay que recordar que el sumerio era un idioma aglutinante.

Eso sí, recuerde aquello que decía el genial grupo de humoristas argentinos “Les Luthiers”: «Si te enfrentas a alguien más fuerte y alto que tú, recuerda, no hay nada como un buen revólver”. O si un sumerio de dos metros de alto, con piernas de rinoceronte lanudo y pecho de camionero le acaba de insultar y usted no tiene un arma a mano, diga simplemente: “Nubngeshtuden” (oigo fatal y no he entendido nada de nada), y coja el autobús más cercano en dirección a Ebla.

Colaboración de Joshua BedwyR autor de  En un mundo azul oscuro

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