El arte de la guerra, escrito por el general y estratega militar Sun Tzu hace aproximadamente 2.500 años en la antigua China, es un tratado sobre práctica militar y estrategia de guerra que se fundamenta en principios de la doctrina taoísta. Sun Tzu primero aconsejó evitar la guerra, ya que no es rentable y es muy perjudicial para un país, pero, si es inevitable, entonces se debe mantener el control sobre las etapas de la guerra y tener en cuenta la disciplina, la moral de las tropas, la confianza en las órdenes de los superiores, la climatología, la orografía… y el chocolate, las anfetas y los helados (si lo hubiese escrito durante la Segunda Guerra Mundial).
Scho-ka-kola, una marca alemana de chocolates, se creó en 1935 por el chocolatero berlinés Theodor Hildebrand. Era un chocolate negro de sabor agridulce y en cuya elaboración se utilizaba cacao, café y nuez de cola (el fruto de un árbol tropical del mismo nombre con un elevado contenido en cafeína), y se comercializaba en tabletas redondas divididas en ochos porciones dentro de una lata roja y blanca. La presentación oficial de Scho-ka-kola se hizo en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, como un producto que aportaba energía a los deportistas.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial el Scho-ka-kola comenzó a distribuirse entre los pilotos de la Luftwaffe, la Fuerza Aérea alemana, y entre ellos se conocía como “el chocolate de los aviadores”. De todos es conocido el aporte energético del chocolate, pero si en la elaboración se incluyen el café y la nuez de cola el resultado final es un producto estimulante, que aumenta la capacidad de concentración y disminuye la sensación de sueño y fatiga. Ideal para que los pilotos alemanes se mantuviesen despiertos y alerta en vuelos nocturnos y prolongados. A fecha de hoy, todavía se sigue comercializando esta marca de chocolate, en el mismo formato y con alguna pequeña modificación en la elaboración.
Y aunque el chocolate cause un efecto en el cerebro similar al de las drogas, nada comparable al Pervitín, similar al speed, que tomaban las fuerzas terrestres alemanas.
Heinrich Theodor Böll, Premio Nobel de Literatura en 1972, fue el máximo exponente de la literatura alemana de la posguerra, la llamada literatura de escombros. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por las Fuerzas Armadas alemanas y combatió en Polonia, Francia, Rumanía, Hungría y la Unión Soviética, hasta que fue capturado por los estadounidenses en la primavera de 1945. En 2005 el diario alemán Spiegel publicaba fragmentos de varias cartas remitidas por Heinrich a su familia mientras estuvo en el frente:
Queridos padres y hermanos. Esto es muy difícil, espero que lo entendáis si sólo soy capaz de enviar una carta cada dos o cuatro días […] Hoy os escribo principalmente para pediros un poco de Pervitín.
El Pervitin o Pervitina es una metanfetamina creada en 1938 por la empresa farmacéutica Temmler y comercializada en Alemania. Debido al éxito entre la población civil, el médico Otto Ranke, miembro de la Academia de Medicina Militar, realizó un estudio entre 90 estudiantes universitarios a los que se les suministró la droga. El informe que emitió en 1939 fue demoledor…
En la mayoría de las personas la sustancia aumenta la confianza en sí mismo, la concentración y la voluntad de asumir riesgos, mientras que al mismo tiempo se reduce la sensibilidad al dolor, el hambre y la sed, así como la necesidad de dormir. […] El Pervitin puede ayudar a Alemania a ganar la guerra.
Además, este tipo de ayuda química era ideal para la táctica militar que Hitler planteó al comienzo de la guerra: la llamada guerra relámpago, que implicaba un bombardeo masivo de la aviación y la artillería terrestre seguido de un rápido ataque de la infantería y los blindados para romper las líneas enemigas. Lógicamente, esta táctica dependía de la rapidez de maniobra de las fuerzas terrestres y de mantener la intensidad de la lucha el tiempo necesario. El Pervitin se encargaba de proporcionar el plus de resistencia e intensidad necesarios. El problema es que lo que inicialmente era un simple estimulante, se convirtió en una necesidad para los soldados y, además, los oficiales comenzaron a distribuirlo sin ningún control. Solamente durante el período comprendido entre abril y julio de 1940 se distribuyeron más de 35 millones de comprimidos. Debido a los problemas físicos y psíquicos que comenzaron a aparecer por casos de sobredosis, en 1941 se prohibió su distribución sin control y sólo los médicos militares podían distribuirla. En la práctica, esta prohibición fue relativa.
En el transcurso de la llamada Operación Barbarroja, en la que Alemania invadió la Unión Soviética, el éxito inicial de la “guerra relámpago” se vio truncado con la llegada del invierno y el contraataque del Ejército Rojo. En medio de la refriega y ya en retirada, una compañía alemana quedó aislada del grueso del ejército a merced de las inclemencias del tiempo y acosados por unidades del Ejército Rojo. Ante aquella situación desesperada, un miembro de la compañía anotó en su diario…
Más y más soldados caían agotados en la nieve. […] Los oficiales decidieron darles Pervitin. Después de media hora, los hombres se levantaron diciendo que sentían mejor y comenzaron a marchar ordenadamente con el ánimo recuperado.
Lógicamente, no fue sólo el ejército alemán el que utilizó este tipo de ayuda química. De hecho, muchos pilotos de las Fuerzas Aéreas británicas tomaban metedrina, otra metanfetamina, para mantenerse despiertos y alerta en vuelos nocturnos o prolongados. Los medios británicos llegaron a publicar…
La metedrina ha ganado la batalla de Inglaterra.
Y para terminar con los estimulantes y las adicciones durante la Segunda Guerra Mundial, el helado. Sí, sí, adicción al helado, porque, al igual que el chocolate, según una investigación publicada en la revista científica Plos One: “los estudios de neuroimagen han revelado similitudes biológicas en las pautas de disfunciones relacionadas con la recompensa entre adictos a determinadas comidas, como el helado, e individuos dependientes de sustancias estupefacientes”. ¿Y quiénes son los que toman más helados? Pues los neozelandeses y los estadounidenses, los protagonistas de esta historia.
Las fuerzas de la Marina de Guerra de los Estados Unidos que combatían en el Pacífico Sur se enfrentaban a tres problemas principales: los soldados japoneses, la baja moral de las tropas y un clima caluroso. Tratando de dar solución al segundo y tercero de estos problemas, el Servicio de Inteligencia del ejército hizo una lista de posibles remedios y el helado estaba entre ellos: toneladas y toneladas de helados para los soldados. Eran conscientes de la importancia de esta deliciosa crema llena de calorías. No en vano, los médicos militares prescribían frecuentemente helado a los soldados para recuperarse de la fatiga. En distintas conferencias médicas, psiquiatras de la Marina explicaban a sus colegas que los soldados conmocionados —que parecían «hombres viejos» y se comportaban como «animales salvajes aterrorizados»— necesitaban duchas, descanso, aire fresco, luz del sol y comida saludable, especialmente helados. Además, los informes de comedores militares revelaban que, a menudo, el helado era lo único que podían comer los pilotos que volvían con graves mareos de sus misiones, reportándoles gran alivio. Así, en 1943, se llegaron a embarcar 61.000 toneladas de helado deshidratado que fueron distribuidas en las bases militares. Un soldado que siguiese las instrucciones y diluyera correctamente el polvo, podía obtener un pasable helado de vainilla. En 1945, el Secretario de la Marina de los Estados Unidos, James Forrestal, confiaba en el poder reconstituyente de los helados y en su importancia para la moral de sus tropas, y se lo tomó muy en serio:
En mi opinión, el helado ha sido el más descuidado de todos los factores morales.
Así que, dio «máxima prioridad» a la distribución de helados. A pesar del racionamiento impuesto en Estados Unidos de azúcar, leche y otros ingredientes, Forrestal se las arregló para convencer a la Comisión Nacional de Presupuestos y obtuvo una partida de un millón de dólares. Y gracias a ese presupuesto se construyó el barco militar más inusual de la Segunda Guerra Mundial. Se le conoció como el “Ice Cream Barge«. Era una barcaza remolcada destinada exclusivamente a la fabricación de helado —¡300 litros a la hora!—, la cual estaba dotada de grandes congeladores a bordo para su distribución por todas las bases del Pacífico Sur. El «Ice Cream Barge«, además de ser la primera heladería flotante y ambulante del mundo, sin duda hizo las delicias de muchos de aquellos soldados y probablemente les supuso un cierto apoyo moral mientras combatían en aquellos campos de batalla tan alejados de su hogar.
Fuente: ¡Fuego a discreción!
Hola, Javier.
Muy interesante, desde luego. ¿Se sabe qué porcentaje de soldados alemanes sufrieron secuelas físicas o psicológicas por la Pervitina? ¿Y en qué consistían esos efectos?
Cuando puedas, me gustaría que me respondieses a algunas preguntas que te he hecho en entradas anteriores. Gracias.
Un saludo histórico desde Oviedo.
he leído algunos ensayos sobre el pervitin y lo más preocupante fue que en la salud pública alemana no solo lo dieron sin ton ni son a los soldados si no también a » las ama de casa » alemanas, creando un problema de salud pública gigantesco.
creo que esta droga da una cierta explicación a las salvajadas civiles de los nazis y de alemanes que uno cifraría como » normales» y que no lo fueron..al final no solo la élite era unha drogadicta total, sino que el pueblo estaba en sintonía con sus líderes…la única explicación para la abulia del pueblo ante las barbaridades que se debían ver en su día a día.