Echando la vista atrás, en este caso hasta la Antigüedad, en demasiadas ocasiones podemos decir aquello de Nihil novum sub sole (Nada nuevo bajo el sol), pues hoy tenemos un ejemplo más: los cepillos para quitar las pelusas (o lo que se tercie) de la ropa.
El filósofo griego Tales de Mileto, que vivió hacia el año 600 a.C., observó que al frotar el ámbar, una sustancia resinosa amarillenta, con un paño o piel de animal adquiría la extraña propiedad de atraer objetos livianos. De hecho, la palabra ámbar en griego antiguo es elektron, de la que deriva el término electricidad, usada por primera vez por Francis Bacon para describir materiales que, como el ámbar, se cargaban con energía estática. ¿Y qué utilidad le dieron al ámbar una vez conocida esta propiedad «mágica»? Pues para quitar las pelusas de la ropa (versión briznas de hierba, hojas secas…).
Pero Tales no solo jugó con la electricidad, también los hizo con los imanes. A poco más de veinte kilómetros de Mileto se encontraba la ciudad de Magnesia, lugar donde se encontró por primera vez la magnetita o piedra imán. Tales estudió aquella piedra y observó que, además de atraer otros metales, si la magnetita se frotaba con hierro, éste adquiría las propiedades magnéticas del mineral. Había nacido el magnetismo.
De ser un entretenimiento, como ocurre con casi todo lo mágico, pasó al mundo de la medicina aplicándose para tratar algunas dolencias o como tratamiento de belleza para mantener la piel joven (dicen que Cleopatra dormía con una de estas piedras). El filósofo romano del siglo i a. C. Tito Lucrecio Caro nos habla de estas piedras…
También sucede en ocasiones que la naturaleza del hierro se retira de esa piedra, y la rechaza y la sigue alternativamente. He visto anillos de hierro elevarse, y también virutas de hierro estremecerse en el interior de cuencos de bronce cuando un imán se coloca debajo, hasta tal punto se impacientan por escapar de la piedra
Del mismo modo, aunque seguían sin poder explicar aquel extraño fenómeno, se percataron, y supieron darle uso, a las descargas eléctricas generadas por determinados animales fluviales (el pez gato eléctrico del Nilo) y marinos (el pez raya) para «atontar» a sus víctimas y cazarlas cómodamente. Plinio dejó escrito que… «peces eléctricos se utilizan con fines medicinales para aliviar el dolor de cabeza y la gota«.
Escribonio Largo, médico del siglo i que sirvió en la corte del emperador Claudio, compiló en De Compositione Medicamentorum una extensa farmacopea con 271 prescripciones. Una de sus recetas…
Para eliminar inmediatamente y curar un dolor de cabeza, duradero e insoportable [migraña], un torpedo negro [raya] vivo se pone en el lugar que está el dolor, hasta que el dolor cesa y la zona se queda entumecida.
Y siguiendo con los remedios de Escribonio Largo, estos peces eléctricos también se utilizaban para curar la gota: meter los pies descalzos en aguas poco profundas entre torpedos negros hasta que se adormeciese el pie. En otros escritos, también se aconseja utilizar estas descargas eléctricas de animales para curar la artritis o la epilepsia. Y por último, recordad que no es bueno automedicarse…
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Fascinante!! Y muy divertido el final. Muchas gracias, Javier.