Si en una misma frase aparecen los términos «Presidente de los Estados Unidos» y «sexo», a todos nos viene a la cabeza el escándalo de 1998 por una relación sexual (versión felación) entre Bill Clinton y Mónica Lewinsky, pero en esta ocasión nada tiene que ver con ellos y sí con Calvin Coolidge, presidente estadounidense de 1923 a 1929, un hombre austero, discreto, carente de carisma y locuacidad, pero que no perdió una sola elección en toda su carrera política, y cuyo agudo sentido del humor dio nombre a un patrón de comportamiento sexual. Por cierto, durante su estancia en la Casa Blanca las mascotas presidenciales fueron un tanto curiosas: el hipopótamo pigmeo Billy y una mapache llamada Rebecca.
Vamos a abrir un pequeño paréntesis avícola para ponernos en situación (sobre todo para los urbanitas). Si vas a tener gallinas, lo primero que tienes que decidir es si las quieres para poner huevos o si las quieres para criar pollitos, y en este caso sí vas a necesitar un gallo para fecundar los huevos. Cuando una gallina está receptiva, el gallo inicia el cortejo: extiende las alas y camina alrededor de ella iniciando el baile de apareamiento, como diciendo «aquí estoy, pequeña». Y lo habitual es que la gallina huya, pero es solo una pose para hacerse la dura. El gallo la persigue y cuando la caza se sube sobre ella sometiéndola (no es que les guste el sado, es que la sujeta para que adopte la postura de recepción). El gallo aparta las plumas de la cola para que ambas cloacas (órganos reproductores) puedan conectarse y deposita un saco de semen dentro de la gallina, finalizando el apareamiento que dura apenas unos segundos. Terminada la cópula, el gallo irá a ver si hay mas gallinas receptivas para repetir, siendo capaz de aparearse hasta ¡¡¡30 veces en un mismo día!!! Vamos, que los gallos no necesitan el cigarrito de «después» para reponerse. Y aquí cerramos el paréntesis y recuperamos al presidente Calvin Coolidge.
Se cuenta que, en cierta ocasión, el presidente y su esposa Grace Coolidge visitaban una granja avícola y el encargado les iba enseñando las instalaciones y explicándoles las particularidades que os acabo de contar. Cuando el granjero detalló el número de veces que el fogoso animal podía aparearse al día, la Primera Dama soltó…
Por favor, dígaselo al presidente (supongo que en tono de broma).
Coolidge lo escuchó y le preguntó al granjero:
¿Y siempre lo hace con la misma gallina?
No, señor presidente, lo hace cada vez con una distinta – contestó el granjero.
Por favor, dígaselo a mi señora – le dijo el presidente.
Pues esta historia sirvió para que en 1955 al etólogo Frank A. Beach diese el nombre de efecto Coolidge al comportamiento animal (aplicable a humanos de la misma forma) en virtud del cual el cambio de pareja estimula la líbido del sujeto, tanto en machos como en hembras. Y no solo eso, en los hombres también afecta a su periodo refractario. Se ha comprobado que este tiempo es mucho más corto ante una nueva pareja, en comparación con una compañera habitual. Además, la producción de semen parece ser mayor ante la excitación de un coito novedoso, en comparación con el que se realiza con la pareja cotidiana.
Hay un problema muy grave: a las gallinas, terneras (vacas), ovejas, chanchas, etc., les perdonan la vida para que procreen, total alcanza con un sólo gallo, toro, carnero, cerdo., etc. para seguir con la broma (feliz el elegido). Los demás, al matadero, carne de cañon, de barbacoa, salchichas, hamburguesas, etc., etc, Menos mal que mi mujer todavía me necesita: «mi amor, hay que pintar el comedor, hay que arreglar la instalación eléctrica, necesito que me ayudes a replantar este arbolito, arreglá el cerco, hacé un hoyo aquí para esta plantita, andá a buscar la pintura, pagá esto, fijate cuando hay que pagar la cuenta de la tarjeta, etc., etc.
Bueno, al fin y al cabo no dejamos de ser animales, que tengamos algo en común con ellos no es tan raro.
Un amigo mío, que es psicólogo, siempre dice lo mismo, la monogamia y el suicidio son antinaturales, solo los aceptamos como imperativo social.