Obviamente es fácil responder a esta pregunta con un NO rotundo, porque no participó pero… lo pareció. Os lo explico.

En el siglo XVIII el movimiento cultural e intelectual que predomina en Europa es la Ilustración, cuyas señas de identidad son la razón y el conocimiento. En el siglo XIX el movimiento cultural e intelectual que predomina es el Romanticismo, cuya seña de identidad es lo emocional, lo sentimental, ingrediente necesario para las revoluciones que se van a producir frente al absolutismo y los imperios. Nace la idea de estado o nación, cuyas características son un territorio definido, una cultura y una lengua propias, y un pasado común (una historia común). Este nacionalismo tiene dos versiones: el de ruptura (independencia de los países del continente americano de España, Brasil se independiza de Portugal, Grecia o Rumanía del Imperio otomano…) y de integración (unificación de Italia y Alemania). A partir de este momento, los territorios comienza a utilizar sus símbolos como señas de identidad propias, como la Señera en Cataluña o la Señal Real en Aragón.

Antes de continuar, me gustaría matizar que la Señera o Señal Real nunca fue, hasta el siglo XIX, la bandera de un territorio, simplemente fue la bandera que identificaba a los miembros de la Casa Real de Aragón. No era un símbolo territorial, sino el símbolo de una familia o dinastía que, posteriormente, los territorios que conformaron la Corona de Aragón hicieron suyo. Una prueba inequívoca de ello es que en el siglo XIII, en tiempos de Jaime I el Conquistador (rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca, conde de Barcelona y de Urgel, señor de Montpellier y de otros feudos en Occitania), su hijo Sancho fue nombrado arzobispo de la sede primada de Toledo (ajeno a los territorios gobernados por su padre), y su escudo fue la Señera o Señal Real con el capelo y las borlas verdes.

Escudo de Sancho de Aragón (arzobispo de Toledo)

Escudo de Sancho de Aragón (arzobispo de Toledo)

En julio de 1918, bajo la presidencia de Vicenç Albert Ballester, se funda el Comité Pro Cataluña, una organización independentista catalana. Además de presidir esta organización, Ballester crea la estelada, una señera «tuneada» -supongo que para diferenciarse del resto de territorios que también la tienen como símbolo- y con un guiño al desastre del 98 (cuando España pierde los últimos territorios de América), ya que añaden el triángulo con la estrella en el centro como las banderas de Cuba y Puerto Rico (territorios perdidos durante el desastre del 98).

 

Esta organización elaboró un documento en inglés, fechado el 11 de septiembre de 1918 -parece que el primer documento oficial en el que aparece la estelada-, con el título:  «What says Catalonia«.

En este documento el Comité Pro Cataluña reclamaba a los Aliados, que ya se veía que serían los triunfadores de la Primer Guerra Mundial, una revisión del Tratado de Utrecht (1714), y terminaba con el texto «por los Derechos y las Libertadas de los Pueblos. Viva los Aliados ¡Gloria a Wilson! ¡¡¡Justicia!!!«. La carta se envió tras firmarse el fin de la Primera Guerra Mundial, durante los preparativos del Tratado Versalles. Ya que se iba a reestructurar Europa -de hecho fue el fin de imperios como el ruso, otomano, alemán y el austro-húngaro-, se pretendía que los Aliados tuviesen en cuenta el tema catalán y se revisase el Tratado de Utrecht, donde el reconocimiento de Felipe V como rey de España suponía el abandono internacional a los partidarios del archiduque Carlos y la posterior supresión de los fueros y las instituciones propias de los territorios de la Corona de Aragón. El “Wilson” de la carta no era otro que Woodrow Wilson, el presidente de los EEUU, y se hacía alusión a él en la carta porque en la hoja de ruta de los estadounidenses llevaban la fundación de la Sociedad de Naciones y la creación de las nuevas fronteras conforme a las nacionalidades. La respuesta fue que no se tendría en cuenta porque estas nuevas fronteras sólo afectaban a los territorios implicados en la Gran Guerra.

Así que, efectivamente, no participó, pero sí intentó formar parte del Tratado de Versalles.