Aquel quien pierde sus riquezas pierde mucho; aquel quien pierde a un amigo pierde más; pero el que pierde el valor lo pierde todo.

Estas palabras del universal Miguel de Cervantes no debieron llegar a oídos del francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve o al menos no hicieron mella en él, ya que el vicealmirante de la flota francesa durante las guerras napoleónicas huyó del enemigo británico en repetidas ocasiones. Y al final, cuando se decidió a plantarle cara al inglés en el Mediterráneo, todo el mundo se le opuso. Si es que no nos valía nada de lo que hacía el pobrecillo…

Pierre Charles Silvestre de Villeneuve

Pierre Charles Silvestre de Villeneuve

Está bien, ahora pongámonos en situación. A finales del siglo XVIII, después de la Guerra del Rosellón, disputada entre España y Francia, se firmó la Paz de Basilea y los tratados de San Ildefonso y Aranjuez por los que los contendientes formarían una alianza para combatir contra Gran Bretaña. De esta manera, España intentaría recuperar Gibraltar (sí, ya estábamos en esas por entonces); Francia alejaría a su enemigo de las posesiones del Caribe y, ya de paso, aprovecharía para intentar invadirla. Para ello, Napoléon Bonaparte ideó un plan estratégico que se le antojaba infalible:

Verás, Villeneuve. Vas a salir de Tolón hacia el Caribe en plan cebo para arrastrar hasta allí a la flota británica. Luego vuelves y desembarcamos en Escocia con nuestro gran ejército y nos hacemos con las islas. De camino, no te olvides de recoger a los españoles en Cartagena. Al llegar a Martinica acuérdate de esos recaditos caribeños

Bueno, seguramente el mensaje no fuera exactamente así. Pero el objetivo estaba claro: despistar a los británicos yendo hacia el Caribe para dejar el Canal de la Mancha libre y desembarcar en Gran Bretaña. Sin embargo, Villeneuve, hombre inseguro y “Nelsonfóbico” donde los haya, no cumplió del todo bien su misión. Al llegar a la altura del puerto español de Cartagena, donde debían unirse con los navíos aliados, nuestro querido vicealmirante pasó tan rápido en un intento de esquivar la flota británica apostada en Gibraltar que los españoles no fueron capaces de alcanzarlo hasta llegar al estrecho. Ya en el Caribe, más concretamente en La Martinica, Villeneuve dejó de lado los encargos que Napoléon le había hecho y se quedó en la isla durante dos meses. ¿Qué fue lo que interrumpió la paradisiaca estancia del francés allí? Efectivamente amigos, los rumores de que el almirante Horatio Nelson ya estaba cerca.

Hartio Nelson

Hartio Nelson

Llegados a este punto, hagamos un inciso. Ya hemos apuntado el caso de mieditis aguditis que Villeneuve le tenía al almirante británico; pero rompiendo una lanza a su favor, debemos contar brevemente el porqué. Y es que allá por 1793, en pleno intento de conquista de Egipto por el pequeño corso, Nelson llegó y venció sorpresivamente en la conocida batalla del Nilo a gran parte de la flota francesa, de la que Villeneuve ya era oficial al mando.

Tenemos entonces a toda la flota combinada de vuelta a Europa, más concretamente al puerto de Ferrol. Bueno, o eso pretendían. Porque quien realmente estaba ya en Ferrol era una flotilla inglesa que no dudó en presentar batalla en aquel julio de 1805. El combate terminó tan pronto como empezó, ya que la escasa visibilidad hizo que reinara la confusión y, ante una más que posible pérdida de buques y hombres, la Marina Real británica aplazó la batalla para cuando mejoraran las condiciones. Que ellos o se ponían con todo o no luchaban. ¡Faltaría más! El francés no lo dudó, y en cuanto pudo puso pies en polvorosa hacia Cádiz, puerto seguro donde los haya. Napoleón se tiraba de los pelos a cada movimiento de su vicealmirante. De él llegó a decir…

no tiene la suficiente fuerza de carácter para comandar ni una fragata. Le falta determinación y no tiene coraje moral.

Y es que lo cierto es que no había cumplido ni uno solo de los objetivos que le habían encomendado. La maniobra de distracción en el Caribe se quedó en nada, el despliegue de tropas en Gran Bretaña también, la vuelta a Vizcaya y de allí a Francia tras la batalla de Finisterre, tampoco le pareció oportuna al marino francés… Así que ni corto ni perezoso, Bonaparte emitió la destitución de su vicealmirante. Mientras tanto en Cádiz, aunque la información no era del todo segura, ya había muchos rumores que apuntaban hacia dicho cambio de poderes. En ese momento, Villeneuve tuvo una idea brillante: plantaría cara a los ingleses en el Mediterráneo en un último intento de salvar su honor y su cargo. Así se lo planteó a Federico Gravina, el mando español de la flota combinada, quien muy acertadamente le dijo que era una locura. Las condiciones meteorológicas, la llegada del invierno y el cobijo del puerto de Cádiz hacía que los españoles lo vieran clarísimo, algo que el francés achacó a falta de honor.

«¿No ven ustedes que el barómetro anuncia mal tiempo? ¿No ven ustedes cómo baja?»
Entonces Villeneuve dijo secamente: «Lo que baja aquí es el valor».
Al oír este insulto, Gravina se levantó ciego de ira y echó en cara al francés su cobarde comportamiento en el cabo de Finisterre. Se cruzaron palabritas un poco fuertes, y, por último, exclamó nuestro almirante:«¡A la mar mañana mismo!».
Pero yo creo que Gravina no debía haber hecho caso de las baladronadas del francés, no, señor; que antes que nada es la prudencia, y más conociendo, como conocía, que la escuadra combinada no tenía condiciones para luchar con la de Inglaterra» [Benito Pérez Galdós. Episodios Nacionales. Trafalgar]

"La batalla de Trafalgar" (1836) - Clarkson Stanfield

«La batalla de Trafalgar» (1836) – Clarkson Stanfield

Y a la mar fueron. Los 33 navíos de la flota combinada tardaron dos días en salir del puerto de Cádiz y colocarse en línea, esperando que los ingleses hicieran lo mismo y pudieran bombardearse tranquilamente uno frente al otro. Pero la flota británica fue en perpendicular a ellos, algo que descolocó totalmente a Villeneuve y que le hizo tomar rápidamente otra de sus desafortunadas decisiones: virar y volver a Cádiz. Si ya la victoria era imposible, con esto firmaron poco menos que la muerte. Además el francés, para colmo de males, vio como Nelson iba directamente a atacar los indefensos extremos del Bucentaure, su navío. Afortunadamente para él, los franceses consiguieron llevar a cabo un abordaje y disparar mortalmente alinglés.

El resto ya lo conocemos. Mucha muerte. Buenos barcos hundidos. Una deshonra naval para España. Un cerdo heroico. Un mito hecho hombre para Gran Bretaña. Y un vicealmirante francés “perdonado” que apareció apuñalado seis veces, dicen las malas lenguas, por orden de Napoléon.

Quien sabe qué hubiera pasado con la historia si Villeneuve hubiera seguido para Vizcaya en vez de dirigirse al sur…

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos

Fuentes: Trafalgar – Benito Pérez Galdós, Santísima Trinidad, la masacre en el coloso español que se enfrentó a siete navíos ingleses en Trafalgar – Manuel P. Villatoro (Artículo de ABC Historia), Trafalgar – José Carlos G. y Crisanto L. Podcast Memorias de un tambor