En una novela de Alfonso Mateo Sagasta titulada Ladrones de Tinta se aborda de tapadillo un asunto original, el de los ladrones de mercurio en el Siglo de Oro español. Para ello profanaban tumbas en busca de infelices que habían muerto de sífilis o cualquier otra enfermedad venérea para rescatar el mercurio, «ordeñando huesos de muerto«, triturándolos, para extraer el elemento químico y poder volverlo a vender.

Ladrones cadáveres

Hoy muchos desconocen que el mercurio, este metal pesado plateado que es líquido a temperatura ambiente, no sólo sirve para los termómetros sino que durante siglos se usó para preparaciones cosméticas y para tratamientos médicos con la idea de combatir ciertas enfermedades, en concreto la depresión y la sífilis. Como se podrán imaginar, era peor el remedio que la enfermedad. Hubo varios personajes famosos que sufrieron sus efectos. Uno de ellos fue Agnès Sorel, la favorita del rey Carlos VII de Francia, que murió a la edad de 27 años. Un equipo liderado por el Dr. Philippe Charlier, del Hospital Universitario de Lille (CHU), estudió sus restos con diferentes técnicas para saber la causa, pues los rumores de la época indicaron que falleció en 1450 envenenada por intrigas cortesanas. El pelo y los trozos de piel fueron examinados gracias a los rayos X del sincrotrón europeo ESRF y desvelaron que los restos de Sorel contenían cantidades anormales de mercurio. Existe la hipótesis de que el envenenamiento con mercurio fuera paulatino al usar maquillaje, que normalmente contenía este metal. De acuerdo con el Dr. Charlier, los resultados de estos experimentos en el ESRF han probado que el mercurio no llegó al pelo de Agnès después de la muerte, sino antes, y que fue la causa de la defunción. Los chanchullos de Juego de Tronos no los inventó George R.R. Martin. Ya venían de antes. El zar Iván IV, apodado el Terrible con razón, ingería este elemento químico para curarse de la sífilis, recetado por su médico de cámara para destruir al parásito Treponema pallidum, aunque si se pasa con la dosis (y se pasó) suele acarrear daños cerebrales como la locura, la agresividad y la muerte, tal como ocurrió al zar en 1584 cuando tenía 53 años.

Brahe versus Kepler

El principio del fin del astrónomo danés Tycho Brahe comenzó con un malestar en una fiesta celebrada en Praga y murió once días después, el 24 de octubre de 1601. En los momentos finales, no paraba de repetir una frase que pasaría a la historia: Ne frusta vixisse videar (Que no parezca que he vivido en vano). El diagnóstico oficial fue que murió de una infección de la vejiga por contener en exceso sus ganas de ir al servicio. Su discípulo Kepler, sí el famoso astrónomo, escribió que su vejiga había estallado porque no quería ser descortés y abandonar la mesa. Tycho Brahe era un tanto raro, pero no estúpido. Es verdad que tenía un enano como bufón al que sentaba bajo la mesa durante la cena. Incluso tenía un alce entrenado como mascota. También perdió la punta de su nariz en un duelo con otro noble danés y tuvo que usar una nariz falsa hecha de plata y oro. Eso dicen. El reciente análisis del pelo de la barba de Brahe, exhumado en 1901, demostró la presencia de una gran cantidad de mercurio. El autor del estudio, el toxicólogo Bent Kampe, opina que el astrónomo se envenenó al realizar experimentos alquímicos con medicinas fabricadas por él mismo. Una de las teorías propone que pudo ser el mismo Kepler enfrentado a su maestro quien le envenenó y heredar todos su libros, notas e instrumentos. Otro sospechoso es el rey de Dinamarca Kristián IV, quien pudo ordenar la muerte del astrónomo como represalia por la relación que Tycho había tenido con su madre. Candidatos hay aunque los móviles son muy endebles.

Tycho Brahe

Tycho Brahe

Culpable o no, las leyes de Kepler jugaron un papel vital en el desarrollo de la teoría de la gravitación universal de Newton, del que luego hablaremos. Las muestras tomadas hace un siglo de Tycho no son concluyentes, así que un equipo de científicos de la Universidad de Aarhus de Dinamarca liderados por el profesor de arqueología medieval Jens Vellev, con el permiso del ayuntamiento de Praga (ciudad en la que está enterrado) autorizó una nueva exhumación de los restos mortales de Tycho Brahe, llevada a cabo en noviembre del 2010. Tras dos años de estudio, el equipo de la Universidad de Aarhus, de la Universidad del Sur de Dinamarca y del Instituto de Física Nuclear de Praga, concluyó que la muerte de Brahe no fue causada por el mercurio. No tenía niveles elevados ni anormales de mercurio en el organismo. Misterio resuelto al igual que el referente a la famosa prótesis de nariz que llevaba Tycho Brahe, que siempre se ha creído que estaba hecha de plata o de oro. Sin embargo, gracias al examen de su cadáver, descubrieron que estaba hecha de bronce. Pese a estos descubrimientos, el estudio aún no ha concluido, ya que el análisis de sus dientes (que podrían determinar la causa real de su muerte), está en curso.

De Newton a Lincoln

Este metal venenoso también pudo causar la locura y las continuas pérdidas de memoria que sufría el físico Isaac Newton. Él no tenía sífilis como el zar ruso, pero quiso convertir el mercurio en oro y, mientras lo intentaba en su laboratorio, se intoxicó. Sus síntomas eran inequívocos: insomnio, agresividad, pérdida de apetito, lapsus de memoria, sordera… Según revelan recientes análisis forenses de sus cabellos, en el momento de su muerte había acumulado en su cuerpo 73 ppm (partes por millón) de mercurio, frente a las 5 ppm que se considera «normal». Con un poco más de metal en sangre, además de perder todos los dientes, habría sufrido convulsiones. Sin duda era un hombre sabio, pero no tanto como para darse cuenta de las consecuencias nocivas de estar en contacto con el mercurio. Ni él ni nadie.

La misma intoxicación pudo haber sufrido el presidente Abraham Lincoln (1809-1865), según demostró el historiador médico Norbert Hirschhorn. A Lincoln le recetaron unas pastillas conocidas como «píldora azul» que se usaba para combatir la depresión, tratamiento que le provocaba arrebatos de ira. Se sabe que las ingería en 1860 contra la hipocondría, y tenían un alto contenido de mercurio que llegaba a los 750 microgramos. Es decir, 9.000 veces más cantidad que la de la dosis recomendada hoy por las autoridades sanitarias. Robert Feldman, profesor de neurología de la Universidad de Boston, sostiene que «el envenenamiento por mercurio puede explicar los síntomas neurológicos que sufría Lincoln: insomnio, temblores y ataques de ira«. El propio Presidente decidió abandonar la medicación que tomaba, porque le confundía. Digo yo que si hubiera tomado la píldora roja, en lugar de la azul, tal vez no le hubieran asesinado unos años después pues estaría fuera del mundo virtual de Matrix y sería más consciente de la realidad que le rodeaba…

La tumba y los ríos de mercurio de Qin Shihuang

En Xian se han encontrado, de momento, más de 8000 soldados, muchos con sus armas y sus caballos de terracota a tamaño real. Si eso es lo que se ha localizado en los aledaños del mausoleo ¿cómo será el interior de la tumba? Fue en el año 1974 cuando se localizó y aún no ha sido abierta. Los arqueólogos están esperando el mejor momento para empezar a excavarla y dar a conocer todo lo que hay en su interior. Cuando esto se produzca, y no hay fecha establecida todavía, lo más seguro es que hará palidecer lo encontrado en 1922 con el hallazgo de la tumba de Tutankamon o la del Señor de Sipán en Perú o la de Pacal en Palenque (México).

Guerreros-de-terracota

Qin Shihuang murió en un viaje a la costa este en el mes de septiembre del año 210 a.C. mientras buscaba el elixir de la vida eterna en la legendaria isla de los Inmortales. El emperador tardó cerca de 38 años en construir el mausoleo, que cubre una superficie total de 56 kilómetros cuadrados. Para tal obra, contó con la participación de más de 720.000 abnegados obreros. En el gran libro del historiador Sima Qian (145-90 a.C.), de la dinastía Han, se enumeran algunas de las maravillas que podemos encontrar en su microcosmos particular y megalómano:

Los artesanos recibieron orden de instalar ballestas accionadas mecánicamente para disparar a cualquier intruso. Se reprodujeron las vías fluviales, los ríos Yangtsé y Amarillo, e incluso el gran océano, y por ellos circulaba mercurio. En el techo se emplearon perlas brillantes para representar las constelaciones, y en el suelo se plasmó la tierra con figuras de pájaros de oro y plata, y árboles grabados en jade. Las lámparas se colmaron con aceite de ballena para que ardieran hasta la eternidad.

Cuando el palacio fue cerrado, los trabajadores estaban ocupados trabajando en el mismo y con ellos se enterró su secreto. Nadie escapó. El mercurio ya ha sido detectado. Hay que tener paciencia china para descubrir el resto…

Colaboración de Jesús Callejo