Cuando en 1922 un profesor de Ohio le preguntó al niño de 9 años James Cleveland Owens cómo se llamaba y él, por su acento sureño, entendió Jesse en vez de JC (Jay – cee), seguramente no podía imaginar a dónde llegaría ese pequeño. La familia Owens, natural de Alabama, fue una de las muchas que huyeron de la segregación que en el sur del país estaban sufriendo los negros. Reinstalados tres estados más al norte, el pequeño JC creció y prosiguió sus estudios mientras trabajaba para ayudar a la economía familiar.

Cuando contaba 15 años, Charles Paddock (campeón de 100 metros) realizó una visita a su colegio, y para festejar tal acontecimiento se celebraron varias pruebas de atletismo en las que al profesor Charles Riley no le pasó desapercibido el talento innato de Owens. Desde entonces, adaptó los horarios de sus entrenamientos para que el joven pudiera continuar trabajando y comenzara a prepararse para ganar títulos. El 25 de mayo de 1935 se disputó en Michigan la “Big Ten Conference”, una competición que reunía a atletas de diez universidades. Casualidades de la vida, ese día Jesse Owens sufría un terrible dolor de espalda que en condiciones normales le habría impedido competir. Pero él sabía que esa era su gran oportunidad. Y no la desaprovechó. En aquella jornada superó los récords del mundo en salto de longitud, 200m lisos y 200m vallas, e igualó el de 100m lisos.

En el verano de 1936 llegaron los Juegos Olímpicos de Berlín. Éstos tenían un objetivo clave: demostrar la superioridad de la raza aria por encima de cualquier otra. Lo cierto es que los primeros resultados para el medallero alemán no pudieron ser mejores, y el pueblo se regocijaba en sus éxitos. Hasta el 1 de agosto, cuando comenzaron las series de 100 metros y Owens igualó el récord establecido. El 3 de agosto, en el momento de la final de 100m lisos, Owens se alzó con la medalla de oro derrotando al estadounidense Ralph Metcalfe, también de raza negra.

La imagen para recordar de aquellos Juegos Olímpicos no debería ser la de Hitler negándose a aplaudir cualquier victoria no alemana. Y aunque la anécdota de los atletas que combinaron en un joyero sus medallas de plata y bronce no puede pasar desapercibida, el duelo entre Jesse Owens y el atleta favorito de Hitler merece ser comentado.

El 4 de agosto, en la prueba de salto de longitud, Jesse Owens debía enfrentarse a Lutz Long, un ejemplar perfecto de la raza aria. Era el campeón alemán y todo el público estaba con él. La presión era palpable. Tanto que Owens hizo su primer salto nulo ante los abucheos de los espectadores. Entonces Long se le acercó y le aconsejó relajarse y empezar desde un paso más atrás. Y así lo hizo. Las tandas de salto fueron tan espectaculares que el estadio enmudeció del nerviosismo de saber si en los Juegos Olímpicos de Hitler ganaría su ario patrio o el antílope de ébano. Y por supuesto, fue el estadounidense el que se llevó también esta medalla con un salto de 8.06m. Aún quedaba una, la prueba de relevos en la que también fue, vio y venció.

Lutz Long y Jesse Owens

Personalmente creo que, dejando aparte los desplantes que recibió durante la competición olímpica, lo peor para Jesse Owens llegó al terminar ésta. Pese a ser uno de los mejores atletas mundiales de la historia, prácticamente nunca cobró por ello. Se sintió en ocasiones como un espectáculo ambulante que debía competir en velocidad contra animales, aviones y locomotoras. Dicen que Hitler no se levantó tras su triunfo, pero lo cierto es que el presidente de su nación, Franklin Delano Roosevelt nunca se puso en contacto con él ni con los demás deportistas olímpicos afroamericanos para darles la enhorabuena.

La carrera deportiva de uno de los mejores atletas del mundo terminó ese mismo año, con apenas 23 años. Lo que perduró fue su amistad con Lutz Long, tanto que se encargó de los estudios de su hijo tras la muerte del alemán en el III Reich. El presidente Gerald Ford le concedió la Medalla Presidencial de la Libertad de los EEUU en 1976 y las autoridades de Berlín dieron su nombre a una plaza. Finalmente en 1990, seis años después de su muerte a causa de un cáncer de pulmón provocado por un abuso continuado del tabaco, fue condecorado con la mayor distinción que puede recibir un civil norteamerciano, la Medalla de Oro del Congreso.

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos

Fuentes: Jesse Owens y Lutz Long, un abrazo que hizo historia – RTVE.es, Jesse Owens: el antílope de ébano