El origen de los nombres de los frutos en general es muy variado e interesante. Después de la manzana, hoy vamos a ver de dónde proceden los nombres de algunos frutos secos. Es muy curioso el origen del nombre de las avellanas. En realidad, avellana es un gentilicio pues existe en Italia, en la zona de Campania, la ciudad de Avella (antiguamente Abella) y en latín el término para designar ese fruto seco casi esférico es nux abellana (tenemos la cita, por ejemplo, en De agri cultura VIII de Catón), literalmente nuez avellana o nuez de Avella, como las murcianas o las de Murcia, por emplear el mismo sufijo -ana.

Y ya que hablamos de la propia nuez, el término español procede, como acabamos de comentar, del latino nux, nucis, que tiene la misma raíz que núcleo pues, ciertamente, núcleo es su diminutivo: nuculeus o nucleus. Así pues, un núcleo es una nuececilla, por su forma redonda y por estar encerrada, pues la nux latina es todo fruto que tiene cáscara.

Frutos secos

El otro gran fruto seco es la almendra. En este caso viene del griego, de la forma amygdálē y de ahí al latín de forma amygdala y posteriormente amindala (por ejemplo, en francés es amande), de donde ya nuestra almendra. Desgraciadamente el término griego es de etimología incierta o desconocida, pues los griegos adoptaron el nombre cuando adoptaron el árbol. Pero nuestras amígdalas se llaman así por la forma, semejante a una almendra.

Hemos visto que en el caso de las avellanas hemos pasado sin rubor de una –b– a una –v– en la evolución de la palabra, pero no es un caso aislado. Y los hay más curiosos. Seguramente habremos observado alguna vez en el supermercado una variedad de peras, las llamadas Ercolinas; pues bien, deberían llamarse peras herculanas, de la zona donde estuvo la ciudad de Herculano hasta que el Vesubio la sepultó junto a Pompeya y Estabia. Herculanas con h-, como el semidión Hércules, a quien le deben el nombre. Las peras ercolinas son una variedad de peras italianas y el italiano perdió la h- que solo conserva en el equivalente a nuestro verbo Haber y en el dígrafo -ch-, pues en la lengua de Dante se escribe orario, uomo… Por eso estas peras se llaman así.

Colaboración de Rubén Ríos Longares