Las carreras de cuadrigas de la antigua Roma equivaldrían a la Fórmula 1 actual. Como adelantábamos en el post anterior, en el que podéis consultar ciertos aspectos técnicos (, tenemos el relato de una de ellas extraído de VALENTIA, Las Memorias de Cayo Antonio Naso:
Una sonora fanfarria al toque de trompas y pífanos anunció la llegada de las acicaladas autoridades custodiadas por un contubernio de milicianos locales y una especie de lictores que imprimían al conjunto un toque imperial con cierto sabor provinciano. Una vez acomodados los dignatarios comenzó el desfile saliendo desde la Porta Pompae los participantes de las carreras. Por los altos arcos aparecieron en primer término dos bigas ligeras en las que sendos pregoneros, pulcramente ataviados, anunciaban la inminente aparición de los héroes de la tarde y sus patrocinadores. Acto seguido irrumpieron en la arena las aclamadas cuadrigas de Lisandro, Crisus y otros dos aurigas más que completaban los cuatro colores con los que el público se identificaba hasta el disturbio y con los que los felones corredores de apuestas hacían cada día de carreras su pingüe negocio.
El bello Crisus, campeón de aquel año, con una indumentaria similar a un mirmillón pero luciendo un pequeño yelmo de estrecha e hirsuta cimera roja en vez del típico casco repujado, era el paladín del Rojo. Conducía una bella y curvilínea cuadriga, ligera pero robusta, pintada en un brillante color bermellón y rematada con guarniciones doradas que cuatro negros corceles impulsaban tan suavemente como si se deslizase por placas de hielo.
Su oponente y aspirante al triunfo, el joven Lisandro, vestido con elegantes ropas griegas al puro estilo de Aquiles, ajustado bonete de cuero y fusta en mano, el defensor del Blanco, no le quedaba a la zaga. Montaba sobre una esbelta cuadriga nacarada y engalanada en sus laterales con una abundante cornucopia de plata sobre seis venablos cruzados, el símbolo de la ciudad, cuyo resplandor al quedar expuesta a los inclementes rayos del sol cegó por un instante a algunos espectadores. Cuatro blancas yeguas de lacias crines grises constituían el tiro del impresionante carro.
El resto de participantes, dos aurigas de menor repercusión en los garitos de apuestas, también lucían petos de cuero trabajado y sendas cuadrigas, que no por ser menos lujosas no parecían más simples. Y no menos lustrosos eran los caballos bayos que las arrastraban. Eran los paladines del Verde y el Azul, los colores habituales del Ejército y el Senado que, obviamente, no eran muy populares fuera de los círculos del poder de la Urbe.
Los cuatro aurigas se dirigieron hacia el centro de la pista, deteniéndose a media espina, frente al palco de autoridades. Desde la privilegiada posición de Tito, la familia Antonia podía ver reflectar los bruñidos remaches de los trajes, los reflejos de los carros y el sudor de los jumentos como si al lado mismo de ellos estuviesen. Después de solicitar la venia a las autoridades, los cuatro conductores, rienda en la diestra, fusta en la opuesta y yelmo calzado, quedaron pendientes de que el duunviro soltase el paño blanco desde la balconada del pulvinar indicando con ello el inicio de las siete vueltas que los atrevidos aurigas deberían de realizar.
El personal de apoyo, después de rastrillar la tierra batida de la pista a conciencia, se encontraba presto en las escalinatas de la espina, un murete de poco más de seis pies de altura que formaba el eje del hipódromo sobre el que los carros debían girar. […] Los musculosos esclavos nubios encargados de girar las Septem Ova cada vuelta completada ya estaban dispuestos, el sacerdote de Júpiter había realizado el auspicio correspondiente con resultado satisfactorio y los asistentes de los establos y de la enfermería estaban listos y en sus puestos. Había llegado tan esperado momento. Una vez más, el gran espectáculo del Ludus Máximus podía comenzar.
Y la mappa cayó desde la mano del duunviro de turno mientras el pretencioso Quinto Gabinio se vanagloriaba de la gran carrera de cuadrigas con la que pretendía agasajar a su próximo electorado. Y al ver caer la vaporosa tela blanca de la mano del primer magistrado de la ciudad los aurigas restallaron sus fustas sobre el lomo de los encabritados corceles que arrancaron cuales furias entre el griterío del público y una soberbia polvareda. Podía reconocerse en las gradas a los seguidores de los diferentes colores ya que la gente solía vestirse en días así a tono con los colores de su apuesta.
Lisandro le arrebató el liderato en la primera vuelta a Crisus, el cual perdió parte del trazado corto al abrirse en exceso en la segunda curva, fallo que aprovechó sin titubear el joven aspirante. Así siguieron tres vueltas más en un ambiente cada vez más encrespado por la tensión, el calor y la intensa nube de polvo que provocaba el agudo galope de los equinos. Los aurigas fustigaban sin compasión a sus corceles alentados por los gritos de sus respectivos seguidores. Competían ausentes del resto del mundo concentrados en cada passum que recorrían a tan gran velocidad. Uno de los otros aurigas menos populares, el que ostentaba la tercera posición, chocó con las ruedas de Crisus en la curva de la Porta Triumphalis durante la cuarta vuelta. Perdió el control de su cuadriga y cayó de bruces al polvoriento suelo a tiempo justo de reptar hábilmente hasta el amparo de la espina y así salvarse de una horrible muerte segura coceado por los caballos de su inmediato perseguidor […]
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Igualito, igualito que las carreras de Fórmula uno, con sus accidentes y los corredores dando tumbos y volteretas con riesgo de ser atropellados por los que vienen detrás. La misma muchedumbre, el mismo griterío, la misma expectación, el mismo ambiente.
Seguimos siendo romanos.
Estando en Mérida, la guía (fantástica) nos recomendó el libro «El auriga de Hispania» de Jesús Maeso de la Torre, y según llegué a Madrid fui directa a comprarlo para leerlo. Me encantó, lo recomiendo 😉
Un beso enorme
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Apasionante narración, ¿quien ganó?
Un saludo, hace días que te leo, pero hoy no he podido quedarme callada.
Un placer
@cayetano, menos repostar y el cambio de neumáticos… lo mismo.
Un saludo
@laMar, he leído de Jesús «el lazo púrpura de Jerusalem» y me gustó mucho. Apuntada queda tu recomendación.
Un beso
@Pilar, ocurrió algo que, lamentablemente, impidió terminar la carrera… los bárbaros atacaban Valentia.
Gracias
¡Es fantástico e increible¡ En realidad…..qué poquito ha cambiado el mundo en dos mil años.
@Arístides, y sólo fuera en esto…
Por lo menos estas carreras contaminaban menos, pues creo que las cuádrigas diésel no se habían inventado todavía.
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Eso de que en occidente somos mitad romanos, mitad griegos debe de ser cierto porque ¡Seguimos haciendo las mismas cosas!
Preciosa narración, como en los periódicos deportivos de hoy en día…
Un saludo.
[…] Una carrera de la F1 de la antigua Roma historiasdelahistoria.com/2011/02/15/una-carrera-de-la-f1… por Guevara hace 3 segundos […]
Si es cierto que Ben-Hur se ha repetido en las televisiones hasta la saciedad, pero es una obra maestra y no sólo por los premios recibidos, sino, sobre todo, porque nos devuelve la imagen de un momento de la historia fiel al relato de Cayo Antonio con el que hoy nos entretienes. Y recordarás el carro de Messala, que con aquella especie de sierra incorporada iba cortando los radios de los contrarios…
Salud2
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Emocionante y vibrante, casic casi, se espera ver a F. Alonso con su cuadriga…,¿seguirá el relato?.
Me ha encantado…. pensaba que seria en audio, pero me a gustado mucho también
Hermoso relato!
Esos eran los verdaderos caballos de fuerza!
abrazos.
Es un relato con un ritmo trepidante que consigue transmitir toda la emoción del evento y el clima de expectación que se vivía en las gradas.
Haciendo un ejercicio de extrapolación histórica he concluido que en los actuales circuitos de Fórmula 1 los participantes de esta carrera formarían parte de las siguientes escuderías de acuerdo al color de sus cuádrigas:
– El Bello Crisus: Ferrari.
– El Joven Lisandro: Mercedes.
– La cuádriga del ejército: Lotus.
– La cuádriga del Senado: Williams.
Ahora bien ¿y Bernie Ecclestone? Eso ya no lo tengo claro. A ver si puedes despejarme esta duda.
Un abrazo tinerfeño.
CC
P.D. ¿Recibiste mi correo?
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Ferrari vs Red Bull en la antigua Roma http://is.gd/HygpTD
@Fernando, por el tubo de escape de las cuadrigas se expulsaban residuos sólidos…
@Luis, para narrarlo habría sido perfecto Matías Prats (padre)
@Froilán, es una película que aunque veas varias veces nunca cansa… es lo que tiene el cine bien hecho.
@Ana, esta carrera en cuestión quedó truncada… los bárbaros atacaban.
@Oscar, no estamos preparados para el audio, hacen falta voces que transmitan la emoción.
@cc, El Bernie Ecclestone de turno era Quinto Gabinio para ganarse el favor de su pueblo.
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Una estupenda crónica deportiva, aunque la descripción de los participantes parece un desfile de modas! 😀
Un saludín.
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@jsanz con su artículo nº 666 imprescindible http://is.gd/HygpTD por la magia de los números y la calidad del contenido #recomendado
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Gracias a @senovilla_jfs me entero que he llegado al artículo nº 666 http://is.gd/HygpTD (la marca de la Bestia)
Sorprendente lo poco que hemos cambiado.
Oye, el KERS donde se lo metían a los caballos?
@Xurxo, es que cuidaban mucho los detalles estéticos…
@cavalleto, el KERS venía incorporado de serie
Efectivamente, Ecclestone sería Quinto Gabinio, uno de los dos duunviros (alcaldes) de Valentia, el cual, siendo víspera de elecciones, deseaba agasajar a su electorado con grandes carreras pagadas de su bolsa buscando en ello ser reelegido… Nada nuevo bajo el sol 😉
Tal y cómo ha comentado Javier, tristemente, aquella jornada festiva se tornó en pesadilla pocos instantes después de aquella cuarta vuelta…
Más bien Quinto Gabinio sería Rita Barberá, que seguro hubiera disfrutado también en aquella época organizando las carreras de cuadrigas. Por cierto Gabriel enhorabuena por tu libro, me lo leí , quiero decir me lo devoré de un tirón y eso que no es de bolsillo precisamente. Se notaba que te apasiona la época sobre la que escribes. Un saludo y muchas gracias por la fabulosa novela, una valenciana. Por cierto, ¿Qué más tienes publicado?
Ya hace días que tenía ganas de asomarme a la blogosfera, pero el tiempo del que dispongo es poco. Eso sí, siempre que puedo hacerlo me encanta dedicártelo a tí y a tu blog, por publicaciones tan interesantes como esta. Un abrazo.
@el dinosaurio, se agradece.
Un abrazo
¡¡Magnífica la narración de Gabriel Castelló!! Volver al pasado, situarse en un circo romano para contemplar una emocionante carrera de caballos… Esos aurigas, que levantantaban pasiones del pueblo, y especialmente de las jovencitas… Una maravilla!
Gracias por trasladarnos, de manera tan viva, a la Historia de Roma en este post.
Un saludo!
Emi, hasta la fecha, VALENTIA es mi única novela publicada; En estos momentos estoy acabando la próxima que, aunque podrá leerse de forma independiente, hará las delicias de quien se haya quedado con ganas de más 😉
Gracias a ti, de todo corazón; no hay mejor recompensa para un autor que un lector/a satisfecho/a!!!!!
Gracias a tod@s por haberle dedicado un ratito a este fragmento de mi novela. ¡Un fuerte abrazo!
A estos sólo les faltaba salir en el HOLA.Bss
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Una carrera de la F1 de la antigua Roma, testimonio histórico http://dld.bz/NNf3
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No quiero imaginar una cuádriga de la época con un KERS xDDD