Viendo los papas que ocuparon el trono de San Pedro durante buena parte de la Edad Media, cabría preguntarse si, cuando fueron elegidos, el Todopoderoso estaba mirando para otro lado o despistado con otras cuestiones, porque vaya tropa. De hecho, la propia curia era consciente de los personajes que habían calzado las sandalias del pescador, y a las pruebas me remito… Mientras Napoleón Bonaparte y el cardenal Ercole Consalvi, Secretario de Estado del Papa Pío VI, estaban negociaban las bases de un nuevo concordato entre la Santa Sede y Francia, tuvieron un pequeño enfrentamiento dialéctico y el emperador llegó a decir ¡Voy a destruir su Iglesia! La respuesta del cardenal no tiene precio…

¡No podrá! Nosotros llevamos siglos intentándolo, y no hemos podido

Aquí os dejo algunos ejemplos de estos angelitos…

1.- En la historia del papado al período comprendido entre el nombramiento de Sergio III en 904 y la muerte de Juan XII en 964 se le denomina Saeculum Obscurum (Edad Oscura) o Pornocracia, tal y como recogió en sus Anales Eclesiásticos el cardenal e historiador del siglo XVI Cesare Baronio. Durante este período los Papas estuvieron bajo la influencia de dos prostitutas: Teodora y Mazoria, madre e hija.

Tras la muerte de León V, y apoyado por la familia Spoleto y por su primo Teofilacto, senador y magister militum de Roma, se eligió nuevo papa a Sergio III. Como recompensa, Teofilacto fue nombrado vestararius (el que controlaba las finanzas) y más tarde cónsul. Su esposa Teodora, nombrada senatrix de Roma, también apoyó al nuevo Papa… pero desde la cama, donde le ayudaba a tomar las decisiones más importantes. Con 15 años, y siguiendo los pasos de la madre, Mazoria también pasó por la cama del mismo papa con el que incluso llegó a tener un hijo, Juan. Tras la muerte de Sergio III, Teodora nombraría a los tres siguientes Papas: Anastatius III (911-913), Lando (murió después de 6 meses) y a Juan X en 914. Dos años más tarde fallecía Teodora y Mazoria tomaba el relevo.

Además de Juan, Mazoria tuvo otro hijo, Alberico II, con  Alberico I de los Spoleto, su primer marido. Los discrepancias con Juan X llegaron al poco tiempo y utilizando el poder de su segundo marido, Guy de Toscana, lo encarceló y falleció en extrañas circunstancias mientras estaba en prisión. Igual que hizo su madre, eligió a los tres siguientes Papas: León VI (durante siete meses en 928), Esteban VII (928-931) y a Juan XI (931-935), el hijo que había tenido con el Papa Sergio III. Éste, otorgándole el poder absoluto, la nombró Senatrix Patricia Romanorum. Tras el fallecimiento de su segundo marido, Mazoria intentó seguir ganando poder casándose con Hugo, rey de Italia, pero había un problema… su hijo Alberico II lideró la oposición a aquella boda. Alberico II asumió el título de príncipe y senador de los romanos y gobernó Roma. El día de los esponsales de su madre con el rey Hugo mandó apresarla y la encerró hasta su muerte en 936. El hijo asumió el papel de la madre y continuó eligiendo papas hasta que en 955 nombró a su propio hijo, y por tanto nieto de Mazoria y bisnieto de Teodora, Juan XII que ocupará el trono de San Pedro hasta 964. Referente a estos años, Liutprando, obispo de Cremona, escribió:

Cazando en caballos con arreos de oro, tuvieron banquetes ricos con las bailarinas cuando la caza había terminado, y se retiraron con estas putas desvergonzadas a las camas con sábanas de seda y cubiertas de oro y bordados. Todos los obispos romanos eran casados y sus esposas hicieron vestidos de seda de las vestiduras sagradas.

2.- Desde el comienzo del pontificado de Juan XII, elegido con apenas 18 años, tuvo una relación de amor-odio con el emperador Otón I en la que implicaban a terceros a conveniencia. Otón I, harto de sus vaivenes, se plantó en Roma conminándole a que dejase de jugar con él y a que modificase su conducta licenciosa y depravada. Y como suelen hacer los cobardes… huyó. Ante aquella situación, Otón I convocó un sínodo para juzgar en ausencia al Papa por las acusaciones de adulterio, asesinato, perjurio, simonía (compra o venta de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, etc) y todo lo que queráis añadir. El Papa contestó con una misiva en la que decía:

Yo, como Papa, sólo estoy sometido al juicio de Dios. Excomulgo a todos los presentes… [qué socorrido era esto de la excomunión]

Fue condenado por todos los cargos y se decidió nombrar nuevo Papa a León VIII. Incomprensiblemente, Juan XII tenía todavía muchos apoyos dentro de Roma y, un año más tarde, consiguió regresar triunfante. Roma recuperaba a su mayor exponente de la lujuria y, ahora, de la venganza. Excomulgó a León VIII y a los asistentes al sínodo les cortó las manos, las orejas y la nariz. Lamentablemente, para él, en 964 cometió un error: se acostó con una mujer casada. Y sí, esta vez también recurrió a la amenaza de la excomunión si no accedía.  Cuando el papa estaba pecando contra el sexto mandamiento, entró el marido.  Éste, sin tener en cuenta quién estaba profanando el altar de sus deseos, la emprendió a golpes con él. Tal fue la paliza, que Juan XII falleció a los tres días por las heridas sufridas. Dicen que todavía está deambulando por el Purgatorio y que ha montado un salón de masajes.

3.- Benedicto IX, de nombre Teofilacto, fue nombrado papa en 1032 a los 14 años. Era el regalo de cumple de su padre, el poderoso Conde Alberico III. Involucrado en luchas de poder terrenales, excomulgaba a diestro y siniestro a conveniencia de sus aliados, hasta que en 1044 una de las facciones rivales consiguió echarlo de Roma y nombraron papa a Silvestre III. Un año después, Benedicto volvió a la carga y recuperó el trono de San Pedro. Aún así, Benedicto seguía teniendo más apego por los valores materiales que por los espirituales y sólo un mes después renunció al cargo en favor del Arcipreste Juan Graciano (Gregorio VI). Aunque se vistió de renuncia, realmente fue una compraventa: Graciano se comprometió a pagar a Benedicto su nuevo estilo de vida acompañado de un bella mujer con la que incluso se habló de boda.

Dejando las arcas de la Iglesia medio vacías, Benedicto se retiró a disfrutar de la vida. Pero le faltaba algo: el poder, el opio de los mediocres. Así que, acusó a Gregorio VI de no darle todo el dinero pactado, se proclamó papa y ya tenemos otra vez el jaleo montado. A Enrique III de Alemania no le quedó más remedio que intervenir para poner orden. Reseteó el sistema y ambos fueron depuestos. Se nombró a Clemente II, pero, lamentablemente, su rápida muerte animó a Benedicto a tomar Roma y volvió a ser nombrado papa en 1047, por tercera vez. Un año más tarde, y tras ser acusado de simonía, fue excomulgado y se cuenta, y digo se cuenta, que se retiró a la abadía de Maria di Grottaferrata donde pasó el resto de sus días pidiendo perdón por sus múltiples pecados.

4.- Ante las injerencias de poder entre papas y reyes/emperadores y las diferentes guerras que asolaban la península itálica, en 1309 Clemente V se guareció bajo la protección del rey francés y traslado la corte papal a Aviñón, donde permaneció casi 70 años y abarcó el pontificado de 7 Papas (Clemente V, Juan XXII, Benedicto XII, Clemente Vi, Inocencio VI, Urbano V y Gregorio XI). Según las palabras del poeta y humanista Francesco Petrarca…

Aviñón es la vergüenza de la humanidad, un pozo de vicios, una cloaca en que se encuentra toda la suciedad del mundo. Allí se desprecia a Dios, sólo se venera al dinero, y se pisotea la ley de Dios y la de los hombres. Todo allí respira la mentira: el aire, la tierra, las casas y, sobre todo, las alcobas papales. […] Adoraban más a Venus y a Baco que a Jesucristo.

5.- En 1378, los cardenales franceses que no estaban de acuerdo con la elección de Urbano VI, se reunieron en Agnani y proclamaron papa, antipapa en este caso, a Clemente VII, Rober para los amigos y el carnicero de Cesena para la historia.

Como Robert no era el hijo mayor del Conde de Ginebra, encaminó sus pasos hacia el mundo espiritual,  en el que tuvo una carrera meteórica: a los 19 años obispo y a los 29 cardenal de Génova. Se trasladó a Roma y actuó como legado papal de Gregorio XI. En 1377, la ciudad de Cesena se resistía a seguir los designios del Señor -se quería desligar de los Estados Pontificios- y el Papa envió a Robert con un grupo de mercenarios para dialogar. Las habitantes de Cesena, sabiendo de las intenciones de aquel ejército, cerraron las puertas y se hicieron fuertes tras las murallas. Robert sabía que no tenía el número de hombres suficiente ni las armas de asedio necesarias para poder entrar por la fuerza. Así que, utilizó su condición de legado papal, un hombre de Dios, y logró convencerlos para que abriesen y poder escuchar sus reivindicaciones. Una vez dentro, ordenó cerrar las puertas tras él… comenzó la masacre. Durante tres días y tres noches, los mercenarios se emplearon a fondo: edificios en llamas, saqueo y más de cuatro mil civiles muertos. Y aquí Robert se ganó con creces su apodo: el Carnicero de Cesena.

6.- Baltassare Cossa era un pirata, de los que asaltan barcos, nacido en la isla del Tirreno en el seno de una familia noble venida a menos. En un principio se decantó por la carrera militar, pero aquello era muy peligroso y los beneficios escasos. Así que, aprovechando los conocimientos adquiridos, se unió a sus dos hermanos mayores en la práctica del noble arte de la piratería que les proporcionó pingües beneficios. Se hicieron con una pequeña flota y durante un tiempo estuvieron surcando el Tirreno y asaltando a diestro y siniestro. Las cosas se torcieron cuando sus hermanos fueron capturados y condenados a muerte acusados de piratería. Baltassare decidió no seguir tentando a la suerte y abandonó el mar para buscar, ya en tierra firme, un trabajo acorde a sus características: se matriculó en la Universidad de Derecho de Bolonia. Aún así, él pensaba que estaba destinado a logros más importantes. Utilizando el dinero obtenido de la piratería y los contactos con los bajos fondos de la ciudad para intimidar a sus rivales, consiguió que Bonifacio IX lo nombrase cardenal en 1402. Y si te sabes mover en esos ambientes lúgubres y siniestros, también sabes hacerlo entre capelos. Aprovechó el Cisma de Occidente, también conocido como Cisma de Aviñón, cuando los papas de Roma y de Aviñón se disputaban la autoridad de la Iglesia, y se posicionó. En 1410 fue nombrado papa como Juan XXIII (antipapa).

7.- En el año 1492 la península ibérica estuvo en boca de todos: descubrimiento de América, expulsión de los judíos, conquista del reino de Granada… y el nombramiento de Rodrigo de Borja como el Papa Alejandro VI. La familia Borja, o Borgia como se les llamó en Italia, llegó a los Estados Pontificios de la mano de Alfonso de Borja, el futuro Calixto III. Éste, se encargó de nombrar a su sobrino Rodrigo cardenal y de facilitarle los contactos entre la curia romana para ir ganando cuota de poder. También es cierto que Rodrigo sabía moverse muy bien en el fango. En el cónclave de 1492, en el que fue elegido Papa, tenía dos rivales italianos muy poderosos: los della Rovere y los Sforza de Milán. Aquí es donde comenzó a despuntar como un gran inversor, porque  uno a uno fue comprando a los cardenales o mercadeando con la mano de su hija Lucrecia, hasta que consiguió el número de votos necesario. Nada nuevo en un cónclave, pero todo muy calculado. Sus primeras decisiones fueron entregar a su hija Lucrecia a Giovanni Sforza -lo prometido es deuda- y nombrar cardenal a su hijo César. Al contrario que otros Papas, que también tuvieron hijos y amantes, Alejandro VI convivió con su amante Vannozza Cattanei y los cuatros hijos que le dio: Juan, César, Lucrecia y Jofre. Decía lo de inversor, porque nada más ocupar el cargo comenzó a recuperar todo lo invertido con intereses. Se cuenta que en Roma comenzó a utilizarse con demasiada frecuencia un complejo alimenticio llamado cantarella (un veneno inodoro, incoloro e insípido que se presentaba como un polvo blanco similar al azúcar y provocaba la muerte en 24 horas). Sea como fuere, el caso es que los territorios controlados por el Pontífice se fueron ampliando e incluso el rey de Francia, siempre dispuesto a intervenir y más cuando se trataba de un papa español, tuvo que salir con el rabo entre las piernas de Italia.

8.- La Capilla Sixtina fue construida entre 1471 y 1483 por orden del Papa Sixto IV, al que debe su nombre. Fue el resultado de rehabilitar y ampliar la Capilla Magna, antigua aula medieval fortificada donde tenían lugar las reuniones de la corte papal y, desde aquel momento, se convertiría en la sede de la elección de cada papa en el cónclave del Colegio cardenalicio. Y como Sixto IV era de los que pensaba que la historia le juzgaría por sus obras -de arte, que no por su forma de obrar-, encargó los frescos de la capilla a los pintores florentinos más famosos: Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli, Pietro Perugino… En 1483 se inauguró la capilla con una ceremonia en la que fue consagrada y dedicada a la Virgen María.

La tradición católica sitúa la Basílica de San Pedro sobre la tumba del primer obispo de Roma, San Pedro. La construcción del actual edificio, sobre una basílica del siglo IV en la época del emperador Constantino el Grande, comenzó en 1506 por orden del papa Julio II, sobrino de Sixto IV, y finalizó en 1626. En el haber de Julio II también hay que añadir el hecho de que ordenase al gran Miguel Ángel la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. Aunque en un principio se mostró reticente, aceptó el encargo cuando consiguió del papa libertad creativa.

Harto difícil cuantificar el enorme coste de estas dos emblemáticas construcciones,  pero nada iba a detener los aires de grandeza de tío y sobrino a la hora de buscar financiación. Sixto fue un adelantado a su tiempo, ya que legalizó -si entendemos por legalizar imponer un impuesto- la prostitución en Roma. Todas las prostitutas debían pagar un tributo para ejercer su profesión y, visto que aquello reportaba pingües beneficios, decidió ampliar aquel impuesto a todos los miembros del clero que mantuviesen barraganas -hay que puntualizar que el Papa estaba exento de su pago- y a los miembros de la nobleza que quisiesen tener libre acceso a la cama de alguna joven doncella. Pero todavía quedaba su obra maestra: la venta de indulgencias. Según la RAE, las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal correspondiente a los pecados ya perdonados, que se obtiene por mediación de la Iglesia; en palabras de Sixto IV…

Los que murieron en la luz de la caridad de Cristo pueden ser ayudados por las oraciones de los vivos. Y no sólo eso. Si se dieren limosnas para las necesidades de la Iglesia las almas ganarán la indulgencia de Dios.

Se convirtió en un auténtico mercado en el que el papa obtenía financiación y los compradores el perdón de sus pecados. Pero Sixto fue un poco más allá, también podía sacar tajada con los muertos. Hasta la fecha, los beneficiarios de las indulgencias eran los vivos, pero ahora los vivos podían comprar un pasaje en un crucero de lujo para que sus difuntos saliesen del aterrador purgatorio, donde se redimían las penas, y alcanzar el paraíso celestial. Otra ventaja de este mercado, a diferencia de anteriores papas que vendieron reliquias más falsas que Judas u obtenidas de expoliar tumbas de santos, era que al no entregar nada a cambio era un producto inagotable. Una legión de curas recorrieron ciudades y pueblos vendiendo humo que los temerosos de Dios compraban en beneficio de sus difuntos.

A Julio II, el Papa Guerrero, más que un líder de la Iglesia se le podía considerar un monarca. Gustaba vestir la armadura y beber con sus soldados; luchó contra los Borgia y sus aliados, contra Venecia y contra los franceses. Estas guerras implicaban un preciado botín que en buena parte irían destinados a financiar las obras arquitectónicas y contratar a los mejores artistas de la época. Además, y siguiendo los pasos de su tío, también obtuvo importantes ingresos de la prostitución, pero añadiendo otra fuente: su propio burdel. E incluso parece que Julio era el que hacía los castings para contratar a los/las profesionales. Fue el primer papa que contrajo la sífilis. En 1508, el día de Viernes Santo, no se permitió besar los pies del Papa por las ulceraciones que los cubrían propias del morbo gallico o mal francés.

9.- Con el apoyo de su padre, el todopoderoso Lorenzo de Medici, en 1513 era nombrado papa Giovanni Lorenzo de Medici como León X. Por las calles de Roma se escuchaba este dicho que resume a la perfección lo sufrido en el pasado y la esperanza del pueblo en el nuevo papa:

La hora de Venus ha pasado; Marte también se ha ido, y ahora es el momento de Minerva.

Donde Venus (la diosa del amor) representaría la época de Alejandro VI, Marte (dios de la guerra) el papado de Julio II y Minerva (diosa de la sabiduría y las artes) la esperanza en León X. Pero sus propias palabras indicaban que su pontificado llevaría otros derroteros:

Como Dios nos ha dado el papado, disfrutémoslo

Al igual que el resto de su familia, fomento el mecenazgo de las artes: la música, el teatro, la poesía, la pintura… Por ello, gustó de rodearse y contratar a los mejores artistas de la época. También cultivó otras artes menos artísticas pero igualmente placenteras como el buen comer, el mejor beber y la jodienda indiscriminada. El problema es que mantener toda esta infraestructura artística y ese tren de vida, suponía unos gastos brutales…

León X había consumido tres pontificados, el tesoro de Julio II, los ingresos de su propio reinado, y los de su sucesor.

Ilustraciones: Alberto Montt