Temidos, sanguinarios, feroces, exploradores y, últimamente, televisivos. Así eran los vikingos. Esos hombres (en su mayoría) de los países nórdicos que, a partir del siglo VIII, saquearon y quemaron media Europa con sus incursiones. Pero sin cuernos en sus cascos. Los cuernos solamente eran utilizados para beber el único alimento de Odín: hidromiel.

En la crónica francesa llamada Annales Bertiniani queda recogida, hacia el 844, la primera de las visitas que los vikingos hicieron a nuestro país desde Francia, desembarcando cerca de Gijón y prosiguiendo hasta Galicia. Allí saquearon poblaciones como Mondoñedo (donde se cuenta que el obispo Gonzalo les venció en un río gracias a sus oraciones), hasta que el rey Ramiro I les plantó cara en A Coruña y les hizo marchar hacia Lisboa, desde donde retornaron al norte. En otra ocasión, de nuevo desde el país galo, alcanzaron las costas gallegas. Por la ría de Arousa se acercaron 100 naves. El primer objetivo fue la sede episcopal de Iria Flavia (que tras este encuentro se trasladó a la ciudad compostelana) y finalmente Santiago. Aunque sus habitantes pagaron un buen tributo por evitar el saqueo, los escandinavos hicieron caso omiso y «vikinguearon» sin piedad hasta que fueron vencidos de nuevo por un conde local.

En sus “embajadas” a las ciudades, estos pueblos no dudaban en aprovecharse de su leyenda negra y acrecentarla si era posible. De esta manera llevaban a cabo una serie de pillajes, violaciones y matanzas cuya mala publicidad les hacían más temibles de cara a saquear otros lugares con más facilidad.

En aquella época, Santiago de Compostela era sin duda lugar clave de la cristiandad y escondite de todos sus tesoros, algo que a los nórdicos no les pasó inadvertido. Años después de la primera incursión, los pueblos normandos volvieron a Galicia con un objetivo claro: Jakobsland (Santiago de Compostela). Atracaron cien drakars en el cantábrico para saquear y atravesar de nuevo Mondoñedo, mientras que otras cien naves volvían a entrar por Arousa con el objetivo de arribar a Santiago de Compostela. En esta ocasión, los apacibles turistas nórdicos desvalijaron durante tres años las tierras gallegas hasta que otro conde local consiguió vencerlos en las cercanías de la ría de Ferrol. Además de sentirse atraídos por sus tesoros, los vikingos veían en Galicia un enclave geográfico idóneo en el que asentarse y extender sus dominios. Tanto es así que en la playa de San Román O Vicedo, en la provincia de Lugo, podemos encontrar los restos del único asentamiento nórdico en España.

Las últimas invasiones vikingas tuvieron lugar en el siglo XI, momento en el que llegó a las costas gallegas el que pasaría a la posteridad como Ulv Galiciefarer o ”el lobo de Galicia“. Este personaje fue noticia a comienzos de año por el descubrimiento de una tumba en el norte de Jutlandia (Dinamarca) que, por sus características, podría ser la de este caudillo vikingo. El arqueólogo danés Bjarne Henning Nielsen, conservador del Museo Vesthimmerlands, considera que los hallazgos realizados en el interior de una tumba vikinga, entre ellos una espada y los aparejos de un caballo, casan perfectamente con Ulf el Gallego.

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos

Fuentes: Desembarco en Jakobsland, Vikingos