Al comienzo de la Gran Guerra, Sir John Norton- Griffiths, un veterano de las guerras coloniales en África que a través de su empresa Griffiths & Co había realizado grandes proyectos de ingeniería por todo el mundo, ofreció a la Oficina de Guerra de gobierno británico la posibilidad de organizar una Compañía de Tuneladores adscrito al Cuerpo de Ingenieros. La función de estos tuneladores sería la de excavar túneles para llegar hasta las trincheras alemanas y volarlas. Aunque al principio la Oficina de Guerra no se mostró muy receptiva al no creer que tuviese mucha utilidad, cuando el frente occidental se estabilizó y los combatientes fijaron sus líneas en las trincheras accedieron a la propuesta como única solución para poder avanzar.
Norton-Griffiths se encargó personalmente de reclutar a los tuneladores de entre los soldados con conocimientos de ingeniería y los mineros que habían sido rechazados para luchar en el frente por su edad o algún tipo de enfermedad. Los británicos no fueron los únicos en construir túneles entre las trincheras, pero gracias a los conocimientos de Norton-Griffiths y su experiencia en anteriores proyectos, los tuneladores británicos superaron muy pronto a los alemanes —8 metros al día frente a los 2 de los alemanes—. Además, los británicos portaban dispositivos de escucha que les permitían detectar los túneles alemanes y destruirlos. El mayor éxito de Norton-Griffiths se produjo en Messines (Bélgica) el 7 de junio de 1917…
Señores, no sé si haremos historia, pero seguro que cambiaremos la orografía.
A las 3:10 se dio la orden de detonar 19 minas en un túnel situado bajo las trincheras alemanas. La explosión —dicen que incluso se llegó a oír en Londres— provocó un cráter de más de 20 metros y mató a miles de soldados alemanes. El posterior ataque de la infantería aliada fue todo un éxito y en pocas horas consiguieron sus objetivos.
Pero detrás de esta historia de éxito, hay mucho sufrimiento y muchas muertes… como la historia de William Hackett. Él era un minero inglés que cuando estalló la guerra intentó alistarse en el ejército británico pero fue rechazado por su edad —tenía 42 años— y por una enfermedad del corazón. Pero sí cumplía todos los requisitos para formar parte de la Compañía de Tuneladores. Después de una formación militar de un mes, fue enviado a Francia en 1915. Tras un año excavando en aquel hormiguero en el que se había convertido la zona de nadie entre las trincheras, una mina explotó en un túnel alemán y provocó el derrumbe del túnel británico. Hackett y cuatro compañeros más quedaron sepultados. Después de 20 horas, el equipo de rescate consiguió llegar hasta su posición. Hackett ayudó a sacar a tres de sus compañeros pero cuando se dio cuenta que el joven Thomas Collins, de apenas 20 años, estaba atrapado, decidió quedarse junto a él…
No abandonaré a uno de los míos.
Sus compañeros siguieron intentando el rescate durante cuatro días más pero un nuevo derrumbamiento sepultó definitivamente a Collins… y a Hackett.
El 29 de noviembre de 1916, el rey Jorge V le concedió la Cruz de la Victoria a título póstumo. Hackett fue condecorado por su sacrificio, pero otros muchos tuneladores anónimos murieron en aquellas ratoneras debido a derrumbamientos o intoxicados por monóxido de carbono.
Fuente: ¡Fuego a discreción!
[…] El tunelador que se sacrificó por no abandonar a un compañero atrapado durante la Gran Guerra […]
«Sapper» no es nombre. Es «zapador» en inglés.
Qué burro soy… Corregido
Gracias Eduardo
Buena historia
[…] […]
es muy bueno el articulo de thomas collins por salvar a sus compañeros.